Indonesia, México y Uganda son ejemplo de países del Sur en desarrollo en que mujeres pobres del medio rural se beneficiaron con las gestiones oficiales para brindarles acceso a la atención médica de calidad.
En México, clínicas de salud creadas en 1997 permitieron que esas mujeres consultaran médicos, recibieran medicinas y fueran asistidas durante el parto.
En Uganda, programas de emergencia lograron reducir la mortalidad materna y aumentar el número de partos supervisados.
En Indonesia, ambulancias y hogares de maternidad mejoraron la atención a las mujeres pobres.
Según el Fondo de las Naciones Unidas para la Mujer (Unifem), estos avances reflejan los cambios ocurridos desde la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, celebrada en Beijing en 1995.
Desde entonces, "aumentaron la cantidad de partos asistidos y la capacitación de médicos y enfermeros", señaló el organismo. No obstante, 600.000 mujeres mueren por año debido a complicaciones durante el embarazo y el parto.
La causa principal es "la falta de igualdad en el acceso de las mujeres a la atención médica y, específicamente, a la atención obstétrica", agregó Unifem.
Para la directora general de la Organización Mundial de Salud (OMS) Gro Harlem Brundtland, esas muertes son inaceptables, porque "las mujeres que sufren y mueren de esta manera no mueren a raíz de una enfermedad". Los gobiernos deben reconocerlo, agregó.
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) expresó una inquietud similar.
La mortalidad materna constituye no sólo "una violación del derecho de la mujer a la vida y la salud", sino que es un indicador del "incumplimiento del derecho de las niñas y las mujeres a la información, al asesoramiento y a la atención médica", argumentó.
Según el estudio de Unicef titulado "Salud y desarrollo de la mujer", la mitad de las muertes maternas ocurren en las primeras 24 horas después del parto y 25 por ciento durante el embarazo.
Ochenta por ciento de las muertes maternas se deben a hemorragias, septicemia, desórdenes de hipersensibilidad, parto con obstrucción y abortos, explica.
Cuarenta por ciento de las mujeres experimentan algún tipo de complicación durante el embarazo, el parto o el período posterior a éste, mientras 15 por ciento desarrollan "complicaciones que amenazan su vida".
Por cada mujer que muere a raíz de complicaciones del embarazo, entre 30 y 100 mujeres sufren de complicaciones agudas, que causan gran dolor y son debilitantes, agrega.
La OMS apunta que hasta ocho millones de mujeres terminan discapacitadas cada año como consecuencia de complicaciones derivadas del embarazo.
Las mujeres que viven en campamentos para refugiados tienen "embarazos de mayor riesgo" debido a la escasez de centros de atención médica, según Sandra Krause, de la Comisión para Mujeres y Niños Refugiados, de Nueva York.
Hay una "enorme cantidad de necesidades de salud reproductiva sin satisfacer" entre las mujeres que integran los 34 millones de refugiados en el mundo, dijo Krause. No obstante, agregó, algunas refugiadas conocen "su derecho a la atención médica reproductiva y trabajan para obtenerla".
Esas gestiones son apoyadas por el Consorcio de Salud Reproductiva para los Refugiados, una organización integrada por siete países que buscan mejorar la atención médica de los refugiados.
Pero a los defensores de los derechos de la mujer no sólo les preocupa la mortalidad materna en su búsqueda de atención médica para las mujeres, un derecho reconocido como uno de los 12 básicos durante la conferencia de Beijing y finalmente incluido en la Plataforma de Acción, el documento surgido de aquella.
Entre estos se incluye combatir epidemias mundiales como el VIH/sida y otras enfermedades de trasmisión sexual, garantizar a las mujeres el control de su propia fertilidad, luchar contra la desnutrición e incorporar la perspectiva de género en todas las políticas y programas del sector de la salud.
Según Unifem, factores biológicos y culturales hicieron que las mujeres fueran más vulnerables ante el VIH (virus de inmunodeficiencia humana).
La mayoría de las mujeres corren el riesgo de infectarse por la falta de conocimiento y de acceso a la información, la dependencia económica y, en muchos casos, la "falta de control sobre las circunstancias en que se realiza la relación sexual".
Los estudios revelan que las mujeres infectadas no tienen fácil acceso a la atención médica en muchos países en desarrollo debido a la reducción "del gasto en la atención médica y a que los recursos existentes se gastan mucho más en los hombres".
De los 5,6 millones de adultos que se infectaron de VIH en 1999, unos 2,3 millones eran mujeres. En Africa se contagian más mujeres que hombres, y las que corren mayor riesgo son las menores de 25 años.
No obstante, en países africanos como Burkina Faso, comunidades devastadas por la enfermedad reaccionaron con sus propias alternativas para combatirla. Los trabajadores de la salud fueron entrenados para educar a las mujeres sobre métodos de protección.
Por otra parte, en Ruanda "se hicieron esfuerzos especiales para proporcionar medicinas contra las enfermedades de trasmisión sexual", explicó Unifem.
Hubo gestiones similares para combatir la desnutrición de las mujeres, "con frecuencia causada por la discriminación de género en la distribución de los alimentos", y para lograr que las mujeres tengan control de su propia fertilidad y elijan los métodos anticonceptivos que prefieran.
En Filipinas, por ejemplo, se aplicó un programa para limitar la desnutrición entre las mujeres "entregando semillas… y otros materiales de cultivo para los jardines" familiares, indicó Unifem. (FIN/IPS/tra-en//mmm/cr/aq/he/00