El nuevo programa económico de Argentina pasó este lunes la prueba de fuego, al liberalizarse el mercado cambiario tras 11 años de regulación en un clima de ansiedad, pero sin la histeria temida por los más escépticos.
El dólar arrancó con un precio similar al del cierre del último día de operaciones el 1 de febrero, cuando se cotizó a 1,90 peso para la compra y 2,20 para la venta. Al mediar la jornada subió hasta un pico de 2,05 y 2,30, y finalmente cerró en niveles más bajos que los de la apertura.
La depreciación de la moneda argentina es importante si se compara con la paridad entre peso y dólar que rigió entre 1991 y el 1 de enero último. Pero fue menor a la temida por economistas que preveían un dólar por encima de los tres pesos y recomendaban dolarizar la economía.
El gobierno mantuvo un absoluto hermetismo en torno de la estrategia utilizada por el recién creado Comité Cambiario del Banco Central para mantener la cotización del dólar en niveles razonables, sin respingos alcistas de los que hubiera sido luego difícil retornar, a pesar de la presión compradora prevista.
La realidad mostró que hubo numerosos particulares e incluso empresas que debieron vender dólares para pagar vencimientos en pesos, hecho que sintonizó con reiteradas advertencias del gobierno, que aseguraba contar con instrumentos para dar un escarmiento a los especuladores.
«El mercado se mostró tranquilo, con pocas operaciones y sin movimientos inquietantes», describió el representante del Ministerio de Economía en el directorio del Banco Central, Gustavo Nielsen.
Mientras, el portavoz presidencial, Eduardo Amadeo, pronosticó inestabilidad en la cotización por algunas semanas.
Así, la apertura del mercado de cambios pasó con relativo éxito una prueba clave del plan económico anunciado ocho días atrás por el ministro de Economía, Jorge Remes Lenicov, quien deberá ahora afrontar un segundo reto ante los organismos financieros multilaterales y el gobierno de Estados Unidos.
Remes Lenicov viajó a Washington para reunirse con el director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Horst Koehler, con el presidente del Banco Mundial, James Wolfensohn, y el del Banco Interamericano de Desarrollo, Enrique Iglesias, y con el secretario del Tesoro estadounidense Paul O'Neill.
En su primera visita al exterior, el ministro quiere convencer a los financistas sobre la sustentabilidad del plan del presidente Eduardo Duhalde para poner en marcha la economía, que arrastra una caída en el producto interno bruto desde hace casi cuatro años y un elevado desempleo, que superó 22 por ciento.
El plan consistió en transformar en pesos las colocaciones y deudas en dólares, al tiempo que se liberó la cotización del dólar para impulsar las ventas externas.
Pero el gobierno debe procurar esta vez que la devaluación no se traslade a los precios internos, como ha ocurrido tradicionalmente en la historia argentina.
Sin embargo, Amadeo aventó cualquier pronóstico de ayuda financiera inmediata al cabo de la gira de Remes Lenicov. «Queremos alejar las expectativas de que el jueves volvemos con una valija de dinero. Es sólo el comienzo de una negociación que va a llevar al menos dos meses», y «no vamos a hablar de cifras», dijo.
El funcionario descartó así la posibilidad de que los organismos liberen un fondo de ayuda, al menos en el corto plazo. Economistas cercanos al FMI explicaron que en Wahington no hay voluntad de financiar la estabilidad del peso o nuevos desequilibrios fiscales.
Mientras, y mientras el dólar superaba los dos pesos, los ahorradores que tienen sus depósitos inmovilizados realizaron diversas protestas frente a algunos bancos y frente al Congreso legislativo, donde los afectados por el llamado «corralito» bancario amenazan con protestar tres veces por semana.
En Mar del Plata, 400 kilómetros al sur de Buenos Aires, unos 300 damnificados por las restricciones al movimiento de depósitos recorrieron el centro de la ciudad frente a una decena de bancos con pancartas, golpeando tapas de cacerolas y haciendo sonar llaveros.
Los momentos de mayor tensión se registraron cuando un grupo de jubilados golpearon con palos los vidrios de un local del Banco Provincia de Buenos Aires hasta quebrarlos. Otros, más calmos, escribieron con aerosol la palabra «ladrones», una y otra vez, en la fachada de los bancos.
Las restricciones al retiro de efectivo se flexibilizó este lunes, con la autorización para que los que tienen cajas de ahorro con sus salarios puedan extraer el total de sus remuneraciones, aun los que percibieran más de 1.500 pesos (equivalentes hoy a unos 700 dólares).
Pero el temido traslado de esos pesos a la compra de divisas no se produjo, o si lo hizo no fue en un movimiento de magnitud tal como para presionar el dólar al alza. Al menos en el primer día, la necesidad de afrontar compromisos tras muchos días de feriado cambiario y bancario, pudo más.
Ahora, para el mediano plazo, el Banco Central estudia alternativas de ahorro en pesos, para que quienes tengan capacidad de guardar un resto de efectivo tengan opciones distintas a la de la compra de dólares. (FIN/IPS/mv/mj/if/02