La denuncia en Kenia de una invasión de tierras como las que desataron la actual crisis de Zimbabwe resultó ser falsa, pero la cuestión de la tierra es un asunto pendiente entre los kenianos, que enfrenta entre sí a integrantes de la población negra.
El ministro blanco Basil Criticos denunció que cientos de campesinos negros sin tierra habían invadido su granja de 17.000 hectáreas, en "una ocupación al estilo de Zimbabwe", y causó pánico internacional.
Inversores extranjeros se retiraron del país por temor a que se instalara el caos, la cotización del chelín keniano cayó en picada, y el presidente Daniel Arap Moi tuvo graves dificultades para asegurar a los terratenientes que se mantendría el respeto a la propiedad privada.
El gobierno destituyó de inmediato a Criticos e informó que el ex ministro había mentido, ya que los presuntos invasores de su granja vivían en ella desde hace dos años, cuando él mismo los instaló allí en época de campaña electoral, con la promesa de tierras que nunca recibieron.
El caso es tratado por la justicia, y al parecer el ex ministro quiso volcar la situación a su favor aprovechando el temor a que se repitan los acontecimientos de Zimbabwe, donde veteranos de la guerra de la independencia han invadido con violencia granjas de terratenientes blancos.
Criticos culpó de la presunta invasión al parlamentario Stephen Ndicho y al ministro Shariff Nassir, quienes han exhortado a la población negra a apoderarse de las granjas de los blancos.
Ndicho llegó a fundar el Movimiento Panafricano por Tierras Ancestrales, con la finalidad de llevar a cabo expropiaciones, e instó a campesinos sin tierras a invadir cultivos de piña de la transnacional Del Monte y plantaciones de café del consorcio francés Socfinaf.
El parlamentario dio a Moi un plazo de 90 días para expulsar a los terratenientes extranjeros, pero fue arrestado por incitación a la violencia y el presidente desbarató su campaña, a la cual calificó de "política barata y anticuada para incitar a unos africanos contra otros".
Sin embargo, la saga está lejos de terminar, y reiterados esfuerzos de altos funcionarios del gobierno para desacreditar a quienes demandan la invasión de tierras demuestran el nerviosismo de las autoridades.
La cuestón de la tierra está cargada de emotividad en Kenia, donde a mediados del siglo XX colonos europeos se habían apropiado de más de 80 por ciento de los 5.000 kilómetros cuadrados de tierras fértiles.
El movimiento independentista contra Gran Bretaña, que triunfó en 1963 tras una cruenta guerra, tuvo como principal bandera la reforma agraria.
Los integrantes del grupo guerrillero Mau Mau, o Ejército de Tierra y Liberación, lucharon para expulsar a los colonos blancos, pero cuando abandonaron sus refugios en la selva, tras la independencia, gran parte de la tierra ya había pasado a otras manos.
Jomo Kenyatta, líder político de la independencia y primer presidente del país, aplicó un programa que permitió la compra de tierras a ex colonos británicos por parte de miles de individuos, grupos y cooperativas.
Entre los nuevos propietarios hubo muchos ex colaboradores de los colonialistas, integrantes del gobierno y miembros de la mayoritaria etnia kikuyu, a la cual pertenecía Kenyatta.
Además, los kikuyu fueron reinstalados en tierras que ocupaban los blancos, en perjuicio de otras etnias.
Los veteranos de guerra se sintieron defraudados, y algunos sectores de la sociedad apoyan las ocupaciones de Zimbabwe, toleradas o apoyadas por el régimen del presidente Robert Mugabe.
En Zimbabwe, unos 4.500 agricultores blancos poseen alrededor de 11,6 millones de hectáreas de la mejor tierra cultivable en el país, y muchos veteranos de la guerra de independencia viven en la pobreza.
"Lo que están experimentando los blancos (en Zimbabwe) fue provocado en gran medida por ellos mismos, y por lo tanto se lo merecen", afirmó un lector del diario keniano The East African, en una carta publicada por ese periódico.
"Si el precio para atraer inversores foráneos es la venta de nuestra autoestima, Africa no se lo puede permitir", añadió.
En la actualidad, 10 por ciento de los habitantes de Kenia poseen 73 por ciento de las tierras cultivables.
"Se trata de una anomalía histórica que debe ser corregida ahora y no más tarde. Las ex potencias coloniales deben asumir la culpa por crear el problema de la tierra en Africa", se enfatizó en un editorial de The East African.
La negativa del gobierno a honrar a los combatientes por la independencia agrava el problema.
Dedan Kimathi, el más famoso de esos combatientes, fue ahorcado por los británicos en 1957, su cuerpo aún yace en una fosa común en la prisión de Kamiti, y activistas piden que se le conceda una sepultura honorable.
"Imaginen mi dolor cuando visité a la familia de Kimathi en 1997 y encontré que había sido desalojada de las tierras que ocupó, las cuales fueron entregadas a simpatizantes de la (gobernante) Unión Nacional Africana de Kenia (KANU)", comentó el parlamentario Paul Muite.
La brecha entre ricos y pobres aumentó en los últimos años, cuando personas poderosas y vinculadas con el gobierno se apoderaron de grandes extensiones de tierras públicas.
"La cantidad de individuos negros que oprimen a los kenianos es inmensamente superior a la de blancos y asiáticos que hacen lo mismo. Los negros ricos tratan de disimularlo al invocar cuestiones de color y raza", afirmó Philip Ochieng, del periódico Sunday Nation.
"Si el volcán agrario entra en erupción en Kenia, el conflicto será entre un ladrón y su hermano despojado con crueldad", subrayó.
"Si se acepta la retórica racista de quienes instan a la ocupación de tierras, se abrirá paso a la violencia contra colonos en todo el país", añadió.
"Tras justificar la invasión de terrenos privados que pertenecen a extranjeros, ¿qué podrá evitar que cualquiera justifique la ocupación de la tierra del vecino con el pretexto que la necesita?", demandó el comentarista Waithaka Waihenya.
Antes de las elecciones de 1997 hubo una oleada de violencia en la región costera, impulsada desde el gobierno, numerosas viviendas de colonos blancos fueron incendiadas y cientos de sus ocupantes huyeron para salvar sus vidas.
Ahora las campañas de Ndicho y Nassir han dado argumentos a líderes de varias etnias minoritarias para reclamar "tierras ancestrales" que consideran usurpadas por los kikuyu, entre otros.
Cientos de jóvenes de la etnia marakwek armados con flechas, espadas y machetes invadieron la Corporación de Desarrollo Agrícola en Cherangany, una granja de 7.000 hectáreas que es propiedad del gobierno.
Los ocupantes fueron apoyados por el parlamentario Kipruto Arap Kirwa, quien afirmó que la comunidad marakwek tenía derecho a instalarse en "sus tierras ancestrales".
"¿No es hora que corrijamos este problema antes que algún Mugabe lo aproveche con fines políticos en los próximos años?", se preguntó en el Sunday Nation. (FIN/IPS/tra- eng/ks/sm/ego/mp/ip/00)