El rápido avance en Argentina del enfoque de género en el psicoanálisis es acorde al desarrollo de la profesión en este país, cuya capital cuenta con la mayor cantidad de especialistas en relación a sus habitantes.
La Asociación de Psicólogos de Buenos Aires cuenta desde 1995 con un Foro de Psicoanálisis y Género que se reúne cada dos meses para debatir la forma de abordar los conflictos derivados de la distribución cultural de los papeles del hombre y la mujer en la sociedad.
Además, realizan una jornada anual de actualización en la que los profesionales presentan sus trabajos académicos. "Algunos están bien fundados desde el psicoanálisis, pero carecen de la visión de género, entonces le sumamos ese enfoque", explicó a IPS Irene Meller, una de las fundadoras del Foro.
Este movimiento es vanguardia en América latina, al igual que lo fue el desarrollo de esta disciplina. La Sociedad Interamericana de Psicólogos asegura que en Buenos Aires hay 500 profesionales por cada 100.000 habitantes, récord en el mundo.
También señala que 85 por ciento de los psicólogos de la capital argentina son mujeres, y una proporción igual es la que se dedica directamente a la atención de pacientes.
La llamada cultura "psi" en esta ciudad la constituyó en el tercer mercado mundial en importancia para la producción cinematográfica del neoyorquino Woody Allen, un eterno psicoanalizado.
Así, los estudios de género en psicoanálisis, que comenzaron a comienzos de los años 90 en Estados Unidos y Europa, se desarrollaron muy rápidamente en este país.
Meller, coautora de los libros "Género y Familia" y "Varones: género y subjetividad masculina", aclaró que la formación con enfoque de género "de ninguna manera reemplaza una sólida formación psicoanalítica, pero permite reestructurar los conocimientos clásicos de sesgo androcéntrico (centrados en el varón)".
"Las disciplinas sociales fueron construidas por hombres y reflejan ese dominio social, y los estudios de género vienen a iluminar ese sesgo, a analizarlo críticamente y reelaborar los conocimientos para tratar de superar esa inclinación dentro del mismo marco teórico del psicoanálisis", comentó.
La especialista explicó que en psicoanálisis se producen "puntos ciegos" cuando el analista está impedido de ver una cuestión en su paciente porque está afectado por ese problema, pero, a su juicio, esos puntos también están relacionados con limitaciones teóricas que dejarían sin palabras al terapeuta.
"Creo que cuando se carece de la formación en género se pueden producir estos puntos ciegos sobre ciertos aspectos", remarcó Meller.
Un ejemplo de ello es lo que le ocurrió a una mujer profesional que llevó a su terapia el agobio que sentía por estar más tiempo en su casa, porque sus hijos eran pequeños, y recibió como respuesta del terapeuta que "el hogar era su reinado" y que ese era el lugar de disfrute para una madre en esa etapa.
Meller indicó que "ese es un lugar común sexista que confina a la mujer a un papel tradicional en lugar de reconocer el malestar de una persona educada que está preparada para trabajar y se siente encerrada por tener que quedarse en su casa".
"Muchas veces los analistas con formación tradicional sin darse cuenta reproducen prejuicios de sentido común del sector social del cual provienen. Es un contrabando ideológico que fatalmente se cuela en los tratamientos cuando los psicólogos no están alertados de los cambios en los papeles de género», agregó.
Las cuestiones de género también aparecen en las terapias de pareja, por ejemplo cuando hombres maduros no aceptan que sus esposas, que nunca trabajaron, deciden comenzar a hacerlo y eso genera desequilibrios en la pareja en lugar de verse como el desarrollo positivo de un individuo.
En el desarrollo teórico ocurre lo mismo, comentó Meller. David Liberman, destacado psicoanalista argentino, sostuvo en el prólogo a un trabajo de otros autores que un hombre debe lograr que su mujer corte el vínculo con la familia de origen para poder formar su propia familia.
Meller propuso reformular la afirmación de Liberman diciendo que las dificultades que enfrenta una pareja «derivan de los lazos que cada uno tiene con su familia de origen, y que es muy importante que logren privilegiar su pareja sobre esos otros lazos para formar una nueva familia".
Consideró, además, que la perspectiva de género es muy necesaria en momentos en que la sociedad es parte de generaciones en transición.
"Estamos trabajando con textos viejos, con terrible sesgo sexista, para atender a pacientes totalmente atravesados por estos conflictos", advirtió.
Al respecto, explicó que la psicoanalista estadounidense Jessica Benjamin descubrió que, una vez que se consolida el ser varón o el ser mujer en cada individuo (etapa edípica), hay un estadio "post edípico" que es cuando niños y niñas recurren a "identificaciones cruzadas".
Los niños, seguros ya de lo que son, pueden permitirse jugar a ser "comprensivos y cariñosos como mamá" y las niñas jugar a que trabajan como el papá. "Esto no implica confusión de identidad sino riqueza de personalidad", acotó Meller.
Hombres y mujeres se quedaban antes "fijados" en un estereotipo de lo femenino y lo masculino y no evolucionaban, en cambio la posibilidad de jugar con el género es algo nuevo, que fue ya descubierto desde la reflexión teórica.
"El problema es que un analista tradicional podría entonces confundir un dato de salud mental con una patología", advirtió la experta.
Por eso consideró muy saludable que el psicoanálisis se renueve dentro de sus marcos, y que se eche luz sobre esta teoría utilizando la perspectiva de género. (FIN/IPS/mv/dm/sc cr/00