Cuando los manifestantes llenen las calles de Washington este sábado para criticar las políticas del Banco Mundial y al FMI, estarán admitiendo quizás sin percatarse su propio fracaso en la lucha contra la pobreza.
Los activistas arguyen que en verdad han tenido éxito, pues tanto el Banco Mundial como el FMI (Fondo Monetario Internacional) no son ya tan dañinos como solían ser.
Pero sus logros se quedan cortos respecto de las expectativas que generó en 1999 la ola internacional de protestas contra el proceso de globalización de la economía.
Fue entonces cuando 30.000 promotores de la llamada justicia global sacudieron la conferencia de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en la noroccidental ciudad estadounidense de Seattle. Al año siguiente, más de 20.000 personas manifestaron en Washington contra el Banco y el FMI.
Esas demostraciones hicieron creer a algunos se aproximaban progresos en las políticas multilaterales para abatir la pobreza en el mundo en desarrollo.
Dos años después, los niños y niñas con hambre, las aldeas sin luz ni agua potable y las madres infectadas con sida continúan siendo motivo de reclamos de las organizaciones no gubernamentales (ONG) que protestarán durante las reuniones anuales del Banco y el FMI, este sábado y domingo.
El mayor éxito del que fuimos capaces fue aliviar el perjuicio provocado por estas instituciones, dijo Robert Weissman, co director de Acción Esencial, con sede en Washington, y encargado de organizar las manifestaciones de este fin de semana.
El Banco y el FMI son poderosos. En términos de lo que podemos hacer, el desafío sigue siendo limitar su daño, añadió.
Pero no todos son fracasos. La presión de las ONG estadounidenses llevó al Congreso legislativo a aprobar el primer paquete de reducción de deuda para los países más pobres del mundo, por valor de 34.000 millones de dólares.
El movimiento de la sociedad civil también logró que en 2000 el Congreso recomendara a los directores estadounidenses en ambas instituciones su oposición al pago de matrículas en la educación primaria como condición para otorgar préstamos a naciones pobres.
Aunque se trató de una pequeña parte de las medidas de ajuste a las que se ven obligados los países destinatarios de los préstamos, para los activistas se trata de un gran triunfo.
Poner fin al pago de la educación primaria no es algo menor. Tiene un enorme impacto en la asistencia de los niños a la escuela y afecta a millones de vidas, sostuvo Robert Naiman, del Centro para la Investigación Económica y Política.
Que estos logros se hayan alcanzado presionando a los políticos estadounidenses podría marcar un sutil cambio en el abordaje de los activistas que, en lugar de vilipendiar a las agencias multilaterales, se enfocan ahora en el dinero y el poder detrás de ellas.
Sin embargo, la sociedad civil aún está fuera de foco, dicen los críticos.
Mientras no sea más estructurado y centrado en los problemas específicos que quiere superar, es un movimiento anti todo y no creo que tenga impacto real en el verdadero contenido de estas reuniones, opinó Carol Graham, vicepresidenta de Brookings Institution.
Pero sin la presión de las organizaciones no gubernamentales, ni el Banco ni el Fondo, en especial este último, habrían siquiera mencionado la pobreza, sostuvo Weissman.
Ahora prácticamente en cada párrafo de sus documentos hay un mensaje contra la pobreza, aseveró Weissman.
Detractores y defensores del movimiento coinciden en que sus presiones y manifestaciones han creado mucha conciencia e información pública.
Sí, la pobreza mundial aún existe y también hay mucha injusticia. Pero hace cuatro años estábamos en una situación en la que ni siquiera se debatían estas políticas en Estados Unidos y Europa. Ahora hay una discusión, dijo Naiman.
Es el primer y esencial paso para cambiar las políticas de las agencias financieras multilaterales, en su opinión.
No hay forma de hacer algo en favor de un cambio si las políticas fundamentales no están al menos sobre la mesa de discusión, agregó Naiman.
Las tácticas de los activistas, y en ocasiones la violencia con que se expresan, llevaron su causa a la portada de los diarios más importantes de las naciones ricas y, en consecuencia, a los de las naciones pobres.
La persistencia de las manifestaciones en el tiempo ha provocado alguna reflexión en las comunidades en desarrollo y en las instituciones financieras sobre lo que estamos haciendo mal. En definitiva, por qué nuestros esfuerzos son tan incomprendidos, concedió Graham.
Para Nancy Birdsall, quien como vicepresidenta del Banco Interamericano de Desarrollo fue en el pasado blanco de las críticas de las ONG, el movimiento está cambiando.
Hay una transformación desde una postura contraria a la globalización a otra de conducir de la globalización, dijo Birdsall, ahora presidenta del Centro por el Desarrollo Global, con sede en Washington.
Buena parte del ímpetu (de los activistas) se dirige a intentar que estas instituciones hagan más. Quizás no logren cambiar la agenda ahora o este año, pero en el futuro espero que puedan incluir nuevas cuestiones como más representación de los países en desarrollo en el Banco Mundial y el FMI, dijo Birdsall.
Eso permitiría que ambas instituciones se vuelvan más democráticas y posiblemente más efectivas, añadió.
Pese a todo, los manifestantes se harán sentir en los corredores de las fortificadas sedes de ambas instituciones, en el centro de Washington.
Debido a los costos de seguridad, las asambleas anuales se redujeron de una semana a sólo dos días.
Los manifestantes no están cortos de nuevas ideas.
Como señal de que su próximo objetivo serán los gobiernos de las naciones ricas, esta semana se llevará a cabo una insólita vigilia iluminada con velas, no frente al Banco ni al Fondo, sino al Departamento del Tesoro, apenas a metros de la Casa Blanca. (FIN/UPS/tra-eng/em/ml/dcl/dv/if/02