Los planes de Japón de reanudar su programa de ayuda oficial a Birmania, donde hay una dictadura militar, pusieron en alerta al movimiento birmano por la democracia y a organizaciones de derechos humanos de todo el mundo.
Tokio camina despacio por temor a causar una protesta internacional, pero está claro que se dispone a reanudar la ayuda. Después de todo, el gobierno arguye que el diálogo tiene más probabilidades que el aislamiento de generar medidas democráticas en Birmania.
El ministro de Comercio de Japón, Takashi Fukaya, viajó a Birmania en abril, en la primera visita del un miembro del gabinete japonés a ese país desde que la junta militar asumió el poder en 1988.
Fukaya prometió un paquete de asistencia de 500 millones de dólares para ayudar a Birmania a desarrollar recursos humanos y pequeñas y medianas empresas.
También anunció que Tokio -el mayor donante de Birmania antes del golpe de Estado de 1988 y el levantamiento por la democracia- ayudaría a Rangún a realizar un estudio de factibilidad para llevar energía eléctrica a zonas rurales.
Esta sería la primera operación formal que la estatal Agencia Japonesa de Cooperación Internacional realiza en 12 años en un país que sufre sanciones de otros países.
La líder birmana del movimiento por la democracia y premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi criticó el interés de Japón en hacer negocios con Birmania y reanudar la ayuda, y urgió a los ciudadanos japoneses a no permitir que su buena voluntad hacia el pueblo birmano sea aprovechada por el gobierno militar.
"Sabemos que el pueblo de Japón nos aprecia, y no queremos que ese aprecio sea manipulado por aquellos que quieren usarlo para sus propios fines", dijo Suu Kyi en una videocinta publicada el 21 de mayo, en el décimo aniversario de los comicios generales que fueron desconocidos y anulados por los militares.
"Dejemos que el pueblo de Japón hable con su corazón al pueblo de Birmania y decida lo que es mejor hacer", exhortó la líder.
Agregó que el apoyo de las naciones vecinas es crucial para los esfuerzos por la democracia. "Nos gustaría particularmente que los pueblos de nuestra región respaldaran nuestros esfuerzos" para reinstaurar el parlamento, dijo en el video.
La referencia de Suu Kyi a la política japonesa y su exhortación al pueblo japonés agregó presión sobre Tokio, que sugirió una ampliación de la ayuda a Birmania para desarrollar varios proyectos de infraestructura en ese país.
La Liga Nacional por la Democracia de Suu Kyi y sus aliados obtuvieron una victoria aplastante en las elecciones de mayo de 1990, pero la junta militar entonces gobernante se negó a entregarles el poder y a convocar al parlamento.
Desde la anulación de los comicios, muchos países sancionaron a Birmania y exhortaron a los líderes militares a mejorar el tratamiento de los derechos humanos, en especial por la sangrienta represión de un levantamiento popular en 1988.
Pero más de una década después de comenzada la dictadura militar, países como Japón y Australia afirman que una actitud más "blanda" podría estimular al régimen a entablar un diálogo con la comunidad internacional.
Japón suspendió la ayuda económica a Birmania luego de 1988, pero desde la liberación de Suu Kyi de su arresto domiciliario en 1995, se mostró más flexible. Ahora, Tokio podría reanudar sus créditos a Rangún si ese gobierno adoptara medidas tendentes a la democratización.
Tokio está presionado por grandes empresas japonesas para estrechar los vínculos económicas con Birmania, y éste fue el motivo de la visita de Fukaya, afirmó el profesor Kei Nemoto, experto en asuntos birmanos de la Universidad de Asia.
En diciembre, una delegación empresarial visitó Birmania y se reunió con altos funcionarios militares. En marzo, Japón inició un grupo de estudio intergubernamental para discutir formas de ayudar a Birmania a cambiar su estructura económica.
"Las compañías japonesas desean invertir en Birmania debido al bajo costo de su mano de obra y materia prima. Si Tokio reanuda su ayuda, las empresas quedarían protegidas del riesgo de invertir en un régimen dictatorial", explicó Nemoto.
"El gobierno militar toma decisiones arbitrariamente. Toyota no pudo vender automóviles a Birmania porque la junta quería ahorrar sus divisas, por ejemplo", agregó.
Las sanciones económicas a Birmania ya causaron una abrupta caída de las inversiones extranjeras en ese país, según expertos.
En ese contexto, las empresas japonesas están deseosas de que Tokio reanude la ayuda a Rangún en la esperanza de que esa medida coloque a Birmania de vuelta en el sistema comercial global y la obligue a adoptar aranceles regulares a los productos extranjeros, como lo exige la Organización Mundial del Comercio.
Ikuko Okamoto, experta en asuntos birmanos del Instituto de Economías en Desarrollo, sostuvo que Tokio está ansioso por reanudar la ayuda debido a la enorme deuda pendiente de Birmania para con Japón.
"El Ministerio de Finanzas pretende que Birmania le pague su deuda, y ésta es la principal razón para ayudarla a ponerse de pie nuevamente", explicó.
Japón figura en noveno lugar en la lista de países -encabezada por Singapur y Gran Bretaña- que habían prometido grandes inversiones en Birmania antes de la imposición de las sanciones, hace una década. (FIN/IPS/tra-en/sk/js/mlm/dv-hd/00