El Tercer Foro Mundial de Ministros de Medio Ambiente se instaló este miércoles en este puerto del Caribe colombiano, con un llamado a exigir a los países industrializado el cumplimiento de lo pactado hace 10 años en la Cumbre de la Tierra.
La reunión, que concluirá este viernes, se celebra en el marco de la séptima sesión especial del Consejo Gubernamental del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma), y es la antesala de la Cumbre Mundial para el Desarrollo Sostenible, a realizarse en agosto y septiembre en Johannesburgo, Sudáfrica.
Ante más de 600 representantes de 120 países, entre ellos 90 ministros de Ambiente o funcionarios de nivel ministerial y portavoces de 60 organizaciones no gubernamentales, el presidente de Colombia, Andrés Pastrana, urgió «avanzar en consensos globales».
«Están en cuestión los modelos de desarrollo y los riesgos son cada día mayores», advirtió Pastrana.
«La globalización con su inevitabilidad se ha traducido en el aumento de la brecha entre ricos y pobres», lo cual requiere cumplir los postulados de la Cumbre de la Tierra celebrada en Río de Janeiro en 1992: lograr un equilibrio entre lo económico, lo social y lo ambiental, agregó Pastrana.
Pastrana pidió una nueva ética frente a los problemas ambientales y criticó las operaciones en Colombia de una nueva categoría de enemigos de la naturaleza a los que denominó «narcoterroristas ecológicos».
A ellos atribuyó la devastación de un millón de hectáreas de bosques en la última década y el vertido a fuentes de agua de los residuos de 900.000 toneladas de precursores químicos para el cultivo ilegal de coca, adormidera (amapola) y marihuana.
La inequidad de las relaciones económicas mundiales y su efecto en el desequilibrio ambiental también fueron cuestionados por la indígena guatemalteca y premio Nobel de Paz Rigoberta Menchú.
«La sordera de hoy será el camino de la autodestrucción en la que parece hemos entrado irreversiblemente. «, sostuvo Menchú en la sesión inaugural del foro ministerial.
«La globalización no puede significar el fin de las soberanías ni la seguridad pretexto para la destrucción, el hambre y la desesperación de cuatro quintas partes de la población», afirmó Menchú.
Dos grandes capítulos se abordarán en Cartagena: la gobernancia ambiental mundial y los acuerdos multilaterales y medidas para contrarrestar el efecto nocivo del desplazamiento de la producción de químicos del Norte industrial al Sur en desarrollo.
La mayor discusión, que deja en evidencia coincidencias entre países o bloques de intereses, es cómo lograr un manejo planetario coordinado y acorde con las premuras formuladas en defensa del ambiente.
Existen 500 acuerdos y tratados internacionales en materia de ambiente, 60 por ciento de los cuales fueron aprobados con posterioridad a la creación del Pnuma en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Humano, realizada en Estocolmo en 1972.
El director ejecutivo del Pnuma, Klaus Toepfer, reconoció que de la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro a la fecha «se ha hecho un progreso real en materia ambiental», pero llamó la atención acerca de «los nuevos y aún más complejos problemas surgidos con posterioridad».
Desde 1982, se agudizó el impacto ambiental del comercio internacional y de la globalización, la diferencia de patrones de consumo entre los países industriales y las naciones en desarrollo, el cambio climático, el hueco de la capa de ozono y la «relación crítica entre pobreza y ambiente», explicó Toepfer.
El ministro del Medio Ambiente de Colombia, Juan Mayr, dijo a IPS que la reunión en Cartagena procurará «el fortalecimiento del rol de autoridad y financiamiento del Pnuma, para que la discusión de los dos últimos años sobre gobernabilidad ambiental mundial concluyan como una gran contribución al avance del desarrollo sostenible».
«En los últimos diez años se ha avanzado en una serie de arreglos institucionales y en acciones, pero no hemos tenido un gran debate sobre los temas éticos», agregó Mayr.
«La crisis social tienen mucho que ver con la discusión del desarrollo sostenible, pero ante todo es necesario tener una nueva ética, lograr un nuevo acuerdo social. Ahí podemos solucionar muchos de los problemas de pobreza, desarrollo y financiamiento», afirmó.
El ministro abogó por articular «las diferentes convenciones y acuerdos multilaterales ambientales, que requieren una visión sistémica, integradora, que permita tender puentes y avanzar hacia procesos de desarrollo sostenible que no se pueden abordar independientemente porque requieren esfuerzos comunes».
El director de la no gubernamental Unión Internacional para la Naturaleza, Achin Steiren, sostuvo que «la cooperación internacional representa una esperanza para que esta reunión logre obtener mayor poder en sus propios países en la toma de decisiones en el plano económico»,
«Si de Cartagena no sale un mensaje sobre los vínculos entre medio ambiente y desarrollo y cuáles son las prioridades, las de Johannesburgo no serán decisiones muy importantes», precisó.
Por su parte, el director político de la organización ambientalista Greenpeace Internacional, Remi Parmentier, dijo a IPS que «los acuerdos de Río de Janeiro planteaban darle prioridad al desarrollo sostenible».
En ese sentido, «lo primero que los países ricos debieron hacer — y no hicieron— fue cambiar sus pautas de consumo y mermar la presión sobre la biodiversidad de los países en desarrollo y el clima global», indicó Parmentier.
El activista cuestionó «la doble moral de los países ricos», que «aumentan su presupuesto militar» sin un incremento en su ayuda a los países en desarrollo, que «carecen de medios para detectar el daño ambiental y repararlo».
Se espera que las organizaciones no gubernamentales emitan una declaración final sobre la necesidad de resolver el conflicto entre la gobernancia internacional de las políticas de ambiente y las pautas dictadas por la Organización Mundial del Comercio, agudizadas progresivamente desde la Cumbre de la Tierra.
También se prevé que los representantes de la sociedad civil exhorten a los países a ratificar con urgencia el Protocolo de Kyoto, sobre reducción de emisiones de gases invernadero, y el de Cartagena, sobre bioseguridad, aprobados en 1997 y en 1999 respectivamente.
La acumulación en la atmósfera de gases invernadero, el principal de los cuales es el dióxido de carbono, originado por la quema de combustibles fósiles derivados del carbón, gas y petróleo, impiden que el calor se disipe hacia el espacio exterior.
Ese fenómeno aumentó la temperatura planetaria entre 1,4 y 5,8 grados centígrados en este siglo y elevó el nivel de los océanos entre 0,1 y 0,9 metros, anegando vastas regiones.
En el decenio transcurrido desde la Cumbre de la Tierra, los 1.000 millones de pobres entonces calculados por el Banco Mundial aumentaron a 2.800 millones, mientras el ingreso promedio de los 20 países más ricos es 37 veces superior al de las 20 naciones más pobres, advirtió Menchú. (FIN/IPS/mig/mj/en/02