El proceso de paz iniciado en América Central hace 15 años, con la firma entre cinco gobiernos de los Acuerdos de Esquipulas II, marcha a ritmo tan lento que podría abrirse una nueva etapa de «colombianización».
La estabilidad democrática lograda podría perderse si la pobreza y la exclusión social no retroceden, advierten algunos expertos.
«América Central vive hoy mejores condiciones políticas y democráticas que el resto de los países latinoamericanos», aseguró el ex canciller costarricense Rodrigo Madrigal (1986-1990), considerado uno de los arquitectos de los Acuerdos de Esquipulas II, firmados en Guatemala.
Pero la pobreza «me hace temer que estemos a las puertas de un proceso de colombianización» con nuevos focos insurgentes, dijo Madrigal, para quien en América Central no hay voluntad política ni honestidad entre los dirigentes para destinar fondos públicos a la promoción efectiva del desarrollo social.
No obstante, la estabilidad prevalece en América Central, en un proceso que contrasta con la situación en Argentina, Colombia, Perú y Venezuela, sostuvo este político y diplomático de carrera, cuya gestión contribuyó a que el entonces presidente costarricense Oscar Arias recibiera en 1987 el premio Nobel de la Paz.
«El problema es que el camino al progreso avanza en América Central a una marcha muy lenta», afirmó.
«El riesgo de una colombianización en América Central existe», dijo a IPS el politólogo guatemalteco Marco Antonio Barahona, de la no gubernamental Asociación de Investigación y Estudios Sociales.
Barahona cree necesario un «Acuerdo de Esquipulas III», dedicado a las asignaturas sociales pendientes, para conjurar el riesgo de que insurgentes y paramilitares del pasado vuelvan a levantar las armas.
América Central necesitaba, una vez lograda la paz, un programa de cooperación de los países ricos, semejante al Plan Marshall con el que Estados Unidos financió la reconstrucción de Europa tras la segunda guerra mundial, según Madrigal.
«El paso lento hacia el desarrollo también se debe en buena parte a lo que los gobernantes locales han dejado de hacer», observó por su parte la directora de la Fundación del Servicio Exterior para la Paz y la Democracia, Cecilia Cortés.
Las causas de la exclusión social no se resolvieron tras la firma de los distintos acuerdos de paz, sostuvo Cortés, cuya fundación fomenta programas de cooperación en América Central. «La gran tarea por el desarrollo social aún está pendiente», advirtió.
Guatemala, con 57 por ciento de su población sumida en la pobreza, es uno de los países de la zona más propensos a la colombianización. El gobierno de Alfonso Portillo, instalado en enero de 2000, debió lidiar con rumores de golpe de Estado, escándalos de corrupción y un creciente crimen organizado.
El Acuerdo de Esquipulas II, subtitulado «Procedimiento para establecer la paz firme y duradera en Centroamérica» y firmado el 7 agosto de 1987 por Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua, marcó el comienzo del fin de una serie de conflictos armados.
El Salvador aplica desde enero un programa de celebraciones por los 10 años del acuerdo definitivo de paz que el gobierno y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional firmaron en Estados Unidos.
Siete millones de los 36 millones de centroamericanos pasan hambre, según el Programa Mundial de Alimentos, y más de la mitad de la población vive en la pobreza.
Las malas condiciones sociales se agravaron a causa de una serie de catástrofes naturales. El huracán Mitch, de gran impacto especialmente en Honduras, afectó en 1998 a 10 por ciento de la población centroamericana y dejó un saldo de 10.000 muertos y pérdidas económicas por 5.000 millones de dólares.
Dos terremotos devastaron en 2001 amplias zonas de El Salvador, donde las pérdidas económicas se calcularon en casi 2.000 millones de dólares. Ese mismo año, una sequía ocasionó pérdidas totales a miles de campesinos pobres de la región, con daños estimados en 189 millones de dólares.
El acuerdo de Esquipulas II dio un espaldarazo a la democracia e inició dos procesos de transición simultáneos, uno del autoritarismo a la democracia y el otro, de la guerra a la paz, explicó Barahona.
«Actualmente también hay un fenómeno en marcha que también hay que analizar y es el de la 'somalización' o 'africanización' de la pobreza», sostuvo.
El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) sostuvo que 65 por ciento de los hondureños, 60 por ciento de los nicaragüenses y 57 por ciento de los guatemaltecos viven por debajo del umbral de pobreza.
Organizaciones no gubernamentales creen que el cálculo del PNUD es muy conservador, y que la realidad es aún más grave. (FIN/IPS/nms/ff/ip dv/02