El reclamo de la abolición de la deuda externa se vio fortalecido en el Foro Social Mundial, que se celebra en esta ciudad de Brasil, al contribuir a la articulación de un movimiento internacional y contar con el consenso de los participantes.
Pero no basta con cancelar la deuda del Sur en desarrollo, hay que cambiar también las relaciones comerciales injustas y el modelo económico adoptado por los países deudores, sin lo cual en poco tiempo el problema se repetiría, dijo a IPS Carlos Pacheco, representante de la Coalición Jubileo de Nicarágua.
Pacheco coordinó el viernes el taller «Por un mundo libre de deudas y explotación», que explicó la evolución del movimiento inicialmente denominado Jubileo 2000, estimulado por un llamado del papa Juan Pablo II para preparar en este milenio un mundo más justo y sustentable, con una solución para la deuda externa.
Una red de organizaciones se constituyó en la mayoría de los países de América Latina y en otras regiones, especialmente en Europa. Pero el movimiento se consolidó en el hemisfério Sur, naturalmente más interesado en la cuestión, y decidió continuar con el nombre de Jubileo Sur.
En Argentina, adoptó el nombre de Diálogo 2000 y promovió el año pasado uno de los «tribunales éticos» contra la deuda realizados en varias partes del mundo. En el país contó con la participación de amplios sectores, de indígenas a jubilados, y diversas iglesias, dijo Carlos Julia, dirigente del grupo.
La deuda argentina era de 8.000 millones de dólares en 1976, cuando el país sufrió un golpe de Estado que desembocó en una dictadura militar.
Siete años después, al asumir un nuevo gobierno democrático, ya alcanzaba a 60.000 millones de dólares, y es lo que se llama «deuda vieja», porque fue negociada y refinanciada, observó Julia.
La propuesta ahora es seguir la lucha con una fiscalía permanente que deberá acompañar la evolución de esa deuda, muy incrementada en los últimos años y factor de la crisis argentina, que demandó una ayuda del Fondo Monetario Internacional (FMI) y otros organismos por casi 40.000 millones de dólares.
En Brasil, tuvo lugar en septiembre un «plebiscito popular», en el que votaron seis millones de electores, de un total de 109 millones existentes en el país. Más de 90 por ciento respondió que no se debe pagar la deuda, sin una auditoría prevista en la Constitución aprobada en 1988.
La iniciativa, liderada por organizaciones no gubernamentales, movimientos sociales y partidos de izquierda, tuvo éxito en los tres objetivos buscados: educación política masiva, recolocación del tema en la agenda del país y toma de posición, según Walter Pomar, uno de los coordinadores del proceso.
Las tres preguntas de la consulta informal no se limitaban a la cuestión de la deuda, sino que rechazaban el acuerdo con el FMI que define la política económica nacional vigente en la actualidad y el uso de gran parte del presupuesto estatal en el pago de la deuda interna «a los especuladores» financieros.
Hace un año y medio también se realizó un referendo al respeto en España, con 1,1 millones de votos y 97 por ciento contra el pago de la deuda por los países en desarrollo, según Mario Negre Rossignoli, también presente en el Foro Social Mundial, que comenzó el jueves y finaliza el martes 30.
Las respuestas a tres preguntas también indicaron una casi unanimidad a favor de que el gobierno español no cobre sus préstamos a los países pobres y que esos recursos ahorrados se destinen a programas de desarrollo en los países deudores, dijo Negre, de la Red Ciudadana por la Abolición de la Deuda Externa, que cuenta con 1.500 organizaciones en toda España.
La deuda ya se pagó en cuatro veces su monto original y aumentó por el cobro de «intereses inmorales», según el activista, que preside el grupo Físicos por el Desarrollo en su país.
Los préstamos que originaron esta deuda, según la Red Ciudadana, se destinaron en 30 por ciento a la compra de armas y 30 por ciento a obras de infraestructura. Pero otro 30 por ciento desaparició por la corrupción de gobernantes y empresarios, y sólo 10 por ciento tuvo fines sociales.
La imoralidad es mayor porque gran parte del dinero volvió a los países ricos del Norte, por la venta de armas, el dinero de la corrupción guardado en sus bancos y la participación de sus grandes empresas en las obras financiadas, añadió Negre.
Por eso el activista indicó también que la cuestión «va más allá de la deuda» y requiere un cambio en el sistema financiero internacional.
Para esto se coordina la lucha con redes similares que actúan en otros países, especialmente europeos, y con el Jubileo, además de la Acción por la Tributación de Transacciones Financieras en Apoyo al Ciudadano (ATTAC), que ya actúa en cerca de 20 países. (FIN/IPS/mo/ag/dv/01