Una inversión enérgica en los servicios de salud de los países pobres, financiada con fondos propios y donaciones de las naciones industrializadas, puede salvar millones de vidas y también contribuir al desarrollo de las áreas menos avanzadas.
Esa ecuación constituye el fundamento de un plan elaborado por un grupo internacional de destacados economistas y expertos de otras áreas, que fue entregado este jueves a la directora general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Gro Harlem Brundtland.
Los especialistas llegaron a la conclusión de que son mucho más firmes de lo que se pensaba los lazos que vinculan la salud con la reducción de la pobreza y el crecimiento económico.
El paradigma propuesto por los expertos sostiene que la mejora de la salud es un requisito decisivo para el desarrollo económico de los países pobres.
Ese principio contrasta con la opinión de que la salud mejorará de manera automática, como consecuencia del crecimiento económico.
El plan, fruto de dos años de trabajo de la Comisión sobre Macroeconomía y Salud creada por Brundtland, presenta un nuevo modelo de asistencia al desarrollo, evaluó Daniela Bagozzi, portavoz de la OMS.
Los países ricos, al contribuir a la lucha contra las enfermedades que aquejan a los desposeídos, obtendrán beneficios derivados de la mayor estabilidad política y social de los países pobres, así como de la aceleración de su desarrollo económico, calculan los autores del programa.
El informe sostiene que una gran proporción de los decesos evitables en los países pobres se deben a un número reducido de problemas de salud.
Con medidas bien orientadas, basadas en tecnologías ya existentes, se podrían salvar cada año ocho millones de vidas y, al mismo tiempo, producir beneficios económicos superiores a 360.000 millones de dólares anuales en el periodo 2015-2020.
Para alcanzar esos resultados se requeriría una ampliación de la cobertura de las intervenciones esenciales de salud en los países de bajos ingresos, a un costo calculado de 66.000 millones de dólares por año.
Esos recursos provendrían de los países donantes de altos ingresos y de las propias naciones beneficiadas, especificó el presidente de la Comisión, el economista estadounidense Jeffrey D. Sachs, al hablar en la ceremonia de divulgación del plan, realizada en Londres.
En la actualidad, la asistencia oficial al desarrollo aportada en materia de salud por los países donantes se eleva a unos 6.000 millones de dólares por año, pero aumentaría a 27.000 millones para 2007 si se cumple el plan de la Comisión.
Se trata de un pacto entre países donantes y países en desarrollo, explicó Bagozzi. La ayuda aportada por los países de ingresos altos ascendería a 0,1 por ciento de su producto interno bruto (PIB).
Los países en desarrollo elevarían su gasto presupuestario en salud en una suma equivalente a uno por ciento del PIB para 2007 y a dos por ciento en 2015.
El gasto se destinaría a combatir las principales enfermedades de la pobreza, como son el paludismo, la tuberculosis, las enfermedades de la infancia y el virus de inmunodeficiencia humana (VIH) y su derivación el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida).
El plan de los expertos incursiona también en cuestiones de la salud que han sido objeto de disputas ásperas en el campo internacional en los últimos años, como el acceso a los medicamentos por parte de los habitantes de las naciones en desarrollo.
La Comisión propone un nuevo marco internacional para el acceso a los medicamentos que salvan vidas, con disposiciones que han sido objetadas por las industrias farmacéuticas transnacionales.
El informe contempla el establecimiento de normas sobre fijación diferenciada de precios para un mismo medicamento, de acuerdo a la capacidad adquisitiva de la población.
Con ese sistema, los países ricos solventarán los costos de investigación y desarrollo de nuevos fármacos y los países pobres pagarán sólo los costos básicos de producción, sintetizó Bagozzi.
Otra de las propuestas se refiere a la concesión de licencias para la fabricación de medicamentos por parte de productores de fármacos genéricos de alta calidad para su uso en países pobres.
Esa concesión se otorgaría cuando la industria farmacéutica optara por no abastecer a esos mercados o cuando los fabricantes de medicamentos genéricos pudieran demostrar su capacidad de producirlos con alta calidad a un costo notablemente inferior.
El plan constituye un mecanismo más transparente y responsable para ayudar a los países en desarrollo a través de la sanidad, pero también de otras áreas de la sociedad, puntualizó Bagozzi.
La Comisión está integrada, además de Sachs, por Daniel Cohen, profesor de economía en París, Manmohan Singh, ex ministro de Economía de India, Eduardo Doryan, representante del Banco Mundial, y Supachai Panitchpakdi, futuro director general de la Organización Mundial de Comercio.
Otros miembros son Zephirin Diabre, administrador asociado del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, Robert Fogel, premio Nobel de Economía de 1993, y Nora Lustig, presidenta de la Universidad de las América-Puebla (México).
También figuran K.Y. Amoako, secretario de la Comisión Económica para Africa de la Organización de las Naciones Unidas, Eduardo Aninat, subdirector del Fondo Monetario Internacional, y Dean Jamison, director del Programme on International Health and Education, de la Universidad de California, Estados Unidos.
La lista se completa con Isher Ahluwalia, directora del Indian Council for Research on International Economic Relations, Richard Feachem, del Institute for Global Health de San Francisco, Anne Mills, profesora de la London School of Hygiene and Tropical Medicine, y Harold Vermus, premio Nobel de Fisiología y Medicina de 1989. (FIN/IPS/pc/dm/he/01