/BOLETIN-AMBIENTE/ AGRICULTURA: Padre de revolución verde apoya los transgénicos

Los alimentos transgénicos constituyen una opción válida para combatir el hambre en el mundo, aseguró el científico estadounidense Norman Borlaug, ganador del premio Nobel de la Paz de 1970 y padre de la «revolución verde», que transformó la agricultura en los años 50 y 60.

«La biotecnología es una continuación de la revolución verde», dijo a IPS Borlaug, de 88 años, considerado por expertos la persona que más vidas humanas ha salvado en la historia del mundo, debido al aumento de la productividad agrícola alcanzado con ayuda de sus investigaciones.

El científico, de visita en Costa Rica para participar en una conferencia internacional sobre agricultura, sostuvo que la ingeniería genética es una buena alternativa para afrontar la crisis alimentaria.

«El mundo debe escoger entre dos opciones: seguimos tumbando árboles para sembrar o desarrollamos una mejor tecnología para combatir las plagas y aumentar la productividad», afirmó Borlaug, quien no ha trabajado directamente en la modificación genética de alimentos.

La revolución verde logró el aumento de la producción a través de la utilización de nuevas variedades de semillas de alto rendimiento y de fertilizantes, maquinarias y sistemas de control de plagas.

Las investigaciones de Borlaug permitieron producir de manera intensiva mejores variedades de maíz y trigo que salvaron del hambre a millones de personas en países como India y Pakistán, y en regiones como Africa y América Latina.

El científico estadounidense, que en su juventud tuvo militancia ambientalista, cree que los actuales seguidores de esa corriente han desvirtuado sus ideas y difundido información errónea sobre la biotecnología.

«No existe prueba científica suficiente que demuestre que los alimentos genéticamente modificados son dañinos para el hombre», afirmó.

El asunto es hoy centro de un enconado enfrentamiento entre defensores y detractores de la ingeniería genética.

La organización ambientalista Greenpeace Internacional, que encabeza una campaña mundial contra los transgénicos, asegura que el mundo está a las puertas de una segunda revolución verde, pero basada en la agricultura ecológica u orgánica, que promete alimentar a la población de una manera sustentable.

Algunos científicos defienden la producción de alimentos genéticamente modificados, mientras otros los califican de «alimentos Frankenstein» y alertan sobre supuestos peligros para la salud.

Críticos de la revolución verde y de la biotecnología afirman que estos avances científicos no han podido resolver los grandes problemas alimentarios mundiales. Unas 35.000 personas mueren de hambre cada día y 1.500 millones de personas en el mundo tienen problemas graves de desnutrición, según Greenpeace.

Los ambientalistas dicen que el creciente uso de productos químicos en los cultivos, alentado por la revolución verde, causó la desaparición de especies de animales que controlaban las plagas de manera natural.

Borlaug opina que los alimentos transgénicos no dañan el organismo humano, pues se utilizan para eso cantidades muy reducidas de sustancias químicas, que no son peligrosas.

Según él, quienes se oponen a la biotecnología son una elite de personas de los países ricos que nunca han vivido ni trabajado con los pobres.

«Ellos le dicen a los países en desarrollo que deben cuidarse, pero, ¿de qué van a cuidarse, si están en la miseria? ¿Cuántos de esos ecologistas han vivido al lado de personas que se están muriendo de hambre?», se preguntó.

Borlaug sostuvo que el «escándalo» promovido por ciertas organizaciones frente a la biotecnología está respaldado por «pocos datos» científicos.

La producción de alimentos genéticamente modificados apela a los mismos mecanismos usuales en el mundo occidental para la fabricación de medicamentos, pero «tenemos una barrera mental, psicológica hacia los alimentos de ese tipo», señaló.

El científico indicó que uno de los grandes retos mundiales de los próximos años será garantizar la seguridad alimentaria. «Cuando yo nací, el mundo tenía 1.600 millones de habitantes. Hoy somos 6.200 millones y cada año la población crece en 85 millones de personas», dijo.

Borlaug fue invitado a Costa Rica por el Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (CATIE), la escuela de posgrado más antigua en su género en América Latina, organizadora de la Primera Conferencia sobre Globalización de la Investigación Agrícola.

A la conferencia asisten investigadores de Estados Unidos, Europa y América Latina.

El subdirector del CATIE, el finlandés Markky Kanninen, dijo a IPS que en la controversia sobre el uso de los transgénicos es importante que los consumidores reciban información suficiente para escoger con libertad.

«Es necesario que las empresas den a conocer cuáles productos son genéticamente modificados. De esta manera, quienes tienen una posición podrán tener la libertad real de consumirlos o rechazarlos», sostuvo Kanninen, de nacionalidad finlandesa.

El consumo de alimentos genéticamente modificados es un dilema pues, mientras no se han comprobado científicamente sus supuestos riesgos, millones de personas sufren hambre, añadió.

El ministro de Ciencia y Tecnología de Costa Rica, Guy de Teramond, dijo a IPS que la tecnología no es ni buena ni mala en sí misma, sino el uso que se haga de ella. En ese sentido, mencionó el caso del arroz, un alimento que no contiene vitamina A.

«Ahora hay variedades de arroz transgénico que sí contienen vitamina A, por lo cual se salva de la ceguera a miles de personas. ¿Cómo oponerse a eso?», se preguntó De Teramond. (FIN/IPS/nms/mj/en dv/02

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