Rusia cobró renombre por sus avances científicos cuando integraba la ex Unión Soviética, pero ahora la ciencia se está convirtiendo con rapidez en una disciplina en extinción en el país.
Los estudiantes optan por profesiones más lucrativas como la administración de empresas, o por las que les ofrcen más oportunidades de encontrar empleo en otros países.
Ser físico o matemático simplemente no es rentable. En estos días, muchos de los 500.000 científicos rusos se enfrentan a la pobreza y deben trabajar con equipo obsoleto. Lo que fue un orgulloso patrimonio académico se desmorona en forma vertiginosa.
Más de la mitad de los científicos viven en Moscú o en áreas adyacentes, y apenas pueden afrontar el alto costo de vida.
Los científicos fueron considerados en otra época integrantes de una noble profesión y de la elite del país. El máximo galardón era pertenecer a la Academia de Ciencias (RAN), fundada hace 275 años por el zar Pedro el Grande, tras reclutar científicos en toda Europa.
En la actualidad, la RAN no puede pagar a sus científicos y ya no es tan prestigiosa. Durante la última década, más de 70.000 científicos abandonaron esa academia y optaron por el lucrativo sector privado. Según estadísticas oficiales, más de 20.000 científicos rusos trabajan en el exterior.
Todo indica que muchos de esos investigadores se llevaron consigo el resultado de décadas de trabajo colectivo, gran parte del cual no había sido patentado, como potencial fuente de ingresos que necesitaban en forma desesperada.
El presupuesto ruso para este año apenas prevé recursos suficientes para asegurar la subsistencia de los científicos estatales.
No es una sorpresa que los investigadores sobrevivan gracias a las donaciones de la Fundación Internacional de Ciencias del multimillonario estadounidense George Soros y pequeños aportes del Fondo Ruso para la Investigación Básica.
En el pasado, los científicos rusos vivieron un período de autoafirmación, y se desarroló un sistema de estímulo a los escolares talentosos mediante las Olimpíadas Científicas, certámenes de física, matemáticas y otras disciplinas cuyos ganadores podían ingresar a las universidades más prestigiosas.
Durante los años 60 hubo un entusiasmo sin precedentes en la búsqueda de nuevos talentos, y muchos fueron descubiertos en esas olímpiadas, recordó el profesor Sergei Krotov, de la Universidad de Moscú, quien afirmó que una terrible inversión de esa tendencia en el inicio de los años 90.
Hace tres décadas, los académicos rusos lanzaron una revista mensual llamada El Quantum, destinada a los jóvenes prometedores en física y matemáticas. En los años 70 se editaban 300.000 ejemplares de esa revista y ahora se editan 5.000.
Los profesores se quejan de que el nivel de la educación ha decaído. La llamada "humanización" de la educación secundaria, a comienzos de los años 90, fue un severo golpe, opinó Alexander Leonovich, un profesor de física en Dubna, más conocida como "la ciudad de los físicos" y situada cerca de Moscú.
"La 'humanización' implicó el aumento de la ensdeñanza de disciplinas humanísticas como la historia, con escaso respaldo de investigación y a expensas de la física y las matemáticas", señaló Vladimir Thikomirov, matemático y profesor de la Universidad de Moscú.
AThikomirov afirmó que una generación de científicos notables surgió de las olimpíadas, pero un tercio de ellos ha emigrado y sólo la mitad de los restantes siguen con vida.
El recambio generacional no pueden producirse sin apoyo estatal, y todo el mundo de la ciencia se encamina hacia una muerte lenta pero segura, añadió.
Los escépticos alegan que la presunta "gran ciencia" rusa no tuvo bases en la realidad, y que sus descubrimientos fueron empleados para la fabricación de bombas atómicas y otras armas durante la Guerra Fría (1947-1991), sin que la población del país obtuviera beneficio alguno.
Los cientificos replican que sus descubrimientos podrían haber sido empleados con otros fines. "Es imposible anticipar cambios climáticos globales sin buenos e incluso brillantes matemáticos", apuntó Georgy Golitsyn, miembro de la RAN y presidente del Instituto de Física Atmosférica.
En los años 70, más de dos tercios de los estudiantes rusos optaron por las carreras de ingeniería, ciencias naturales y medicina, pero el prstigio y el atractivo de esas profesiones decayó tras el colapso de la Unión Soviética y el fin de la Guerra Fría.
Ahora es difícil para las instituciones científicas atraer a jóvenes talentosos. Los estudiantes universitarios reciben, por lo general, una remuneración de entre seis y nueve dólares por mes, y la mayoría de los estudiantes de posgrado debe buscar un trabajo para complementar su ingreso de unos 7 dólares mensuales.
Expertos señalaron que la suma de la inversión estatal y privada para comercializar tecnología avanzada es menos de 200 millones de dólares anuales, incluyendo al sector militar, una cifra muy inadecuada para un país en el cual hay miles de centros de investigación y empresas que emplean tecnología avanzada.
"Pocos ejecutivos rusos del mundo de los negocios se dan cuenta de la importancia de revitalizar el potencial científico del país. Sólo algunos empresarios invirtien en la actualidad con ese objetivo", apuntó Yuri Osipyan, un integrante de la RAN.
Algunas instituciones gubernamentales han instalado oficinas de transferencia de tecnolgía con escasos resultados.
"La Agencia Espacial Rusa creó el Centro de Transferencia de Tecnología para su propio beneficio y el de otras compañías que emplean tecnología avanzada, pero aún debe recorrer un largo camino para ponerse a la par de firmas extranjeras", observó Sergei Zhukov, director general de ese centro.
La institución tiene dificultades para mantenerse a flote y es incapaz de financiar programas de investigación, añadió.
El Ministerio de Justicia instaló una Agencia Federal para la Protección de la Propiedad Intelectual, con el objetivo de salvaguardar los conocimientos desarrollados en los centros estatales de transferencia de tecnología, y en especial los vinculados con la industria militar.
El director de esa agencia, Yury Gaidukov, aseguró que la transferencia de tecnología y la comercialización de propiedad intelectual podrían proporcionar a Rusia más de 1.000 millones de dólares anuales.
Sin embargo, la posibilidad de lograr esos ingresos será utópica mientras los investigadores dependan de donaciones para llevar adelante su tarea. (FIN /IPS/tra-eng/sb/sm/ego/mp/ci sc dv/00)