COLOMBIA: Resistencia indígena contra grupos armados

Comunidades de los meridionales departamentos colombianos de Cauca y Caquetá ensayan formas de resistencia civil contra las guerrillas izquierdistas y los paramilitares de derecha, cuyo éxito inspira a otras poblaciones del país.

Uno de los últimos casos ocurrió en víspera de año nuevo en Cocunuco, departamento de Cauca, donde habitantes armados sólo con flautas y tambores se enfrentaron a insurgentes del Ejército de Liberación Nacional (ELN).

En esa ocasión fue muerto de un balazo el líder indígena Jimy Guauña, un joven estudiante de derecho que había sido uno de los primeros en tomar su tambor y salir a la plaza al grito de «queremos la paz, no destruyan el pueblo», para impedir que la comunidad fuera tomada por los guerrilleros.

La localidad de Milán, en Caquetá, también fue escenario de una resistencia popular similar esa misma noche del 31 de diciembre, cuando los campesinos fueron convocados por el cura párroco del lugar al escuchar los primeros disparos.

Tras concentrarse en la plaza central, portando pañuelos blancos, entonaron el himno de Colombia y, al grito de «no queremos más guerra», rodearon la estación de policía para impedir que continuara el ataque insurgente.

Milán está ubicada muy cerca de la zona del sudeste del país de 42.000 kilómetros cuadrados, cuya cabecera es San Vicente del Caguán, desmilitarizada para desarrollar las negociaciones de paz entre el gobierno de Andrés Pastrana y las rebeldes Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

El primer ejemplo de resistencia civil, que ahora se propaga por el resto del país que sufre las consecuencias del conflicto armado interno, lo dio Bolívar, una población asentada en una ladera de las montañas de Cauca, habitada en su mayoría por indígenas.

Bolívar fue ocupada en julio por cientos de guerrilleros de las FARC, quienes obligaron a los habitantes de las cercanías de la estación de policía local a evacuar sus viviendas, para luego destruir la manzana completa con bombas fabricadas en cilindros de gas propano.

Los insurgentes volvieron el l6 de noviembre para destruir el improvisado cuartel, levantado en la casa de la cultura tras el ataque de julio, y pretendían llevarse prisionero a cinco uniformados.

Sin embargo, a las cinco de la mañana del día siguiente y de manera sorpresiva, el pueblo entero salió a las calles para ayudar al resto de los policías que defendían el cuartel.

«¡Qué valientes, ustedes armados y nosotros desarmados!», gritaron los pobladores a los guerrilleros mientras les desinflaban los neumáticos de la camioneta en la que pensaban llevarse a los cinco miembros del cuerpo de seguridad.

Finalmente, cerca del medio día lograron que las FARC entregasen a los prisioneros y se marcharan en medio de gritos hostiles de los vecinos que repetían: «Bolívar quiere paz» y «el pueblo unido jamás será vencido».

Otra acción militar de esa guerrilla, la mayor del país, fue abortada por la comunidad de Bolívar el 1 de diciembre, gracias a las barricadas improvisadas por sus habitantes, y 10 días después repitieron un éxito similar, esta vez portando velas, chirimías (grupos de música indígena) y consignas.

El senador indígena por Cauca Jesús Enrique Piñacué señaló que esa resistencia civil tiene un claro origen en la comunidad paez, que habita ese departamento, el de mayor población aborigen del país.

«No nos queda otro recurso. Es el único instrumento para defendernos», dijo Piñacué a IPS.

Comentó que una experiencia parecida se remonta a los años 70, cuando nació como autodefensa el grupo armado Quintín Lame para presionar a las FARC, el ELN, la segunda guerrilla colombiana, y el M-19, legalizado en 1990.

«Por un tiempo fue productivo, pero luego lo coparon las guerrillas y el movimiento indígena, en l991, pidió la entrega de armas», explicó Piñacué.

Las últimas movilizaciones de defensa civil son en reacción a la insistencia de la insurgencia «en someter la causa indígena», aseguró el legislador, quien precisó que la comunidad paez ya expulsó de sus marchas de protesta contra el incumplimiento de promesas oficiales a los guerrilleros que se querían infiltrar.

«Le veo un futuro importante a estas expresiones cívicas, siempre que sean acciones comunitarias y cuenten con el respaldo político del Estado, que aún no ha llegado», agregó.

Pero los líderes de estas movilizaciones pacíficas se sienten amenazados. En Bolívar circuló un volante que indicaba: «los 'sapos' (delatadores) mueren aplastados».

Los panfletos de amenaza para no dejarnos atacar por los guerrilleros «son sólo papeles insignificantes, porque nosotros unidos estamos dispuestos a defendernos cuantas veces sea necesario, así nos toque pagar con la vida», dijo Manuel Cruz a un periodista del diario El Tiempo.

Piñacué no descarta una «lucha durísima» y puso como ejemplo de ello el asesinato de Cristobal Secue Tombe, el 23 de junio, y el de otros 13 indígenas de Corinto hace dos meses.

Los guerrilleros llegaron a las siete de la mañana a la casa del líder indígena Secue Tombe, en la vereda la cuchilla de Caloto, en Cauca, y le dispararon a quemarropa, narró.

Suecue Tombe había sido declarado «maestro en sabiduría» por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, en reconocimiento por su capacidad para entender y fortalecer su cultura indígena. «El era el espíritu paez», afirman sus compañeros.

Sin embargo, varias poblaciones de otras zonas del país han mostrado interés en copiar esta experiencia caucana.

Dirigentes de la resistencia civil, a fines de este mes, ofrecerán charlas y guiarán a los habitantes de Pijao, Salento, Génova y Córdoba los más golpeados por las FARC en el central departamento de Quindio.

Los indígenas promotores de la resistencia civil, en la que junto a su música autóctona utilizan canciones de la cantante argentina Mercedes Sosa, del español José Luis Perales y del guatemalteco Ricardo Arjona, han pedido a los medios de comunicación y a los políticos «no usar» su protesta para promover otras causas.

Los campesinos nativos han dejado en claro también que su lucha contra la ocupación guerrillera no significa el apoyo a otros grupos armados y piden respeto a su autonomía, pues no se sienten representados ni por los rebeldes ni por los paramilitares. (FIN/IPS/yf/dm/hd/02

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