Cuando el actor Paul Newman protagonizó en 1966 la película de Alfred Hitchcock "La cortina rasgada", sobre un "misil antimisiles" que volvería obsoletas las armas nucleares, no pensó que inspiraría a su colega Ronald Reagan a copiar la idea 15 años más tarde, desde la Casa Blanca.
Ahora, Newman unió al creciente número de grupos y ciudadanos que tratan de disuadir al gobierno de Estados Unidos de agregar más dinero a los 60.000 millones de dólares ya gastados para construir armas semejantes, que protegerían al territorio nacional de posibles ataques con misiles.
Parece que casi todo el resto del mundo se opone a ese sistema que, según los críticos, por ahora es imposible construir y podría generar una nueva y peligrosa carrera armamentista en gran parte del planeta.
Incluso los servicios estadounidenses de inteligencia dieron la alarma. En un informe secreto para la Casa Blanca, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) previno que cualquier despliegue del sistema podría causar una superproducción de misiles nucleares estratégicos y de mediano alcance.
La carrera misilística podría comenzar con China y extenderse a India y Pakistán, en una reacción en cadena que llegaría hasta Medio Oriente.
Rusia y los aliados europeos de Estados Unidos también expresaron fuertes reservas sobre el sistema de misiles antibalísticos que además violaría los términos de un tratado negociado entre la antigua Unión Soviética y Estados Unidos en 1972.
Sin embargo, el programa de defensa contra misiles, que cuesta entre 3.000 y 4.000 millones de dólares al año, no será fácil de frenar, porque goza de un poderoso apoyo político.
Los dos principales candidatos a la presidencia ya se comprometieron a construir dicho sistema, si bien el plan del vicepresidente Al Gore, como el de la administración de Bill Clinton, es inicialmente más modesto que el propuesto por el gobernador de Texas y candidato republicano George W. Bush.
Las principales empresas proveedoras del Pentágono (Departamento de Defensa), como Lockheed Martin, Raytheon, Boeing y TRW, gastan entretanto decenas de millones de dólares en campañas de presión para impulsar el programa.
La idea básica de cualquier sistema de misiles antibalísticos es destruir proyectiles enemigos dotados de ojivas nucleares u otras armas de destrucción masiva antes de que puedan alcanzar el blanco, ya sea éste las tropas estadounidenses sobre el terreno o cualquier otro objetivo.
La idea original de Reagan consistía en instalar ese sistema en el espacio, por lo cual se la llamó "Guerra de las Galaxias", igual que la popular película de Steven Spielberg de los años 70.
Pese a los miles de millones de dólares invertidos, los expertos del Pentágono y los contratistas no pudieron elaborar un plan factible.
Cuando terminó la guerra fría (1947-1991), el proyecto "Guerras de las Galaxias" fue archivado.
El hecho que Reagan fuera el primero en promover seriamente un sistema de misiles antibalísticos no sorprendió a nadie. El ex actor y presidente creció en el aislacionista medio-oeste del país, donde el concepto de la "Fortaleza América" tuvo una atracción especial en los años 30.
A pesar de los grandes cambios de los últimos 60 años, para no mencionar el incuestionable dominio militar estadounidense a nivel mundial, ese sueño parece conservar su atractivo.
Una serie de sondeos realizados en los años 90 revelaron que muchos estadounidenses, tras comprobar que los misiles Patriot pudieron derribar a los Scud iraquíes durante la guerra del Golfo (1990-1991), creyeron que el sistema ya estaba en funciones, y se indignaron cuando supieron que el país carecía de defensas contra misiles intercontinentales.
Los republicanos tomaron los resultados de los sondeos muy en serio e incorporaron un compromiso para desarrollar un sistema nacional antimisiles en su "Contrato con América" de 1994 antes del año 2003.
Tras la arrasadora victoria del opositor Partido Republicano en los comicios parlamentarios de ese año, Bill Clinton decidió entrar en escena.
En 1996, adelantándose a las presidenciales de ese año, propuso su propio plan para desarrollar un programa de defensa de misiles en un período de tres años, con opción de desplegarlo en otros tres años.
Como arma política funcionó, y casi nadie pensó que Clinton no tenía intención alguna de cumplirlo.
Sin embargo, en 1998, una comisión del Congreso para evaluar la amenaza de los misiles balísticos, presidida por el ex secretario de Defensa Donald Rumsfeld, descubrió que algunos estados "renegados", sobre todo Corea del Norte, Irán e Iraq, serían capaces de lanzar misiles intercontinentales en el 2003.
Un mes más tarde, Corea del Norte sacudió al mundo, incluso a las agencias estadounidenses de inteligencia, al lanzar un misil Taepo-dong de largo alcance sobre Japón, con una trayectoria balística.
En respuesta, las dos cámaras del Congreso aprobaron una ley que oficializó la política de desplegar un sistema de defensa contra misiles en cuanto fuera tecnológicamente factible.
Clinton anunció que decidiría este verano boreal cuándo comenzar la construcción de ese sistema, una decisión que ahora fue postergada hasta el otoño.
Sin embargo, el sistema enfrenta grandes desafíos tanto en el campo tecnológico como diplomático.
La semana pasada, científicos que ya trabajaron en el programa filtraron documentos internos según los cuales vuelos de prueba supuestamente exitosos habían sido fraguados por el Pentágono.
El Pentágono quiso ocultar un embarazoso fracaso, porque los misiles no pueden distinguir entre las verdaderas ojivas en vuelo y los señuelos que el enemigo podría utilizar para confundir y anular cualquier sistema antimisiles.
Sin embargo, los problemas técnicos cuya solución sigue siendo tan lejana como cuando Reagan lanzó el programa 20 años atrás, no serían nada frente al impacto internacional de la eventual decisión de desplegar el sistema, especialmente con respecto a Rusia y China.
"Para ellos, la respuesta al despliegue de la defensa misilística estadounidense será la ampliación de su esquema ofensivo, por eso esta situación es tan peligrosa", dijo al diario Los Angeles Times el ex secretario de Defensa Robert McNamara.
La administración de Clinton trató de tranquilizar a Rusia y China asegurando que cualquier despliegue estaría destinado a la defensa contra estados renegados, como Corea del Norte y, en cualquier caso, incapaces de afrontar un ataque masivo de las actuales potencias nucleares.
Si bien en la cumbre de este mes entre Clinton y el presidente ruso Vladimir Putin, el Kremlin mostró cierta comprensión hacia la preocupación estadounidense, también se opuso a cualquier cambio en el tratado sobre misiles antibalísticos, cuya violación, advirtió, podría implicar el fin del pacto de desarme nuclear Start II.
China también se mostró firme y advirtió repetidamente que cualquier sistema de misiles antimisiles, sin importar sus dimensiones y propósitos iniciales, podría perjudicar los esfuerzos globales de desarme.
Los analistas de Washington coinciden en que Beijing, que cuenta actualmente con una docena de misiles intercontinentales capaces de alcanzar a Estados Unidos, podría responder al despliegue con la fabricación de nuevos proyectiles.
Esa reacción de China provocaría que India adoptase iguales precauciones contra Beijing, en cuyo caso Pakistán se sentiría obligado a protegerse contra India, advirtió la CIA. (FIN/IPS/tra- en/jl/da/ego/mlm/ip/00