/Integración y Desarrollo/ CUBA-EEUU: Cruce de intereses afecta incipiente distensión

La incipiente distensión entre Cuba y Estados Unidos podría quedar atrapada en un círculo vicioso, por el cruce de intereses en Washington entre fuerzas políticas opuestas al gobierno de Fidel Castro y empresarios interesados en comerciar con la isla.

Las relaciones entre los dos países, como ocurrió a mediados de la década pasada aunque ahora con más fuerza que nunca, parecen marchar por caminos divergentes, pues algunos conducen a un levantamiento de las sanciones económicas de Estados Unidos contra Cuba y otros intentan mantenerlas sin variación.

Más de 2.000 estadounidenses han visitado Cuba desde inicios de este año, sin contar a quienes llegan como turistas violando las leyes de su propio país, que prohiben los viajes de ese tipo a la isla caribeña.

Varias delegaciones empresariales realizaron misiones exploratorias para futuros negocios y otras han acompañado los embarques de alimentos, la primera operación comercial realizada entre ambos países en más de 40 años.

La compra de alimentos valorada en 35 millones de dólares podría repetirse este año y hasta triplicarse si Estados Unidos mantiene la extensión de licencias puntuales a los exportadores y aprueba el uso de financiamiento, anunció Castro el 8 de este mes.

Pero la agilización de la entrega de las licencias a productores de alimentos de parte de Washington respondió a la urgencia humanitaria provocada por el paso del huracán Michelle por Cuba, el 4 de noviembre, y no existe razón para mantenerse en el futuro.

Así, hombres de negocios y hasta algunos legisladores estadounidenses sostienen que se está viviendo un momento histórico para ambos países, mientras representantes del gobierno de George W. Bush aseguran que «nada ha cambiado».

El secretario de Estado de Estados Unidos, Colin Powell, dijo el día 5 en una audiencia del Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes que la «política (hacia Cuba) no ha cambiado en absoluto».

Powell respondió así a una pregunta de Ileana Ross-Lethinen, representante de origen cubano del Partido Republicano —el mismo de Bush— y una de las más firmes defensoras de un mayor endurecimiento de las sanciones económicas contra Cuba.

Esa posición fue expresada dos días después por la jefa de la Sección de Intereses de Estados Unidos en Cuba, Vicki Huddleston, quien consideró superficial cualquier valoración de una mejoría en las relaciones entre ambos países.

Tras describir como una «ofensiva de encantos» la actual actitud de La Habana hacia su país, la diplomática supeditó cualquier mejora o levantamiento de sanciones a cambios políticos en Cuba en materia de democracia y de derechos humanos.

«La relación no está mejorando porque aún estamos preocupados por los derechos humanos, la democracia, y el flujo de libre información» en la isla, afirmó Huddleston en un inusual encuentro con la prensa extranjera acreditada en Cuba.

«Hace 43 años que están diciendo lo mismo, no es más que una repetición», opinó, a su vez, el presidente Castro. Hay que «dejar para la prehistoria el uso de los cañones para sustituirlo por el uso de las ideas», añadió.

Fuentes diplomáticas en La Habana aseguraron que Huddleston fue llamada el día 13 a la sede del ministerio cubano de Relaciones Exteriores para recibir una crítica por sus declaraciones.

La «ofensiva de encantos» descrita por Huddleston incluye el ofrecimiento de ayuda humanitaria del gobierno de Castro a Estados Unidos, a pocas horas de que fueran perpetrados los atentados terroristas del 11 de septiembre en Nueva York y Washington.

También aparece en ese esquema la decisión de La Habana de aceptar la decisión de Washington de trasladar a prisioneros de la guerra en Afganistán a su base naval de Guantánamo, ubicada a 970 kilómetros de La Habana.

Sin embargo, la diplomática estadounidense entiende que Cuba «debe hacer más» para ser borrada de la lista de países que apoyan al terrorismo, que cada año elabora el Departamento de Estado, la cancillería estadounidense.

Washington pretende que el gobierno de Castro entregue a unos 70 fugitivos de la justicia estadounidense que estarían residiendo en la isla y que haga salir del país a miembros o ex integrantes de la organización separatista vasca ETA.

Analistas estiman que el gobierno de Bush intenta mantener un discurso duro y de confrontación hacia Cuba para satisfacer a sectores influyentes del exilio cubano, pero sin renunciar a la vía del entendimiento pragmático.

La tendencia parece enfilar a una continuación de la apertura de brechas al embargo por la vía del intercambio comercial y colaboración en varios terrenos, mientras las sanciones contra la isla se mantendrán con poco cambios en el terreno legislativo.

El embargo de Estados Unidos contra Cuba data de 1960 y fueron reforzadas en 1996 con la promulgación por el entonces presidente Bill Clinton (1993-2001) de la llamada ley Helms-Burton, norma que afecta también a empresas de terceros países.

El Congreso estadounidense aprobó en 2000 la venta de alimentos y medicinas a Cuba. Al mismo tiempo, mantuvo las restricciones al financiamiento de las mismas y un conjunto de exigencias para el otorgamiento de las licencias de exportación.

Castro, ante esa realidad, respondió que Cuba no compraría ni un grano de arroz y ni una aspirina en Estados Unidos hasta que «el bloqueo no fuera levantado en su conjunto».

Pero la situación empezó a cambiar el pasado año con el ofrecimiento estadounidense de una ayuda humanitaria para los damnificados por el huracán Michelle y la contrapropuesta cubana de comprar al contado en lugar de recibir donaciones. (FIN/IPS/da/dm/ip/02

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