PALESTINA: Matanza en Jenín revive tragedia de 1982

Los refugiados palestinos en los campamentos de Sabra y Shatila, en Líbano, reviven el horror de la masacre de 1982 al conocer las noticias de la ciudad palestina de Jenín, cuyos habitantes hablan de una nueva matanza cometida por las fuerzas sitiadoras de Israel.

Han pasado 20 años, pero Mohammed Abu Roudayna aún no puede sacar de su cabeza las imágenes de aquella masacre en que murió casi toda su familia, a manos de milicianos libaneses de derecha incitados y respaldados por Israel.

Como el resto de los refugiados palestinos residentes en los campamentos de Sabra y Shatila, en las afueras de Beirut, Roudayna sigue con interés las noticias del sitio israelí del campamento de refugiados de Jenín, en Cisjordania.

”Sé por lo que están pasando. Dios lo sabe, nosotros ya lo hemos pasado”, dijo.

El campamento de Jenín carece de agua, energía eléctrica y ayuda humanitaria. Decenas de viviendas fueron demolidas por las topadoras israelíes, y nadie sabe con certeza cuántos palestinos murieron.

Israel niega las acusaciones de masacre en el campamento, a la que declaró zona militar cerrada.

El ministro de Defensa de Israel, Binyamin Ben-Eliezer, afirmó que unos 70 palestinos murieron ”en combate” en Jenín, pero los palestinos sostienen que la cifra es mucho mayor y que muchas de las víctimas eran civiles desarmados.

Además, afirmaron fuentes palestinas, Israel está enterrando en secreto los cadáveres para ocultar evidencias de la masacre.

La justicia de Israel autorizó el domingo al ejército a retirar los cuerpos de palestinos muertos de Jenín, bajo la supervisión del Comité Internacional de la Cruz Roja.

Parlamentarios y dos grupos palestinos de derechos humanos habían pedido a un tribunal israelí que detuviera el plan del ejército de comenzar a enterrar los cadáveres de palestinos en fosas comunes.

El tribunal rechazó la petición, pero ordenó la entrega de los cuerpos a la Autoridad Nacional Palestina.

Sin embargo, advirtió, si los muertos no son enterrados de inmediato, el ejército israelí podrá enterrarlos por sí mismo.

La reocupación israelí de ciudades palestinas en Cisjordania comenzó a fines de marzo en respuesta a una serie de atentados suicidas que costaron la vida a decenas de civiles israelíes.

”La historia se repite”, comentó Yehyia Mustafá, jefe de la comisión popular del campamento. ”Es el mismo hombre y la misma actitud”, dijo, en referencia al primer ministro de Israel, Ariel Sharon, el arquitecto de la invasión israelí de Líbano por aire, mar y tierra, en junio de 1982.

En septiembre de ese año, Sharon, entonces ministro de Defensa, permitió la entrada de milicias cristianas libanesas al campamento de Sabra y Shatila, con la orden de erradicar a los supuestos militantes palestinos que allí permanecían, si bien 10.000 combatientes habían abandonado Beirut por mar dos semanas atrás.

Los milicianos entraron en los campamentos mientras tropas israelíes acordonaban la zona y disparaban bengalas por la noche para iluminar el cielo.

La masacre duró tres días. Hasta 1.000 hombres, mujeres y niños fueron asesinados, entre ellos el padre, los tíos y la hermana de Abu Roudayna, que en ese entonces tenía siete años.

Todavía recuerda cómo los cuerpos de sus familiares fueron arrojados al callejón fuera de su vivienda. Su hermana, embarazada de ocho meses, fue encontrada con el vientre abierto, que dejaba ver el feto.

”Para Sharon, somos animales a masacrar. Cuantos más palestinos mate en Cisjordania, menos motivos de preocupación tendrá”, dijo Roudayna.

Fue la visita de Sharon en septiembre de 2000 al Monte del Templo, un lugar sagrado de Jerusalén para musulmanes y judíos por igual, el hecho que provocó la segunda ”intifada” o rebelión palestina contra la ocupación israelí.

Para Nouhad Srour, de 36 años, otra sobreviviente que perdió a varios miembros de su familia en la matanza de 1982, entre ellos a su hermana de seis meses, Sharon es ”el demonio”, dijo, ”y está de vuelta”.

Sharon, mejor conocido en Líbano como ”el carnicero de Beirut”, ya era detestado por los árabes, y en particular por los palestinos, antes de la masacre de Sabra y Shatila.

En los años 50, Sharon encabezó un comando de elite en sangrientas redadas de guerrilleros palestinos en las aldeas de Cisjordania, entonces gobernada por Jordania.

Y en la guerra árabe-israelí de 1973, Sharon rodeó dos batallones del ejército de Egipto y así logró la derrota de ese país.

Pero el actual primer ministro israelí es más recordado por la matanza de Sabra y Shatila. Sharon fue ”personalmente responsable” por esa masacre, concluyó una investigación realizada en Israel poco después, y debió renunciar al Ministerio de Defensa en 1983.

Un grupo de sobrevivientes del campamento iniciaron el año pasado un juicio contra Sharon ante un tribunal de Bélgica.

Mientras, varios palestinos refugiados en Líbano ya se trasladaron a la frontera sur con Israel para lanzar ataques contra el estado judío.

El ejército libanés, que no desea abrir un segundo frente con Israel, reforzó sus posiciones fuera de los campamentos de refugiados y arrestó a varios palestinos bajo el cargo de lanzar misiles contra Israel.

Según el Ministerio de Defensa de Líbano, el ejército previno más de 20 ataques y arrestó a más de 50 palestinos.

”No nos complace arrestarlos, pero tenemos que hacerlo”, declaró el ministro de Defensa, Jalil Hrawi.

Los palestinos no quieren problemas con el gobierno de Líbano. ”Los libaneses ya han pasado tantas con la guerra civil y la invasión israelí, que lo último que queremos es traerles otra guerra”, dijo Mustafá.

”Nosotros tampoco queremos la guerra, sólo una solución para nuestro problema”, agregó.

Mientras el resentimiento contra Sharon crece, la mayoría de los refugiados deben contentarse con expresar su furia en las manifestaciones diarias por las calles de Beirut.

”Los palestinos nunca nos rendiremos. Esta lucha puede llevar 100 años, pero algún día venceremos y los refugiados volveremos a la tierra de nuestros ancestros”, advirtió Mustafá. (FIN/IPS/tra-en/rh/sm/mlm/ip/02

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