/Integración y Desarrollo/ EL SALVADOR: Pobreza expulsa emigrantes a destino incierto

La pobreza generalizada empuja fuera de El Salvador entre 200 y 300 personas por día, en dramáticos viajes hacia Estados Unidos o Europa que no pocas veces acaban en accidentes o por engaños de estafadores.

El fenómeno migratorio de este país ha acaparado la atención de la prensa y analistas internacionales en las últimas semanas, debido a que decenas de personas han caído presas de engaños al tratar de radicarse en el exterior.

La falta de oportunidades de trabajo y progreso social, producto del modelo neoliberal imperante en el país, lleva a centenares de personas a emigrar en forma desesperada en busca de un destino mejor, coincidieron analistas consultados por IPS.

Datos de la gubernamental Dirección General del Servicio Exterior calcula que unos 2,5 millones de salvadoreños viven y trabajan en el exterior.

«Miles de salvadoreños están viviendo condiciones sociales desesperantes», comentó a IPS la académica Alma Benítez, fiscal de la Comisión para la Defensa de los Derechos Humanos en Centroamérica (Codehuca).

«El Estado salvadoreño está violando flagrantemente los derechos económicos y sociales de sus habitantes al no garantizarles una vida digna», afirmó.

Estadísticas del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) señalan que la pobreza creció 3,8 por ciento tras los terremotos de enero y febrero de 2001, para afectar hoy a 51,2 por ciento de los 6,4 millones de salvadoreños.

Los sismos dejaron un saldo de 1.259 personas muertas, 8.964 heridas, casi 1,6 millones de damnificados y pérdidas por 2.000 millones de dólares.

Benítez entiende que, «si aquí existieran oportunidades, no estaríamos sufriendo este fenómeno emigratorio, que provoca que muchos salvadoreños se expongan a humillaciones y arriesguen sus vidas».

La economista Carolina Trigueros, encargada de la base de datos del PNUD en El Salvador, explicó que hay una relación directa entre las difíciles condiciones económicas y sociales y la aventura de la emigración.

«Eso lo podemos ver en el aumento que han tenido en los últimos años las remesas (de dinero) que envían a sus familiares los residentes en Estados Unidos», apuntó.

Economistas locales aseguran que esas remesas son el principal motor de la economía del país, considerada hoy una de las más estables de América Central, ya que sólo el año pasado sumaron la cifra récord de 1.900 millones de dólares.

Entre los últimos casos dramáticos se cuenta la situación de siete menores detenidos en la nororiental ciudad estadounidense de Chicago, tras ingresar a ese país en forma ilegal, y la de un joven que perdió un brazo al ser atropellado por un tren cuando intentaba abordarlo con el mismo destino.

Armando Pérez, director del no gubernamental Comité de Familiares Víctimas de Violaciones de los Derechos Humanos (Codefam), explicó que en su afán de bienestar muchos son presas fáciles de personas inescrupulosas que se aprovechan de las necesidades de los pobres.

El ejemplo más elocuente de esa práctica es la situación que afrontan 617 salvadoreños, que viajaron el año pasado a Suecia para acogerse a un supuesto programa migratorio que les brindaría vivienda y trabajo.

Muchas víctimas de ese engaño vendieron todas sus pertenencias para pagar los más de 800 dólares que costó cada boleto de avión a Estocolmo.

Sin embargo, una vez en territorio sueco recibieron la noticia de que las agencias de viajes que promocionaban las facilidades les habían mentido, ya que el programa de asilo no existía.

«La situación para nosotros los pobres en El Salvador es bien difícil», comentó a IPS una de las víctimas del viaje a Suecia, Carmen Elena Muñoz, una secretaria bilingüe de 45 años.

Muñoz, quien emprendió la aventura pensando en el futuro de sus tres hijas adolescentes, narró que para comprar el pasaje debió vender un televisor y un viejo anillo con un diamante, una pieza muy valiosa y simbólica.

Tras ser repatriada a San Salvador, esta mujer se dedica ahora a vender ropa por encargo para poder pagar las deudas que contrajo para realizar el viaje.

De los 617 emigrantes frustrados, todavía permanecen en Suecia más de 400 a la espera de una respuesta a su solicitud de asilo.

«Soy una buena secretaria bilingüe, sin embargo, ya tengo varios años sin conseguir trabajo aquí en El Salvador, por eso fue que emigré», explicó Muñoz.

El desempleo es uno de los mayores problemas que deben afrontar los salvadoreños, ya sean operarios o profesionales universitarios, aunque los más perjudicados son los jóvenes entre 15 y 29 años.

«La mayoría de familias salvadoreñas está buscando cómo sobrevivir y una de las opciones en la que piensan es la de ir a trabajar a otro país», explicó Armando Pérez. (FIN/IPS/nms/dm/pr dv/02

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