El comienzo el 17 de noviembre del Ramadán, el mes sagrado del Islam, será un punto de inflexión no sólo en la guerra de Estados Unidos en Afganistán, sino para los declinantes precios internacionales del petróleo.
Gobernantes islámicos asociados a la coalición que encabeza Washington, como el presidente pakistaní Pervez Musharraf, han pedido reiteradamente que las fuerzas estadounidenses detengan sus operaciones militares cuando llegue el mes dedicado por el mundo musulmán al recogimiento y el ayuno.
Washington deberá decidir entonces si los objetivos militares y políticos que haya alcanzado son suficientes, si reducirá los ataques o si, por el contrario, aumentará la presión sobre Kabul e incluso si ampliará la ofensiva para llevarla a Iraq, como pide el sector más duro del gobierno estadounidense.
«Un ataque a Iraq o la extensión del conflicto más allá de las fronteras afganas incidiría en la cantidad y calidad del apoyo de gobiernos árabes a Estados Unidos, generando de algún modo turbulencias que se reflejarían en el mercado» petrolero, dijo a IPS un alto funcionario del grupo estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA)
Pero «esa hipótesis no forma parte de los escenarios» estudiados por los exportadores para determinar su política de precios, aclaró el informante, que pidió reserva de identidad.
Por el contrario, agregó, el factor petrolero podría convertirse en un «desestímulo a una extensión de los ataques sobre otras naciones», agregó.
El semanario Middle East Economic Survey, editado en Nicosia, previó que un extensión de la guerra a Iraq o a otro país árabe «puede ser deseable para los israelíes o para Osama bin Laden, pero no hará progresar mucho los intereses de Estados Unidos».
La publicación especializada en asuntos económicos de Medio Oriente recordó que «no hay evidencia que enlace al gobierno iraquí con los acontecimientos del 11 de septiembre», según el primer ministro británico Tony Blair, principal aliado de Estados Unidos en su guerra contra Afganistán.
De cualquier manera, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), entre cuyos 11 miembros figura Iraq, realizará una conferencia en vísperas del Ramadán, el 14 de noviembre en Viena, para decidir medidas que apuntalen los precios del crudo. El panorama político será entonces más claro.
Los ingresos de la OPEP disminuyeron este año, pese a tres recortes sucesivos de su producción con los cuales retiró del mercado un total de 3,5 millones diarios de barriles de 159 litros.
Oficialmente, sus socios —excluido Iraq, cuyas cuotas de producción son acordadas con la Organización de las Naciones Unidas— producen 23,2 millones de barriles por día, 37 por ciento de los 76,8 millones de unidades diarias de la oferta mundial actual.
Pero instituciones especializadas como la Agencia Internacional de Energía, de los países industrializados, detectaron en septiembre y en lo que va de octubre una sobreproducción de la OPEP cercana a 1,2 millones de barriles diarios.
Actualmente hay sobreoferta en el mercado. El experto venezolano Alberto Quirós lo atribuyó a tres factores, el primero de los cuales es la contracción de la economía mundial registrada este año, lo que se tradujo en menor demanda de energéticos, sobre todo en Estados Unidos, el mayor importador.
En segundo término, Quirós sostuvo que los precios relativamente altos de los dos años anteriores favorecieron inversiones, que a su vez aumentaron el volumen de petróleo en el mercado. La consecuente combinación de menor demanda y mayor oferta deprimió los precios.
En tercer lugar, el experto ubicó «a la misma OPEP, que es su mayor verdugo», pues sus países miembro violan «constantemente» los pactos de producción que dicen aceptar.
Antes de la conferencia de noviembre, el presidente venezolano Hugo Chávez visita varias de las capitales de la OPEP y dialoga con gobernantes de otros países que son importantes productores y consumidores de petróleo —Canadá, Gran Bretaña, México y Rusia— para un nuevo entendimiento que apuntale los precios.
La cesta de siete crudos de la OPEP, que se vendió en 2000 a un promedio de 27,55 dólares por barril, cayó este año a 24,40 dólares y disminuye casi cada día. En octubre alcanzó apenas a 19,55 dólares.
Otros precios de referencia como el dulce ligero estadounidense o el Brent del mar del Norte bajaron en un año de más de 30 dólares a alrededor de 20 dólares por barril.
Venezuela, único socio latinoamericano de la OPEP, presupuestó la venta de su crudo este año a un mínimo de 20 dólares por barril, para una exportación inicialmente estimada en 2,8 millones de barriles diarios.
Los sucesivos recortes de producción redujeron la meta de exportación a cerca de 2,4 millones de barriles, a solo 16 dólares y algunos centavos por barril.
Si los precios siguen bajos o descienden aun más, mermarán los ingresos del Estado venezolano —que empezó a echar mano de un fondo de estabilización financiera creado con ese fin—, pero ocurrirá otro tanto si disminuye la producción y con ello los volúmenes colocados, en beneficio de exportadores competidores, observó el ex ministro de Energía, Humberto Calderón.
En situación semejante están los demás países de la OPEP, confrontados al dilema político y económico de que una merma de la producción para subir los precios perjudique al principal importador, Estados Unidos, embarcado en una guerra y urgido de una recuperación económica que se facilitaría con energía más barata.
Por ello, el presidente Chávez, en su peregrinación de varias semanas por el norte de Africa, el Golfo, Europa y América del Norte, ha explorado distintas fórmulas, como cambiar la banda de precios de la cesta de la OPEP —de un piso de 22 y un techo de 28— que sirve de guía para que la organización decida aumentos o recortes de la producción.
Al promediar esta semana, Chávez se declaró en Londres partidario de que la OPEP recorte su produccón actual un millón de barriles diarios, propuesta en la que hasta ahora le acompañan Iraq, Libia y Qatar.
En cambio, Arabia Saudita e Irán, los mayores productores del grupo, deshojan la margarita de opciones y no parecen inclinados a reducir la actual oferta petrolera.
De cualquier manera, la declinación de los precios, aunque sostenida, no es brusca, lo que da margen a esperar hasta el 14 de noviembre, muy cerca del inicio de Ramadán, cuando podrá apreciarse si la guerra ya habrá mermado o si se irradia desde su actual escenario.
Los países importadores, en particular los pertenecientes al Sur en desarrollo, pueden entre tanto esperar beneficiarse de lo que atribula a los ricos en hidrocarburos. No sólo por el menor precio de los productos energéticos, sino por la abundante oferta y la hasta ahora sostenida seguridad en el suministro. (FIN/IPS/jz/mj/if/01