Indígenas del interior profundo de la Amazonia brasileña demarcaron por cuenta propia parte de su zona ante la demora del gobierno en reconocer sus tierras, amenazadas de invasión por una empresa maderera de Malasia.
El pueblo Dení tomó esa actitud debido a que espera una resolución oficial desde 1995, justificaron los líderes de esa comunidad ubicada entre los ríos Purús y Juruá, 700 kilómetros al sudoeste de Manaos, capital del estado de Amazonas.
Cálculos realizados hace seis años indicaron que el grupo estaba conformado por 570 personas.
La demarcación empezó el 11 de septiembre, 21 días después de que se agotara el plazo para que el ministro de Justicia, José Gregori, firmara el decreto reconociendo oficialmente los límites del territorio Dení, indicados en un estudio hecho por un equipo interdisciplinario dirigido por el antropólogo Rodrigo Chaves.
Para llevar a cabo la delimitación territorial los indígenas pidieron apoyo logístico, en especial en transporte y alimentación, a las organizaciones no gubernamentales Greenpeace, Consejo Indigenista Misionero y Operación Amazonia Nativa.
El 27 de septiembre la Fundación Nacional del Indígena (Funai), organismo del Ministerio de Justicia encargado de cuidar la población autóctona, comunicó al grupo ambientalista Greenpeace que se debía suspender la demarcación.
«La orden llegó a destinatario equivocado, porque la iniciativa fue de los Dení, no de las organizaciones no gubernamentales que sólo los apoyan técnicamente», dijo a IPS Paulo Adario, coordinador de asuntos amazónicos de Greenpeace.
Los indígenas, tras recibir finalmente el mensaje, respondieron a la Funai el 30 de septiembre.
«Dení esperó mucho por la demarcación, (pero) la demarcación no vino. Dení decidió hacer el trabajo», dice la carta en la lengua arawá, firmada por 10 líderes, pero hablando en nombre del grupo, en el singular, realzando la unidad.
«Dení sólo interrumpirá el trabajo si Funai indicar la fecha precisa del inicio de demarcación y aceptar el trabajo que Deni ya hizo. Espero respuesta el 3 (de este mes). No recibiendo respuesta, Dení sigue trabajando», finaliza la carta.
Gregori firmó finalmente el miércoles el decreto de reconocimiento del territorio, lo que debe poner fin al conflicto y representa un triunfo de los Dení, sostuvo Adario.
Pero será difícil validar el trabajo ya hecho por los indígenas, según Wagner Pereira Sena, jefe del Departamento del Patrimonio Indígena y Medio Ambiente de la Funai.
La demarcación, por determinación constitucional, compete al gobierno federal y exige ciertas normas técnicas y jurídicas, como el derecho al cuestionamiento, lo cual excluye que sea decidido exclusivamente por una parte interesada, explicó.
La Funai «no impide», sino que estimula «la participación de las comunidades indígenas» en la demarcación, en un proceso «interactivo», reconociéndoles el conocimiento y un «sentimiento de territorialidad arraigado», pero no puede desligarse de sus prerrogativas, acotó Sena.
Sobre el atraso en las tareas de la Funai, Sena admitió que faltan recursos materiales y financieros para la institución, que desde 1986 no logra realizar concursos para admisión de nuevos funcionarios. Sin embargo, señaló que ya fueron demarcadas 360 de las 580 áreas indígenas existentes en Brasil.
La zona de los Dení debe tener sus límites físicamente marcados, con hitos y claros en el bosque, el próximo año, siguiendo una programación de la Funai, que prevé demarcaciones hasta 2007.
Una prioridad excepcional, como pretenden los Dení, depende de razones muy fuertes, señaló Sena.
Los requerimientos técnicos de una demarcación son complejos, pues hay áreas en que el trabajo tuvo que ser repetido tres o cuatro veces, observó.
Por eso, el funcionario teme que la iniciativa de los Dení, estimulados o no por las organizaciones no gubernamentales, los lleve a la frustración.
Los indígenas y los activistas argumentan, en contrapartida, que, según la Constitución de 1988, el gobierno debería haber concluido todas las demarcaciones en 1993.
Además, Greenpeace descubrió en 1999 que parte de las tierras Dení habian sido «adquiridas» irregularmente por la WTK, una empresa malasia que tiene en la Amazonia una subsidiaria, llamada Amaplac, que exportaba madera de manera ilegal, Por esa razón fue blanco de una acción de las organizaciones internacionales.
La misma WTK reconoció que 150.000 hectáreas de las 313.000 compradas en 1996 están dentro del territorio Dení, apuntó Adario.
Pero también hay otros dos brasileños que afirman ser dueños de tierras que coinciden con parte del área indígena, cuyo total es de 1,53 millones de hectáreas.
Ante la amenaza de invasión por extractores de madera, los indígenas empezaron por marcar los límites más vulnerables de sus tierras, con claros en que plantaron palmeras que les proporcionarán alimentos, como cocos y palmitos, informó Adario.
El activista de Greenpeace espera que esa demarcación parcial sea reconocida por la Funai, ya que representaría una reducción de costos. Añadió que no hay razones técnicas para invalidar el trabajo, pues los indígenas fueron capacitados por excelentes agrimensores y otros expertos desde el año pasado.
Los indígenas habían pedido a Greenpeace que los ayudaran a capacitarse para «participar en la demarcación», pues temían perder parte de sus tierras, «adquiridas» por la WTK y empresarios brasileños. (FIN/IPS/mo/dm/en pr/01