Las relaciones entre India y Estados Unidos siempre fueron descriptas como una historia de oportunidades perdidas, malentendidos y errores de cálculo. La gira en curso del presidente Bill Clinton por Asia meridional agrega otro elemento a la lista: expectativas defraudadas.
Cuando Clinton anunció su visita, generó dos tipos de expectativas. La opinión pública de Estados Unidos esperaba que al menos redujera el riesgo nuclear en Asia meridional, al que el mandatario describió en varias ocasiones como el lugar más peligroso del planeta.
Sobre todo, como lo destacó el diario The New York Times, los ciudadanos estadounidenses pretendían una reducción del riesgo de una confrontación nuclear entre India y Pakistán.
Por otra parte, el gobierno de India esperaba que Clinton diera señales de una inclinación por Nueva Delhi, siguiendo la línea de su papel de mediador el año pasado en el conflicto fronterizo de Kargil con Pakistán.
Las autoridades indias pensaban que Clinton, preocupado por el terrorismo transfronterizo, respaldaría su exigencia del fin de la violencia como condición para la reanudación del diálogo con Islamabad.
Sin embargo, ambas expectativas parecen haber sido defraudadas. La primera por falta de esfuerzo, y la segunda pese a los denodados intentos de Nueva Delhi.
Clinton no insistió demasiado con el tema de la contención nuclear en Asia meridional, y los líderes indios no lograron el apoyo de Washington a su negativa a negociar con el régimen paquistaní en las actuales condiciones.
El principal resultado de la visita de Clinton parecería ser cierto reordenamiento de las relaciones entre Estados Unidos, India y Pakistán, con cierta jerarquización de India en el esquema estadounidense y una intensificación de los vínculos económicos bilaterales.
Este resultado pone de relieve la ruptura definitiva de India con la no alineación y su autonomía en la planificación económica.
Otra consecuencia, menos segura, podría ser la reanudación del diálogo entre India y Pakistán. Queda por ver si se realiza de buena fe y si tiene éxito, aunque sea en el corto plazo.
Clinton perdió la oportunidad de comprometer seriamente a India en la cuestión nuclear. La declaración conjunta de Clinton y el primer ministro indio Atal Behari Vajpayee solo incluyó una blanda manifestación sobre el objetivo de ambos países de reducir y finalmente eliminar las armas nucleares.
Los dos gobiernos afirmaron su compromiso de renunciar a nuevas pruebas nucleares para un temprano comienzo de las conversaciones acerca de un tratado sobre materiales físiles, además de los controles de exportación.
Este aspecto de la declaración representa una degradación de la meta del desarme nuclear (ni siquiera mencionada) hacia la mera no proliferación. También limita el alcance de un pacto sobre material físil a la detención de la producción, y no a la eliminación de las reservas existentes.
En su discurso al parlamento indio, Clinton exhortó a considerar si India realmente ganó en seguridad luego de las pruebas nucleares de mayo de 1998 y si sus intereses serán mejor servidos con una carrera nuclear.
Pero no hubo ningún intento por enfocar el tema genéricamente o aun en el contexto de Asia meridional, con su historia de guerras, errores de cálculos estratégicos, amenazas belicosas, infraestructura desvencijada y propensión a los desastres.
La razón parece ser la negativa de Washington a enfrentar la cuestión del débil vínculo entre las armas nucleares y la seguridad en la posguerra fría, y a realizar un compromiso sobre la abolición nuclear.
Clinton puso énfasis en las cuatro "r": restricción, respeto de la Línea de Control (que divide la región de Cachemira entre India y Pakistán), reanudación del diálogo y rechazo a la solución militar a la disputa de Cachemira.
Muchos funcionarios indios manifestaron decepción porque esperaban que la masacre el lunes de 36 sikhs en Cachemira, el día previo a la cumbre entre Clinton y Vajpayee, pusiera de relieve la naturaleza terrorista de la violencia y así lo interpretara Washington.
Aunque no se produjo una inclinación de Estados Unidos hacia India a corto plazo, ocurrieron ciertos cambios a largo plazo en las relaciones bilaterales, y Nueva Delhi avanzó en materia de cooperación estratégica y asociación con Washington.
En cierto aspecto, la visita de Clinton a India, que terminará este sábado, representa un demorado cambio en las prioridades de Estados Unidos durante la guerra fría.
Durante la confrontación Oriente-Occidente, Estados Unidos trató a Pakistán como un amigo, en particular tras la intervención soviética en Afganistán, y esto lo apartó más de India.
Aunque esa relación cambió hace más de 10 años con la retirada soviética de Afganistán y el fin de la guerra fría, la política estadounidense quedó retrasada respecto de la realidad.
En India, la inspiración para un estrechamiento de las relaciones con Estados Unidos procede de un giro hacia la derecha en la sociedad y la economía durante los años 90. El aspecto más importante de este giro fue el ascenso al poder del partido hinduísta y nacionalista Bharatiya Janata, de Vajpayee.
La búsqueda del acercamiento a Washington también tiene que ver con la inclinación de India hacia una economía de mercado en 1991 y la rápida expansión de una elite consumista y agresiva, con sus ojos firmemente puestos en Occidente.
Esta elite, que constituye menos de 10 por ciento de la población (1.000 millones), ve al pueblo indio como una carga sobre sí mismo y recela del paradigma nehruviano de la democracia, el secularismo, la no alineación y la economía mixta. Por lo tanto, procura estrechar sus relaciones con Washington.
En medio de ambas dinámicas está la poderosa comunidad india en Estados Unidos (1,5 millones), compuesta en general por profesionales altamente capacitados y exitosos, en especial en el campo de la tecnología de la información.
Todos estos elementos cooperan para una mayor integración entre India y Estados Unidos, pero solo a nivel de elite, porque menos de dos por ciento de los indios poseen computadoras o teléfonos, y para las empresas estadounidenses, India es una mera fuente de producción intensiva con mano de obra barata.
El comercio bilateral, de 13.000 millones de dólares, no es enorme pero está en crecimiento, en especial tras el desmantelamiento de las restricciones comerciales por el gobierno de Vajpayee, en una medida polémica que amenaza el sustento de los agricultores pobres.
A nivel económico, la visita de Clinton promoverá una mayor interacción bilateral, y a nivel estratégico, los resultados probablemente no serán tan alentadores para Asia meridional.
Las relaciones entre India y Pakistán se deterioraron más desde las pruebas nucleares de ambos países en mayo de 1998, que aumentaron la desconfianza mutua y aceleraron la carrera nuclear.
En la actual relación triangular entre Estados Unidos, India y Pakistán, cualquier inclinación de Washington hacia uno u otro estado surasiático irritaría al otro y aumentaría la tensión.
Las relaciones indo-paquistaníes ya están en su punto más bajo en tiempos de paz, o relativa paz, dados los frecuentes choques a través de la frontera de Cachemira.
Al final de la visita de Clinton a India, es difícil predecir si esta situación cambiará. Existen escasas señales de moderación y contención, y muchas de creciente conflicto. (FIN/IPS/tra-en/pb/an/mlm/ip/00