El ayuntamiento y la sociedad civil de Barva de Heredia decidieron acudir a los payasos populares para rescatar la cultura olvidada de Costa Rica.
Las caras del alcalde, del cura párroco y de una pareja de gigantes sirven para resucitar la cultura rural desde el día 6 y hasta el 14, en el marco de la celebración de La Feria de Tradiciones, que pretende convertirse en una fiesta nacional costarricense.
"Esta es una estrategia para rescatar la identidad campesina", explicó a IPS Ricardo Moreno, uno de los organizadores de la festividad.
La sociedad civil y el ayuntamiento de Barva de Heredia, 14 kilómetros al noroeste de San José, se aliaron para rescatar una de las tradiciones más queridas de los pueblos campesinos: las mascaradas.
Las mascaradas consisten en niños y adultos disfrazados con atuendos que representan a las principales autoridades del pueblo y desfilan por las calles de la ciudad al ritmo de música local y persiguiendo a otros niños.
También conocidas como desfiles de payasos, las mascaradas son fiestas heredadas de la colonia española que han sido paulatinamente olvidadas debido a la influencia de la televisión y al proceso de globalización.
"Ya que nuestros hijos son de aquí queremos que aprecien sus raíces, que conozcan su identidad", añadió Moreno, quien indicó que La Feria de Tradiciones también pretende reinstaurar los desfiles de caballistas y de boyeros, así como las comidas típicas.
Barva de Heredia es un municipio de 60.000 habitantes que debe su nombre a un antiguo cacique indígena llamado Barvac. Documentos españoles mencionaban ya en 1561 a esta región como un valle habitable y, en 1568, se registraron los primeros asentamientos en el lugar.
El hecho de ser una de las primeras ciudades fundadas por los españoles en Costa Rica y tener una fuerte tradición indígena se traduce hoy en el paisaje de sus calles, pues todavía Barva de Heredia es un ambiente rural en el que sobreviven casas de adobe y techos de teja.
Cada 23 de agosto la localidad celebra la fiesta de su santo patrono, San Bartolomé, y para ello decenas de niños acuden a una mascarada, cuyo antecedente se remonta a las festividades religiosas paganas que se realizaban en muchos pueblos de la península Ibérica.
En esas fiestas españolas los vecinos del pueblo que habían cometido pecados graves en el año se vestían con los disfraces y eran perseguidos y castigados por el resto de la comunidad con látigos para que expiaran sus culpas.
En Barva de Heredia la tradición se ha invertido, pues son los niños y adultos disfrazados los que persiguen al resto de la comunidad con vejigas de toro en mano.
Durante años esta comunidad costarricense se ha convertido en uno de los centros más importantes de la cultura y el folclore de Costa Rica y, por eso, al comenzar un nuevo milenio quiere volver sus ojos a los siglos pasados y explorar sus raíces.
"Este es un pueblo con una gran riqueza cultural. Tenemos pintores, escultores, músicos y poetas y queremos que todos participen en las actividades que estamos organizando", indicó a IPS el alcalde de Barva de Heredia, Mario Ulate.
La Feria de Tradiciones, que pretende en la segunda y tercera semana de mayo de cada año convertirse en atracción para turistas nacionales y extranjeros, concluirá esta vez el día 14, fiesta de San Isidro Labrador que se celebra en todos los pueblos rurales de Costa Rica.
La feria cuenta con exposiciones de arte de pintores y escultores locales, ventas de artesanías de la zona y conciertos de la orquesta sinfónica de la localidad, una de las agrupaciones de más importancia del país.
"Una de las actividades que organizamos con más empeño es el tope infantil", explicó a IPS Mario Arguedas, otro de los organizadores barveños.
El tope es un desfile de caballos entrenados para hacer piruetas ante el público que, en este caso, son montados por niños y niñas de uno a 12 años vestidos con elegancia y acompañados de a pie por sus padres.
"Lo que queremos con esta feria es volver a recordar de dónde provenimos, que las mujeres vuelvan a cocinar nuestras comidas, que nuestros jinetes vuelvan a montar sus caballos, que recordemos cómo vivían nuestros abuelos", añadió Arguedas.
Para financiar estas actividades el ayuntamiento y la sociedad civil han recurrido a patrocinadores locales, como carnicerías, panaderías y almacenes. "Lo que queremos es que se vea la cultura local, no productos ni marcas transnacionales", destacó Moreno. (FIN/IPS/nms/dm/cr/00