RUSIA: Cada vez más cerca del ”eje del mal”

El acercamiento del gobierno de Rusia a Corea del Norte, Irán e Iraq subraya los límites del Kremlin para cooperar con las operaciones globales de Estados Unidos contra el terrorismo.

Rusia y Estados Unidos hicieron frente común en la campaña internacional que Washington encabezó tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 contra su territorio, pero los lazos que Rusia está estrechando con países como Iraq son una advertencia sobre los límites de esa cooperación.

El canciller de Rusia, Igor Ivanov, se reunió la semana pasada con su par iraquí Naji Sabri, y tras el encuentro advirtió que cualquier acción militar de Estados Unidos contra Iraq pondría en llamas a la ya inestable región de Medio Oriente.

Rusia, el principal socio comercial de Iraq, teme que una guerra dañe sus intereses económicos y sus perspectivas de cobrar a Bagdad una deuda que supera los 7.000 millones de dólares.

Las compañías petroleras rusas esperan para los próximos años dividendos jugosos de las inversiones que han efectuado en Iraq. A su vez, ambos países están negociando un acuerdo comercial de 10 años por valor de 40.000 millones de dólares, que incluye petróleo, agricultura, transporte y energía.

Estos no son los únicos vínculos polémicos que Moscú está cultivando con las naciones que conforman, según el presidente de Estados Unidos George W. Bush, el ”eje del mal”: Iraq, Irán y Corea del Norte.

En julio, Rusia anunció la construcción de cinco reactores nucleares en Irán en un plazo de 10 años. El anuncio fue una enfática reiteración de la voluntad de cooperación con Irán, pese a la presión estadounidense.

En una jugada de acercamiento con el tercero de los países del ”eje del mal”, el presidente Vladimir Putin acordó en agosto una visita de su par de Corea del Norte, Kim Jong-il, destinada a revivir el intercambio comercial y a discutir un proyecto ferroviario que permita la salida de productos norcoreanos hacia Europa, pasando por Rusia.

El informe sobre la nueva política nuclear que el Departamento de Defensa de Estados Unidos divulgó en marzo, y donde Rusia figura como blanco potencial de ataques, despertó amargos comentarios antiestadounidenses en la prensa rusa y la sensación de que la guerra fría no está del todo enterrada.

Washington adoptó varias medidas que ignoran o atentan contra los intereses rusos, como retirarse del Tratado de Misiles Antibalísticos y proyectar un nuevo sistema de defensa misilística, aumentar los aranceles a las importaciones de acero y efectuar una notable penetración militar en Asia central.

Dos tercios de los ciudadanos rusos consultados en una encuesta en mayo consideraron que Estados Unidos no es una nación amiga.

Pero los vínculos independientes y cálidos de Moscú con Bagdad, Teherán y Pyongyang no impiden el considerable deshielo en las relaciones entre Rusia y Estados Unidos.

Hace un año, Moscú condenó los atentados del 11 de septiembre, pero recordó a los líderes occidentales que reclamaba hacía tiempo un combate global a la amenaza terrorista.

Desde entonces bajaron notablemente de tono las críticas internacionales a las operaciones militares rusas en la república de Chechenia.

También interesaba a Moscú ver la caída del movimiento fundamentalista islámico Talibán en Afganistán, y por tanto vio con buenos ojos la guerra que Estados Unidos llevó a cabo contra ese país desde octubre del año pasado.

En mayo, Washington y Moscú firmaron un acuerdo para reducir en dos tercios las armas nucleares de largo alcance y ”liquidar la herencia de la guerra fría”. El Kremlin anunció la clausura de instalaciones militares en Cuba y de una base naval en Vietnam.

El 28 de mayo, Putin se sumó a los 19 gobernantes de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) para inaugurar la cumbre del Consejo OTAN-Rusia, celebrada en Roma.

En reconocimiento al respaldo ruso a la guerra contra el terrorismo, el nuevo Consejo dio a Moscú un papel en el diseño e implementación de políticas comunes sobre mantenimiento de la paz, antiterrorismo, proliferación de armas, intervención humanitaria y crisis regionales.

La creación del Consejo marcó una transformación de la OTAN, establecida en 1949 para defender a Occidente de la amenaza de la Unión Soviética.

El encuentro de Roma discutió una alianza del hemisferio Norte para combatir el terrorismo a escala global.

La cooperación que nació tras el 11 de septiembre del año pasado también aseguró el respaldo estadounidense al ingreso de Rusia a la Organización Mundial del Comercio, mientras Moscú logró una completa incorporación al selecto Grupo de los 8 países más poderosos.

Sin embargo, estos avances no han borrado la añeja desconfianza de Rusia sobre las intenciones occidentales, ni le han impedido perseguir políticas independientes, que no son del agrado de Estados Unidos. (FIN/IPS/tra-eng/sb/ss/dcl/ip/02

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