Francisco Coloane, un escritor chileno de fama tardía en Europa, donde se le considera "el Jack London de América Latina", cumplió 90 años y proclama que está dispuesto a vivir por lo menos otros nueve.
El nombre de Coloane, uno de los mayores narradores de Chile en este siglo, comenzó a ser conocido y valorizado en Francia, Alemania, España, Italia, Portugal y otros países europeos sólo a comienzos de la década de los 90.
Otro escritor chileno, Luis Sepúlveda, consagrado a través de "Un viejo que leía novelas de amor", fue quien empezó a divulgar entre los europeos el nombre de este escritor ya anciano y la magia de sus relatos ambientados en el extremo sur de América Latina.
Los cuentos y novelas en que Coloane describió la ruda vida de los cazadores de ballenas o el exterminio de los indígenas al sur del estrecho de Magallanes son hoy piezas literarias clásicas en Europa.
Coloane nació el 19 de julio de 1910 en Quemchi, localidad del archipiélago de Chiloé, unos 1.200 kilómetros al sur de Santiago, donde el territorio continental empieza a desmembrarse por la fuerza de los mares australes.
Peón ovejero en Tierra del Fuego, grumete y navegante, estibador portuario en Punta Arenas, este escritor tuvo siempre en el océano una inagotable referencia y cantera creativa de sus obras, además de una obsesión que lo perseguirá para siempre.
Su padre, Juan Agustín Coloane, capitán de cabotaje y cazador de ballenas con arpón, murió de diabetes cuando el futuro narrador tenía apenas nueve años, recordó la escritora y periodista Virginia Vidal en su obra "Testimonios de Francisco Coloane", publicada en 1991 por Editorial Sudamericana.
"Volvamos al mar", le dijo el padre agónico en un susurro, cuando el pequeño se acercó a su lecho y le estrechó una mano.
"Hasta hoy día nunca he tenido un sentido claro de la muerte. Me parece una cosa gris, confusa, como un sueño. Como cuando uno se emborracha y duerme su borrachera, que es una pequeña muerte. Y la resurrección del día siguiente con la 'malura del cuerpo' me ha encadenado siempre a la vida", dijo Coloane a su biógrafa a propósito de ese recuerdo.
"Pero hay un sueño que se me ha repetido siempre: voy caminando con mi padre por unas colinas donde divisamos una especie de tierra prometida, con arbustos, lagunas y arroyuelos. Cuando estamos mirando ese paisaje oigo una voz que me dice: 'Volvamos al mar"', agregó Coloane.
No es extraño así el seudónimo de Hugo del Mar, con el que se inició en el periodismo cuando tenía poco más de 20 años, con una columna titulada "Desde el Minarete", en las páginas del diario El Magallanes, de Punta Arenas.
Fue desde ese puerto situado a orillas del estrecho de Magallanes, 2.500 kilómetros al sur de Santiago, que Coloane viajó por primera vez a la capital chilena para ganarse la vida como cargador de carbón.
Pero no había renunciado a las letras y al poco tiempo consiguió un mal pagado empleo como reportero policial en el diario Las Ultimas Noticias, que abandonó en 1932 para regresar a Chiloé a casarse con Manuela Silva, fallecida tres años más tarde.
De ese matrimonio nació su hijo mayor, Alejandro. Más tarde se casó con Eliana Rojas, madre de su segundo hijo, Juan Francisco.
En 1935, Coloane volvió a Santiago a trabajar nuevamente como reportero policial siempre en Las Ultimas Noticias y a vivir con las mismas privaciones de antes.
Fue por sugerencia de un colega de otro diario que escribió para el diario El Mercurio su primer cuento, titulado originalmente "Lobo de dos pelos" y rebautizado más tarde como "Cabo de Hornos". Fue el comienzo de su carrera literaria.
"Es un cuento tan brutal como magistral", dijo a propósito de "Lobo de dos pelos" el periodista y editor Luis Alberto Mansilla.
El relato trata de dos cazadores de lobos marinos, Jackie y Peter, que son conducidos por un prófugo del penal de Ushuaia, del lado argentino de Tierra del Fuego, a una caverna de lobas marinas recién paridas.
La piel de los cachorros de lobo de mar de dos pelos -llamados así por su mudanza capilar una vez al año- es la más fina y cotizada y los cazadores los matan a golpes para no restarles precio con señales de heridas.
En su cuento, Coloane relató la masiva y delirante matanza de los animales recién nacidos por parte de los dos cazadores enloquecidos por las altas ganancias que obtendrían. Fue tal vez la primera denuncia literaria de este tipo de masacres ambientales.
Su naciente carrera literaria se alternó con trabajos en sucesivas publicaciones. Marinero, al fin y al cabo, vio siempre a los diarios como buques, en los cuales se embarcaba y desembarcaba sin parar.
Con "El último grumete de la Baquedano", escrita en 15 días, ganó en 1940 un concurso de novela juvenil convocado por la Sociedad de Escritores y una casa editorial chilena. Fue su primera novela.
En 1942 ganó otro concurso, convocado esta vez por la Municipalidad de Santiago, con su novela "Cabo de Hornos", que el escritor Mariano Latorre describió como "la revelación sicológica de los seres que habitan las extremidades australes de Chile".
Desde comienzos de la década de los 40, Coloane alternó sus labores periodísticas y literarias con una comprometida militancia antifascista, que lo llevaría a hacerse miembro del Partido Comunista.
En 1964 se le otorgó el Premio Nacional de Literatura, en reconocimiento a una extensa obra, que para entonces incluía entre sus creaciones más recientes "El camino de la ballena", novela publicada en 1962 y que fue comparada con "Moby Dick".
Más tarde incorporó a su literatura crónicas de viaje, sobre sus experiencias en China, la Unión Soviética y la India, y volvió a la novelística en 1980, con "Rastros del guanaco blanco".
Para Mansilla, esta narración fue una parábola de la realidad que Chile vivía entonces bajo la dictadura del general Augusto Pinochet (1973-90), aunque fue también una renovada denuncia del exterminio étnico y de la fauna en Tierra del Fuego.
"Toda su simpatía, su compromiso y su ternura con los exterminados están allí. Es un himno a los fueguinos, a su cultura, a su derecho a vivir en la tierra en que nacieron", comentó el periodista.
Alejado de los primeros planos, reacio a las entrevistas, aunque buen conversador y amigo de sus amigos, Coloane hizo su última aparición en un acto público en Santiago a comienzos de julio, cuando se estrenó el filme "Tierra del Fuego", de Miguel Littin, inspirado en su novela homónima.
El 19 de este mes, al cumplir nueve décadas de vida, recibió los saludos de numerosas personalidades culturales y de más de algún político, y declaró con humor que sus planes son seguir viviendo y escribiendo por lo menos nueve años más.
Tal vez quien mejor describió la obra de este "Jack London" de América del Sur fue el profesor y crítico literario Yerko Moretic, fallecido en 1972.
"Todo lo que escribe (Coloane) está atravesado por un toque poético, hecho de asombro, de piedad y de éxtasis ante el infinito espectáculo de los hombres y la naturaleza", dijo Moretic en 1968. (FIN/IPS/ggr/dm/cr/00