ARGENTINA: La clase media es producto de exportación

La emigración de argentinos de clase media, que comenzó a aumentar silenciosamente hace dos años, dio lugar en los últimos dos meses al mayor éxodo en la historia de este país sudamericano.

Marta Godoy es fonoaudióloga y su esposo, médico. Tienen tres hijos. «Nunca lo vi llorar así», comentó a IPS Godoy aludiendo a su marido luego de la partida hacia España de un hijo y una hija de ambos. Ahora, otra hija se prepara para marcharse, y entonces también se irán ellos.

El hijo mayor de Godoy es sociólogo y se fue con un contrato a trabajar a Madrid junto con su esposa, una diseñadora gráfica que en seguida encontró empleo. Poco después probó suerte un yerno, también profesional, y consiguió trabajo. Entonces se fue su esposa, la segunda hija de Godoy.

La principal diferencia entre la inmigración masiva de italianos y españoles que recibió Argentina en el siglo XX y la emigración actual de argentinos es el nivel educativo. Mientras que muchos de los europeos inmigrantes no tenían estudios, los argentinos que se van han cursado al menos la enseñanza secundarios.

La magnitud del éxido fue destacada por la oficina argentina de la Organización Internacional para las Migraciones. La emigración de los dos últimos años equivale a la cantidad de argentinos que se habían radicado en el extranjero desde los años 40, según el informe.

Las principales causas son la crisis económica y la falta de empleo. Sin embargo, muchos de los que emigran tienen ocupación y se marchan empujados por la zozobra: temen perder el empleo, los ahorros, la futura pensión, o quedar desamparados en caso de enfermedad o alguna otra eventualidad.

Pero si desde fines de 1999 se advierte el crecimiento de este flujo de salidas, la emigración se aceleró dramáticamente desde diciembre. Desde entonces se triplicó el número de argentinos que solicitan el reconocimiento de nacionalidad española o italiana, según se asegura en los consulados de España e Italia.

Los argentinos de clase media descienden en su mayoría de inmigrantes europeos -básicamente italianos y españoles- que llegaron desde fines del siglo XIX en sucesivas oleadas. Muchos nietos y bisnietos de aquellos extranjeros gestionan el reconocimiento de su nacionalidad europea, para obtener luego su pasaporte.

Los expertos en demografía e historiades coinciden en que se trata del mayor movimiento migratorio de la historia del país – tradicionalmente receptor de extranjeros- y que se compone de representantes de la clase media: profesionales, comerciantes, pequeños empresarios, trabajadores calificados, jubilados, estudiantes.

Y es que la recesión, que comenzó hace casi cuatro años, es ahora una depresión económica sin horizonte a la vista. El desempleo supera 23 por ciento de la población económicamente activa, y hay además alrededor de 20 por ciento de personas subocupadas, que quisieran más trabajo y no lo consiguen.

En enero se multiplicó por cuatro respecto de igual mes de 2001 la cantidad de argentinos que salieron del país por el aeropuerto internacional de la capital, según datos de la Dirección de Migraciones. Los principales destinos de los viajeros fueron España, Italia y Estados Unidos.

En los años 90, la diferencia entre los argentinos que salían y los que entraban al país sugería que unas 5.000 personas por año se radicaban en el exterior. En 1999, cuando comenzó la recesión, la cantidad superó los 8.000, y para 2000, las personas que no volvieron fueron casi 90.000.

La emigración se redujo levemente en 2001, a causa de los atentados de septiembre contra Washington y Nueva York, que fueron un freno para el movimiento mundial de pasajeros.

Pero en los últimos dos meses, las salidas del país se incrementaron abruptamente, de resultas del agravamiento de la crisis económica y social.

El gobierno restringió el 3 de diciembre el retiro de dinero en efectivo de los bancos, y 17 días después, el presidente Fernando de la Rúa renunció en medio del colapso social y político. Desde entonces, prevalece la incertidumbre institucional y económica.

Ruth Tracktenberg es bióloga y su esposo es físico. Los dos tienen empleo y ahorros, pero piensan en migrar si la situación económica sigue inestable. «Yo tengo que pensar en mis hijos, y en qué voy a hacer si me quedo sin trabajo», explicó Tracktenberg a IPS.

Su esposo, Pablo Mendel, ya tiene dos hermanos en Europa. Los dos son arquitectos y uno está en Suiza y el otro en España. Si también él se marcha, sus padres considerarán seriamente la posibilidad de abandonar el país en el que nacieron, para volver al continente del que sus ancestros emigraron a causa de la guerra y el hambre.

El fenómeno de la emigración es tan importante que ha comenzando a formar parte de la cultura juvenil. La posibilidad de «irse», no importa donde, es una cada vez más mencionada por adolescentes y jóvenes que no creen que valga la pena siquiera empezar una carrera universitaria y prefieren probar suerte en otro país.

También alcanza a trabajadores calificados y a numerosos taxistas. Uno de ellos, Ricardo Sosa, comentó a IPS que en junio se radicará en Italia, donde un primo suyo tiene un hotel. Luego, según su proyecto, viajará su esposa -pedicura- y sus hijos, uno de ellos profesor de educación física, y el otro estudiante secundario.

«Mi madre se quiere morir, ella es italiana y se queda acá, pero yo le dije que en cuanto pueda la llevo con nosotros. Pero claro, ella enterró acá a mi padre y no quiere alejarse», comentó el taxista, que consulta a los pasajeros que suben al automóvil acerca del país de su futuro.

Los expertos aseguran que ni el exilio político provocado por gobiernos dictatoriales, ni la hiperinflación registrada entre 1989 y 1991 -que también expulsó a numerosos profesionales- causaron un éxodo como el actual, que parece no tener fin, aunque los más optimistas creen que también habrá un momento para el retorno.

Es tan fuerte el movimiento emigratorio que en numerosos programas de radio y televisión se debate sobre si irse o quedarse, y el asunto es presentado con frecuencia por diarios y revistas en sus portadas. En ruedas de amigos y reuniones familiares, es raro que el tema no surga en uno u otro momento.

Gustavo Fernández es ingeniero y su esposa psicóloga. Tienen dos hijos y un «plan B», como lo llaman ellos. Hicieron todos los trámites para irse a Canadá, por si él se queda sin empleo en Argentina. A medida que pasa el tiempo, la alternativa se convierte en un proyecto seguro.

«Me gustaría ir a hacer la experiencia unos años, y después volver», comentó a IPS un esperanzado Fernández. Pero su esposa parece más realista, y también más triste. «Yo creo que si me voy a los 40 años, no es para un breve tiempo», comentó ella.

Los casos se repiten y las viviendas se vacían. No es raro para quien quien desea adquirir una propiedad encontrarse con ofertas de casas y apartamentos de personas con prisa por vender porque se marcha.

Detrás dejan muebles y electrodomésticos, como si se tratara de refugiados que huyen de un país en guerra o devastado por una catástrofe natural. (FIN/IPS/mv/ff/pr/02

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