La artista iraní Shirin Neshat dejó su país cuando todavía era una adolescente, en 1974, cinco años antes de la revolución islámica, para volver en 1990 y hallar una nueva realidad.
Sus ambiguas reacciones ante la sociedad que encontró a su regreso están impresas en las fotografías que expone ahora en la galería Serpentine, de la capital británica.
La serie incluye fotos impactantes en blanco y negro de mujeres islámicas, captadas en un período de 10 años. Una de ellas, titulada "Guardiana de la Revolución", que atrae y rechaza a la vez al espectador, muestra las manos de una niña abiertas en la tapa de un libro y con las palmas cubiertas.
Neshat, de 43 años y directora de cine, destaca especialmente el abismo entre la cultura islámica y las costumbres occidentales.
Otra pieza, "Sin palabras", enseña un rostro del Islam que Occidente no puede comprender, en la cara de una mujer iraní cubierta de escritura. Es un velo que la mirada de los occidentales jamás podrá atravesar.
Las fotos de Neshat pueden evocar incomodidad, como "Fidelidad Despierta", en presenta un fusil entre los pies de una mujer, que también están recubiertos de caligrafía.
¿Esa imagen simboliza la hostilidad entre el Islam y Occidente, o sugiere simplemente, como en las otras, que el entendimiento entre las dos comunidades nunca será completo?
Neshat no contesta esos interrogantes y se limita a mostrar sus impresiones sobre la sociedad que encontró al volver a Irán.
"Simplemente soy una artista", respondió a las preguntas de los occidentales respecto de su trabajo.
Su ambivalencia no agradó a todos aquellos que vieron la exposición y su negativa a abordar temas complejos de modo simplista causó incluso el malestar de otros.
Sin embargo, el impacto de su obra se debe en gran medida a la negativa de Neshat a tomar partido. Junto a las fotografías hay tres instalaciones muy diferentes, que usó para destacar la diferencia entre el papel del hombre y de la mujer en Irán.
La estructura "Turbulencia" consiste en dos películas en blanco y negro que se proyectan en pantallas opuestas. En una de ellas, un popular cantante actúa ante una atenta concurrencia masculina, mientras que en la otra pantalla, una mujer observa en silencio. Una vez que él finaliza su canción, ella comienza la suya.
Sólo entonces el espectador comprueba que la sala donde ella canta está completamente vacía. Su canción es un potente lamento, que acaba en el silencio.
¿Se trata de un comentario de Neshat sobre las normas iraníes que restringen el derecho de las mujeres a actuar ante audiencias mixtas? La artista no lo aclara, se limita a presentar las imágenes, para que el espectador extraiga sus conclusiones.
La segunda estructura, "Rapto", consiste nuevamente en dos películas en blanco y negro, proyectadas simultáneamente en pantallas separadas.
En una, algunas mujeres atraviesan un desolado paisaje y encuentran a un grupo de hombres. Las mujeres observan en silencio mientras los hombres trepan los muros de una antigua ciudad.
Los hombres están en actividad, mientras que las mujeres los miran en silencioso. Una gresca parece comenzar entre los hombres, pero las mujeres siguen mudas.
Las imágenes que el filme entrega al espectador son memorables. Las sombras de los hombres que corren por calles desierta, la luz alta, en el aire, la visión de pies desnudos que danzan sobre un tambor.
Esas imágenes, que en buena medida son tributarias de la obra de directores del cine iraní, otorgan al trabajo de Neshat una suerte de profundidad muy rara en el arte moderno.
Su montaje más poderoso se titula "Fervor" y es un encuentro fortuito entre un hombre y una mujer. En una pantalla se ve a la mujer y en la otra el hombre, que coinciden en un cruce de calles. Cuando ella pasa junto a él, sus miradas se tocan durante un segundo.
Vuelven a encontrarse luego con los ojos, en una sala de reunión en que hombres y mujeres están separados por una cortina opaca. Escuchan la plegaria semanal mientras cada uno es conciente de la presencia del otro. Cuando se marchan, intercambian una última mirada cargada de deseo.
Neshat nació en Irán y fue enviada a Estados Unidos para educarse. Si bien ha intentado trabajar en su país, aún reside en Estados Unidos y ha rodado la mayoría de sus películas en Turquía y Marruecos.
Dice estar distanciada de Irán, donde varios grupos del mundo de la cultura celebrarían su regreso definitivo, aunque niega ser una exiliada.
Matthew Hawkins, un comentarista de la BBC, comentó que la obra de Neshat captura la división entre Oriente y Occidente, la delgada línea de mutua comprensión que ninguna de las dos culturas puede cruzar.
Pero Neshat muestra al espectador un mundo que ella a su vez está descubriendo, del que se siente parte y que desea abrir al resto del mundo. (FIN/IPS/trad-eng/ba/sm/ego-ff/cr/00