Un plan del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), destinado a la cría de ganado, la ampliación de cultivos y la conservación de recursos naturales en Perú, abrió nuevas oportunidades de trabajo para más de 26.000 campesinas.
Una de las beneficiadas por el proyecto es Serafina Arteaga, de 28 años, quien habla sólo quechua y vive en la cordillera de los Andes, a más de 4.000 metros de altura.
"Ahora que trabajamos en la siembra de alfalfa y cría de animales ya no tenemos necesidad de emigrar a la ciudad", como muchos se vieron obligados a hacer antes, comentó Arteaga a IPS.
Esta joven madre, quien carga en su espalda el último de sus seis hijos y vive en una casa de adobe sin energía eléctrica ni agua, dice que le gustaría conocer Cusco, la ciudad más cercana de su pequeña y aislada comunidad, a 130 kilómetros, pero no "me quedaría jamás a vivir" allí.
El proyecto Manejo de Recursos Naturales en la Sierra Sur (Marenass), iniciado en 1997 y que se extenderá hasta el 2003, apoya hoy la labor de 26.400 mujeres con un costo de 19 millones de dólares, 12 millones de los cuales fueron aportados por el FIDA.
El plan de esta agencia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), con sede en Roma, se desarrolla en la zona de mayor deterioro de los recursos naturales y más pobre de Perú, que abarca una extensión de 58.800 kilómetros cuadrados en la sierra de los departamentos sureños de Apurímac, Ayacucho y Cusco.
El ingreso promedio de las 52.800 familias que habitan esa región es de 200 dólares al año.
La desnutrición afecta a 83 por ciento de la población y sólo 24 por ciento de las familias tiene acceso al agua potable y 29 por ciento al servicio de energía eléctrica, mientras la pobreza es tres veces superior al promedio nacional.
Pero el proyecto del FIDA les abrió nuevas oportunidades de trabajo a esos campesinos, en la cría de ganado, desarrollo de cultivos y la conservación de los recursos naturales, y promovió el uso armónico de las tecnologías modernas junto a las tradicionales, explicó el ingeniero peruano Teófilo Zamalloa.
Expertos estiman que el proyecto beneficiará a unos 50.000 niños y niñas, mientras 360 profesores se capacitan en temas ambientales.
Francisco Chisa, presidente de una pequeña comunidad de la zona, destacó que los campesinos han aprendido a organizarse para optar por el proyecto del FIDA y llevar adelante las tareas para las cuales piden la ayuda económica, como la construcción de establos y la mejoría de la calidad del ganado.
La vida, aunque sin electricidad ni agua potable es siempre dura, "ahora ha mejorado, porque también hemos podido cambiar algunos cultivos", afirmó.
Chisa recordó que antes sembraban sólo "papas y habas, que no eran muy rentables, pero ahora tenemos cultivos de cebollas y ajos que vendemos muy bien en los mercados locales".
El apoyo de la agencia de la ONU permitió enseñar nuevos sistemas de irrigación a los campesinos, con lo cual han obtenido mayores cosechas y diversificación.
La ejecución del proyecto ha producido también diversos beneficios indirectos, como la capacitación de las comunidades campesinas para administrar y gestionar sus recursos financieros, a través de la apertura de cuentas bancarias comunales.
"Nunca antes había hecho un cheque", narró el presidente de otra comunidad de la zona, Fernando Candio, quien contó emocionado su primera experiencia bancaria.
Las comunidades reciben asesoramiento jurídico para mayor seguridad en cuanto al régimen de tenencia de la tierra.
También se prevé ampliar el riego en 3.000 hectáreas, se mejorarán los pastizales de otras 4.000 y se sembrarán 500 hectáreas de distintos tipo de árboles por cada familia.
El proyecto da prioridad a la incorporación de la mujer en papeles protagónicos en su ejecución, a través de concursos e incentivos entre las comunidades, usando para ello métodos de capacitación basados en sus tradiciones culturales y religiosas, como el "Pacha Mama Raymi", la celebración de la madre tierra.
El objetivo fundamental es ampliar las zonas cultivables y los pastizales e incrementar el valor comercial de los recursos naturales para la producción de los agricultores de la sierra sur de Perú.
Mario Quintana, presidente de otra de las comunidades campesinas del lugar, destacó el hecho de ser ellos mismos los que deciden las actividades a las cuales dedicarse con los fondos de la agencia de la ONU.
El FIDA se creó en 1977 para ayudar a reducir la pobreza y mejorar el estado nutricional de las poblaciones más pobres del Sur en desarrollo, mediante la concesión de préstamos en condiciones muy favorables. (FIN/IPS/jp/dm/dv/00