El colapso del régimen Talibán en Afganistán, luego de una dura resistencia en las primeras semanas de bombardeos de Estados Unidos, se asemejó a lo ocurrido con la alardeada maquinaria militar de Iraq en la guerra del Golfo, en 1991.
Hace 10 años, parecía que Estados Unidos iba a enfrentar a un «enemigo poderoso» que era presentado casi como un igual, pero Iraq se vio obligado a retirarse de Kuwait en muy poco tiempo.
En Afganistán, el grupo fundamentalista islámico Talibán dejó el poder como lo tomó: sin una pelea.
Luego de su pacífica conquista de Kandahar en noviembre de 1994, los milicianos Talibán capturaron una por una las principales ciudades afganas en rápida sucesión mediante rendiciones pacíficas, que culminaron en la toma de la capital, Kabul, en septiembre de 1996.
Las rendiciones se alcanzaron mediante negociaciones por las que los comandantes cambiaban de bando. Muchos de ellos obtuvieron luego un puesto de poder como aliados y socios de Talibán.
Fueron típicos acuerdos tribales similares a los que dieron lugar este mes a la rendición de Kandahar, alcanzada mediante negociaciones entre el líder del nuevo gobierno interino afgano, Hamid Karzai, y emisarios del mulá Omar, el líder supremo de Talibán. Ambos nacieron en Kandahar.
Inicialmente, Karzai anunció una amnistía para los Talibán que se rindieran, incluso para el mulá Omar, a quien se permitiría «llevar una vida digna en su aldea».
Pero el secretario de Defensa de Estados Unidos, Donald Rumsfeld, vetó de inmediato ese arreglo al declarar a la prensa, el día 6, que el mulá debería ser juzgado.
Rumsfeld amenazó también con respaldar a otros grupos afganos si Karzai insistiera en la amnistía, pero Karzai se retractó de inmediato. «El tiempo para la amnistía del mulá Omar ya pasó, porque no ha renunciado al terrorismo», declaró el líder afgano.
Este hecho reflejó la naturaleza de las interacciones en la sociedad tribal de Afganistán, donde los enemigos se convierten en amigos de la noche a la mañana en un espíritu de «perdón y olvido», o a la inversa, los amigos se convierten en enemigos de un momento a otro.
Talibán era un movimiento amorfo de fanáticos inspirados por la misión de reformar la sociedad afgana según su propia visión primitiva de una sociedad «ideal». Esa inspiración era más tribal que religiosa.
El grupo extremista nunca fue una fuerza política o militar organizada. Por ejemplo, sus soldados nunca usaron uniforme, y su estructura de comando, si existía, no era una cadena jerárquica como la de un ejército regular.
Por lo tanto, es casi gracioso oir que funcionarios del Pentágono hablen de los «puestos de control y comando» de Talibán, de sus «activos militares» o de que Estados Unidos estableció «una supremacía aérea total», como si peleara contra un enemigo de igual nivel militar.
Como preparación psicológica para la guerra, Washington tuvo la necesidad de crear una imagen exagerada de Talibán como fuerza militar antes de lanzar sus ataques el 7 de octubre para derrocar a ese grupo y capturar a su protegido, el saudí Osama bin Laden, principal sospechoso de los atentados del 11 de septiembre.
El ejército de Talibán nunca tuvo más de 50.000 voluntarios barbados y con turbante, vestidos con los típicos pantalones y camisas muy holgados, en general con un rifle Kalashnikov al hombro. Entonces, ¿cómo lograron tomar el poder tan fácilmente?
El momento y los objetivos escogidos fueron importantes. Los Talibán llegaron a Afganistán en medio de la peor forma de despotismo de los comandantes militares, cada uno de los cuales tenía un feudo donde robaba, saqueaba, secuestraba niños y mujeres u obligaba a los viajeros a pagarles «impuestos».
La población afgana, luego de 15 años de guerra, primero contra las fuerzas soviéticas y luego entre los comandantes mujaidines, ansiaba la paz y algo parecido a un gobierno honesto y ordenado.
Así fue que Talibán la emprendió contra los comandantes corruptos empleando la «justicia revolucionaria», que consistía en ejecuciones sumarias en público.
¿Cuáles fueron los factores que provocaron la caída de Talibán, en un principio respaldado o al menos tolerado por Estados Unidos para que actuara como contrapeso de Irán?
En primer lugar, los bombardeos masivos, que sólo se asemejaron en intensidad a los realizados sobre Iraq en 1991 o en Vietnam en los años 60 y 70.
Estados Unidos, según sus propias palabras, se quedó «sin objetivos que bombardear», y una continuación de la guerra implicaba más daños a la población civil, dado que la diferencia entre ésta y los guerrilleros Talibán era muy difusa.
En segundo lugar, la ausencia total de apoyo externo selló el destino de Talibán.
Pakistán ya le había retirado todo respaldo, mientras que Arabia Saudita y Emiratos Arabes Unidos, los otros dos países que reconocían a Talibán como gobierno, también le quitaron su apoyo y reconocimiento, dejando al movimiento como un grupo de corderos cercados por leones.
En tercer lugar, Estados Unidos aprovechó fácilmente a la opositora Alianza del Norte, que también gozaba del respaldo de Rusia, Irán, India, Turquía, Tajikistán y Uzbekistán, además de grupos afganos no patanes (pashtuns).
Finalmente, los Talibán se transformaron en víctimas de la imagen que ellos mismos promocionaron: sobreestimaron su fuerza y su respaldo entre el pueblo afgano, y subestimaron la fuerza y el respaldo de sus adversarios. (FIN/IPS/tra-en/mh/js/mlm/ip/01