Hace un año que más de 80 por ciento de los habitantes de Timor Oriental votaron por la independencia total de Indonesia en un plebiscito de autodeterminación, y ahora saben que construir una nación exige un proceso tan lento y difícil como independizarse del dominio extranjero.
El plebisicito se realizó el 30 de agosto de 1999, bajo supervisión de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), pero los timorenses aún deben recorrer un largo camino antes de alcanzar una auténtica independencia, señaló el ex líder de la resistencia contra la dominación indonesia, Xanana Gusmao.
La ONU quedó a cargo de la administración de Timor Oriental hasta fines de 2001, y gran parte de la sociedad aún depende mucho de la asistencia internacional, que es crucial incluso para las relaciones internacionales y el ejercicio de funciones estatales burocráticas, financieras y de servicios.
Por otra parte, surgieron nuevos e importantes problemas tras la independencia de Yakarta, que había invadido y anexado el territorio en 1976. Por ejemplo, aún no se han tomado decisiones acerca de la constitución, el idioma nacional y la moneda que adoptará Timor Oriental cuando se vuelva un país independiente.
En el territorio se habla tetun, el lenguaje local, pero también portugués e indonesio, los idiomas de las naciones que dominaron a los timorenses. El uso del indonesio está extendido entre los más jóvenes, pero adoptar ese idioma es un problema político tras la lucha por la independencia
A su vez, adoptar el tetun plantearía dificultades en las relaciones internacionales.
Dirigentes del Consejo Nacional de la Resistencia Timorense, (CNRT) la coalición de organizaciones que condujo la lucha por la autodeterminación, prefieren que el tetun sea adoptado como segundo idioma oficial después del portugués, pero sólo siete por ciento de los 800.000 timorenses orientales entienden portugués.
En agosto de 2001 se realizará la elección de una Asamblea Constituyente, en la cual se adoptarán decisines acerca de la forma de gobierno e incluso el nombre del futuro Estado independiente.
El dólar es la actualidad la momeda oficial, pero la mayor parte de las transacciones locales aún se realizan con la rupia indonesia y el escudo portugués.
Aún no se han reparado graves daños en más de 70 por ciento de la infraestructura, causados por milicias indonesias y pro indonesias tras el plebiscito de autodeterminación, y hará falta mucho tiempo y dinero para la reconstrucción, que debe incluir muchos comercios, bancos y hoteles en ruinas.
En las paredes de algunos de los edificios destruidos puede leerse la frase: "Emangya enak merdeka? (¿Piensas que vivir en libertad es agradable?)", escrita en indonesio.
El ingreso anual por habitante es en la actualidad apenas 431 dólares, y el desempleo afecta a 80 por ciento de la población económicamente activa.
Numerosas organizaciones no gubernamentales locales, extranjeras e internacionales aportan alimentos, medicamentos y asistencia financiera, pero la situación alimentaria y sanitaria aún es crítica. Sólo hay en el territorio 15 médicos y existe escasez de maestros de escuela secundaria.
Las esperanzas de reconstrucción se basan en la perspectiva de exportaciones de petróleo, gas, café de gran calidad, arroz y maíz, y por ahora el futuro país cuenta con la buena voluntad de la comunidad internacional.
La ONU, el Banco Mundial y donantes internacionales acordaron aportar 520 millones de dólares para financiar el período de transición de dos años.
Algunos piensan que ese período deberá prolongarse, a fin de que la Fuerza Internacional para Timor Oriental (Interfet) proteja a la población de la amenaza que aún representan las milicias.
Por lo menos dos integrantes de las fuerzas de mantenimiento de la paz murieron hace poco en enfrentamientos con milicianos.
El 22 de agosto, tres trabajadores del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) fueron atacados en los campos de refugiados de Naen, ubicados en Timor Occidental, la parte indonesia de la isla, donde permanecen unos 120.000 timorenses orientales desplazados por el conflicto el año pasado.
El incidente se produjo luego de que los militares indonesios se comprometieran a investigar la muerte de un soldado de la Interfet atacado por milicianos en la frontera entre Timor Oriental y Timor Occidental.
Yakarta prometió poner fin a la actividad de las milicias y a sus ataques a través de la frontera, pero el general indonesio Kiki Syahnakri, jefe del comando militar en Udayana, en la isla de Bali, sostuvo que sus tropas no son capaces de controlar por completo a los milicianos.
"No disponemos de soldados suficientes para controlar todos los accesos fronterizos a Timor Oriental, y no podemos desplegar más tropas porque las necesitamos en otras partes del país en las cuales también existen problemas de seguridad", explicó.
Hassan Wirajuda, un funcionario de la cancillería indonesia, prometió el 23 de agosto al jefe de la misión administrativa de la ONU, Sergio Vieira, y al vicepresidente de la CNRT, José Ramos Horta, que Yakarta cerraría los campos de refugiados en Timor Occidental, donde los timorenses orientales aún son hostigados por las milicias, pero esa promesa no se ha cumplido.
Según informes periodísticos, milicianos bloquearon con piedras accesos a Timor Oriental, para evitar la repatriación de refugiados.
"Es muy lamentable que las milicias aún puedan actuar con tanta libertad, violar la ley y desafiar a Yakarta, que ha garantizado la seguridad de los trabajadores humanitarios y los refugiados en Timor Occidental", declaró Soren Petersen, un funcionario del ACNUR.
Las milicias anunciaron una guerra sin cuartel contra la misión administrativa de la ONU. "No permitiremos que los extranjeros blancos dominen nuestra patria. Sabemos que el ejército indonesio ya no está de nuestro lado, pero eso no nos importa", afirmó en una entrevista telefónica un miliciano llamado Lafaek, desde Kupang, Timor Occidental.
De todos modos, Dili vuelve a la vida en forma gradual. Se ha reanudado el suministro de energía eléctrica y agua potable, así como el servicio telefónico, y algunos comerciantes reabrieron sus establecimientos.
Circulan taxis y ómnibus, en su mayoría importados de Australia o Singapur, y se levantó el toque de queda, aunque integrantes de la Interfet aún realizan inspecciones en busca de armas.
El mercado tradicional de la parte oriental de la ciudad se llena de personas que acuden a comprar verduras, carne, frutas o vestimentas.
Azina Gusmao, uno de los vendedores en ese mercado, dijo a IPS que el principal síntoma de la recuperación económica en curso es que el precio de los alimentos básicos ha bajado.
Sin embargo, en otras aldeas y pueblos aún no se dispone de electricidad ni de servicios telefónicos, y el agua potable es un lujo.
Xanana Gusmao señaló que es demasiado pronto para asegurar que la mejora de la situación en Dili será duradera.
"Timor Oriental no es una república de restaurantes", apuntó el ex líder de la resistencia, quien renunció este mes a la presidencia del CNRT y a la comandancia de Falintil, su brazo armado, a quien todos esperan que se elija presidente del futuro Estado independiente. (FIN/IPS/tra-eng/dv/ky/js/mp/ip dv/00)