CHINA-EEUU: Beijing se prepara para recibir a Bush

La visita a China el mes próximo del presidente de Estados Unidos, George W. Bush, pareció en un principio improvisada, pero algunas decisiones demostraron que Beijing tiene una agenda cuidadosamente preparada.

El gobierno chino adoptó varias medidas destinadas a complacer a Washington desde el anuncio de la visita para el 21 y el 22 de febrero, que coincidirá con el 30 aniversario de la histórica cumbre en Beijing entre el presidente estadounidense Richard Nixon y su par Mao Zedong.

A partir del anuncio de la visita de Bush, Beijing liberó a un académico del Tíbet de prisión, lanzó un nuevo ataque contra grupos separatistas musulmanes y evitó una nueva disputa por espionaje con consecuencias potencialmente explosivas para ambos países.

Al honrar con una serie de gestos políticos el 30 aniversario de la visita de Nixon a lo que entonces era un país comunista cerrado, el gobierno chino trata de promover la confianza mutua y conseguir algunos objetivos nacionales, opinaron observadores.

Ya sea que el hallazgo de 20 micrófonos ocultos en un avión fabricado por Estados Unidos para el presidente chino Jiang Zemin sea verdad o no, Beijing se esforzó por evitar un nuevo enfrentamiento por espionaje.

En lugar de permitir que el supuesto intento de espionaje se transformara en causa de indignación pública, las autoridades lo mantuvieron fuera de la prensa oficial.

Un portavoz de la cancillería china descartó el martes que el incidente pueda afectar la visita de Bush a China el mes próximo.

«He oído sobre ello pero no conozco detalles y no preveo ningún impacto de este tema sobre otros», declaró Sun Yuxi a medios extranjeros en una conferencia de prensa regular.

Sin embargo, para capitalizar el manejo diplomático de una cuestión tan explosiva, Sun destacó que «China es un país amante de la paz y no constituye una amenaza para nadie, por lo tanto no sirve de nada espiarlo».

Esta actitud contrasta con la fuerte reacción de Beijing en abril de 2001 ante la colisión entre un caza chino y un avión espía de Estados Unidos sobre aguas territoriales de China.

La indignación pública forzó entonces al gobierno a adoptar una línea más dura frente a Estados Unidos, sin beneficios perceptibles. Muchos chinos creen que Washington teme el creciente poder de China, y por lo tanto recelan de la superpotencia.

Aunque informes de la prensa extranjera sugieren que Jiang está furioso por la supuesta colocación de micrófonos en su avión, el incidente se ha manejado con suma discreción desde septiembre.

Pero si Jiang le plantea una protesta a Bush en persona, la presión de Beijing por las actividades de reconocimiento de Estados Unidos sobre las costas chinas podría ser mucho mayor.

Aviones espía estadounidenses EP-3 siguen vigilando rutinariamente las costas sur y este de China, pese a la colisión en abril sobre la isla de Hainan que causó la muerte a un piloto chino y un duro enfrentamiento diplomático.

Luego de los atentados del 11 de septiembre en Nueva York y Washington, China y Estados Unidos forjaron una frágil alianza contra el enemigo común del terrorismo.

Pero cuando se acerca el fin de la campaña militar estadounidense en Afganistán y resurgen asuntos contenciosos entre Beijing y Washington, China decidió tomar la iniciativa para mejorar los vínculos bilaterales.

El pasado fin de semana, Beijing liberó inesperadamente bajo palabra al musicólogo tibetano Ngawang Choepel, quien cumplió seis años y medio de una sentencia de 18 años de prisión por espionaje, por supuestas razones médicas. Choepel se fue a Estados Unidos.

Diplomáticos y legisladores estadounidenses, además de varias organizaciones humanitarias internacionales, habían reclamado esa liberación durante años.

El embajador de Estados Unidos, Clark Randt, aprobó la medida en declaraciones formuladas en Hong Kong, y recordó que el presidente Bush destacó en la cumbre de Asia-Pacífico en octubre la importancia del respeto a «los derechos religiosos y los derechos humanos».

El Centro Tibetano para los Derechos Humanos y la Democracia, establecido en India, consideró que la liberación estuvo «programada» para coincidir con la visita de Bush y evitar las críticas internacionales en la próxima reunión en Ginebra de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, en marzo.

Otra medida de Beijing, destinada a obtener el respaldo de Washington para la lucha contra el separatismo musulmán en la provincia occidental de Xinjiang, fue la publicación de un extenso informe que vincula ese movimiento separatista con el extremismo islámico radicado en Afganistán.

El informe de la oficina de información del Consejo de Estado afirma que los tres grupos separatistas musulmanes de Xinjiang recibían dinero, entrenamiento y armas del derrocado grupo radical islámico Talibán y de la red terrorista Al-Qaeda, responsabilizada por los atentados del 11 de septiembre.

Hasta ahora, Washington se negó a respaldar la represión de los separatistas chinos en Xinjiang, pero Beijing insistirá en que no debe haber doble discurso en la lucha mundial contra el terrorismo, prevén observadores.

Queda por ver si la visita de Bush tendrá una trascendencia siquiera semejante a la de Nixon, el 21 de febrero de 1972.

La cumbre de Nixon y Mao Zedong marcó una nueva era en las relaciones de China con el mundo exterior. En aquel entonces, ambos países temían la expansión soviética, y China padecía los desastrosos efectos de su Revolución Cultural (1966-76).

La reaproximación bilateral llevó a una alianza contra la Unión Soviética y estableció las bases del crecimiento económico de China. (FIN/IPS/tra-en/ab/js/mlm/ip/02

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