(Arte y Cultura) PERU: La vanguardia de la technocumbia es femenina

Los investigadores de la evolución del arte popular de Perú analizan el ritmo denominado "technocumbia", que parece expresar una nueva identidad cultural en este país de múltiples raíces étnicas, y destacan el evidente liderazgo femenino que revela ese movimiento musical.

En el comercio discográfico peruano, la technocumbia vende casi tanto como todos los demás ritmos juntos. Sus principales figuras son vocalistas mujeres, también compositoras y empresarias de los conjuntos musicales.

Aunque el escenario central e inicial es Lima, a partir de su éxito se convierten en figuras nacionales, y las estrellas de la technocumbia comparten otra característica: son jóvenes de origen provinciano.

El movimiento lo encabeza la selvática Rosa Guerra, quien se rebautizó "Rosy War" y se viste como la fallecida cantante chicana Selene. La siguen otras dos chicas tambien de origen selvático: Ruth Karina y Ana Kohler.

Una cuarta vvocalista se ha sumado al podio de las celebridades provincianas de la technocumbia: Ada Chura Quispe, de origen andino y ex cantante del coro de una iglesia evangélica, que ahora hace furor con su tema "Ven a gozar".

"En el fenómeno musical llamado technocumbia se refleja el surgimiento de una nueva sociedad peruana, la integración de las distintas vertientes étnicas del país y la 'cholificación' de Lima, impuesta por la tercera generación de hijos de inmigrantes serranos y selváticos", comenta Pericles Cáceres.

"El papel predominante de las mujeres en la iconografía de la technocumbia, es también expresión de la nueva realidad peruana, pues las mujeres fueron el eje de la supervivencia social en un país envuelto en violencia política y crisis económica extrema», añade Cáceres, un ex promotor del Instituto de Cultura.

La technocumbia fue antecedida por la "chicha", ritmo creado por el encuentro de la música indígena andina y la salsa caribeña, que predominaba en los ambientes populares de la costa peruana en la década del 70.

El nombre de "technocumbia», fue rechazado originalmente por muchos de sus cultores, que querían seguirla llamando "chicha" o "tropical andina", pero factores de mercadeo se impusieron finalmente en su denominación.

"A primera vista, la technocumbia es una evolución sincrética de la música folklórica de la costa, la sierra andina y la selva, que durante mucho tiempo se dieron la espalda, influida por sonidos, instrumentos y ritmos procedentes de otros países americanos", comenta la abogada y cantante Amelia Lora.

"Pero si analizamos sus contenidos, la atrevida y alegre sensualidad de sus letras y, a veces, un agresivo humor social, nos damos cuenta que estamos en presencia de un nuevo espíritu, distante del plañidero acento del huayno del indígena andino o del romanticismo llorón del vals costeño", añade.

La cantante expresa que también es importante destacar la fuerte presencia de los ritmos de la selva, que casi no se conocían en Lima y llegaron cargados de aires musicales de las regiones amazónicas de Brasil y Colombia.

La precursora y figura emblemática del movimiento es Rosy War, ex vocalista de un mediocre grupo "chichero", quien abrió espacios masivos en las barriadas marginales de Lima, en donde viven los hijos de los inmigrantes del interior del país, y fue la primera que conquistó escenarios extranjeros.

"Además de incluir guitarras eléctricas y baterías electrónicas en sus sones selváticos, lo que no era nuevo, Rosy War impuso un acercamiento a los estándares internacionales, sumó su ruda imagen femenina y la beligerancia de su voz", dice la periodista especializada en espectáculos Norka Peralta.

Después de deambular sin éxito tocando puertas de las disqueras y radioemisoras, Rosy War comenzó a llamar la atención cuando sus conciertos populares en canchas deportivas sin tribunas ni facilidades congregaban a multitudes de más de 10.000 enfervorizados bailarines.

"Sus primeras presentaciones en radio y televisión eran gratuitas, casi tenía que agradecer que no le cobraran a ella, y ahora cobra 10.000 dólares por concierto", comenta su esposo, Tito Mauri, arreglista e integrante de su grupo musical.

La trayectoria de los demás intérpretes del género ha sido similar, teniendo prácticamente que mendigar en las radioemisoras que pasen sus grabaciones, mientras se hacen famosas en los barrios marginales de Lima.

Pero las vocalistas no son las únicas mujeres que encontraron fortuna empresarial en la technocumbia. La historia personal de Rosita Arango es similar a la de Rossy War, Ada Chura y Ruth Karina, pero en el campo discográfico.

Arango, una vendedora ambulante de casetes "piratas", se convirtió en propietaria de una casa discográfica de éxito gracias a la technocumbia. Fue una de las primeras en vender las grabaciones artesanales de Rossy War en su carretilla provista de parlantes en el mercado de Mesa Redonda, en el centro de Lima.

"Todos me preguntaban qué grupo era ese de la cantante ronquita, que sonaba tan bien. Vendí todos los que me dejó Rosy, me animé a grabar 50, luego 100, 500 y finalmente 1000 por mes. Y los repartí entre otros vendedores ambulantes y también en tiendas. Por supuesto que le pago su porcentaje", dice Arango.

Ahora es dueña de Rosita Producciones, empresa especializada en technocumbia que se arriesga a invertir en las desconocidas vocalistas que la buscan con sus casetes artesanales, que distribuye en Lima y las principales ciudades de Perú, así como en Bolivia, Ecuador, Chile y Argentina. (FIN/IPS/al/ag/cr/00

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