(Arte y Cultura) CULTURA-COLOMBIA: La tradición del desarraigo

Los desplazados por la guerra civil en Colombia recorren el país con su música, mitos y costumbres a cuestas, fundan aldeas y vecindarios y construyen nuevos lenguajes y formas de expresión.

Se trata de la cultura del éxodo, que ”revela profundamente lo que somos como nación”, opinó el investigador y artista plástico Arturo Alape.

”Los caminantes van huyendo con la vida a sus espaldas. Sus sueños y realidades, la vivienda, el futuro, se les vuelven una inmensa pregunta: ¿qué hacer?”, dijo Alape a IPS.

Para las comunidades campesinas, negras e indígenas que escaparon de la violencia de sus territorios, ”cada paso por un río, cada grieta en la montaña, son anuncio de lo que será el sitio del reencuentro”, añadió Alape, autor de varios libros sobre historia social.

En la huida, los desarraigados van hermanándose, aprendiendo a oírse en el silencio mientras el enemigo pasa. Luego vuelven a hablar, a veces a señas y mediante signos dejados en los árboles, en las rocas, en la arena.

Es el lenguaje de la sobrevivencia, que surge durante la marcha cuando el imaginario personal cambia, como los paisajes. Lo propio deja de serlo para ser de todos.

Aunque el fenómeno del desplazamiento forzado es una constante de los últimos 50 años en Colombia, en la última década se convirtió en una tragedia humana de inmensas proporciones.

Entre 1999 y junio de este año 885.000 personas fueron expulsadas de sus tierras, mientras en la última década el fenómeno afectó a dos millones de los 41 millones de colombianos, según cifras divulgadas en el Segundo Seminario Internacional sobre Desplazamiento, celebrado entre el 3 y el 6 de este mes.

Durante el seminario, organizado por la no gubernamental Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento (Codhes), se llevó a cabo una muestra retrospectiva de la obra de Alape.

Sus trabajos en collage ”El llanto colectivo”, ”Los gritos” y ”La madre” reflejan el dolor de los campesinos desplazados de sus tierras a fines de los años 50, y se miran en el espejo de obras más nuevas, como ”El rezo de despedida” o ”La fosa común”, fechadas en 2000.

En forma simultánea, la Codhes llevó a cabo la ”Segunda expedición por el éxodo”, un recorrido de expresiones artísticas de comunidades desarraigadas que se dieron cita en Bogotá.

Danza, canto, narración oral, teatro, vídeo y música de artistas desplazados de diversas regiones colombianas, alternaron con las expresiones de artistas profesionales.

Para algunos fue un reencuentro transitorio en el que descubrieron que el drama del desplazamiento o el milagro de la sobrevivencia es similar en muchos rincones del país.

La directora de la Corporación Colombiana de Teatro, Patricia Ariza, subrayó la necesidad de ”una política cultural de emergencia para la población desplazada, porque es una cultura que se puede perder”.

Los recién llegados que lo han perdido todo sólo traen su cultura como equipaje, dijo Ariza a IPS.

El desplazado no debe ser visto sólo como víctima, sostuvo Ariza, quien orienta una iniciativa a favor del trabajo cultural con grupos marginados.

”Sin soslayar la responsabilidad del Estado y los grupos (armados) que lo expulsaron, hay que ver en él a una persona con una fuerza y potencial de transformación social muy grande”, afirmó.

En los cruces de la música de varias regiones, en el habla de comunidades de distinta procedencia ”está la fuerza de la resistencia y la riqueza transformadora de la cultura”, sostuvo la directora teatral.

Ariza destacó la necesidad de superar ”la etapa del testimonio inicial, del dolor y el rencor” para pasar a otra en la que ”el arte juegue un papel transformador”.

Es necesario que la población desplazada, sobre todo los niños, niñas y jóvenes, vean su experiencia desde el ámbito del arte, sostuvo Humberto Londoño, del movimiento social de desplazados de Antioquia.

”Hay muchos muchachos con aptitudes artísticas pero no tenemos instrumentos musicales, ni dinero para los trajes”, tampoco apoyo para la formación teatral o en otras disciplinas, dijo Londoño a IPS.

”La comunidad internacional nos va imponiendo un tipo de cooperación que siempre va a lo puntual: ayuda humanitaria, salud, educación, y lo cultural queda a un lado. No es una prioridad”, concluyó.

Las manifestaciones culturales propias son un punto de apoyo fundamental para cohesionar a las comunidades desarraigadas y estimular su autoestima.

”No se trata de mostrar unos campesinitos cantando ni bailar por bailar. La cultura y el arte son elementos básicos de la resistencia”, opinó Gilma Benítez, de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos.

”La gente tiene que darse cuenta que a pesar de las dificultades, nosotros seguimos siendo lo que somos”, apuntó Marcela, una joven que siendo niña partió del septentrional departamento del César tras la masacre de grupos paramilitares en la hacienda Bellacruz, y ahora habita en el meridional Tolima.

Marcela actuó en una pieza teatral durante el encuentro y expresó su deseo de que ”alguien nos indique cómo se hace una obra de teatro porque nosotros lo hacemos a nuestro modo”. (FIN/IPS/mig/dcl/cr/02

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