ARGENTINA: Las pobres mujeres de la generación de Eva Perón

Nacieron entre los años 20 y 30 en Argentina y en su juventud creyeron que el futuro sería de ellas. Pero hoy sufren una múltiple marginación, porque además de ser ancianas y mujeres reciben magras pensiones o tienen los empleos más precarios.

La falta de visibilidad de los temas que conciernen a la mujer anciana es tal que la búsqueda de datos empíricos, estudios o expertos en el tema resulta una tarea difícil y por momentos infructuosa. Para saber sobre ellas, sólo están ellas, y unos pocos datos más sobre jubilados en general, hombres y mujeres.

Esta invisibilidad resulta paradójica si se piensa que estas mujeres pertenecieron a la generación de Eva Perón, una de las primeras protagonistas de la historia argentina, por cuyo impulso se consiguieron conquistas ciudadanas, sociales y laborales sin precedentes, como el voto femenino en 1951.

"Si Evita viviera, sin dudas estaria acá junto a nosotras", dijo a IPS Elba Maraboto, una mujer de 72 años que desde hace 12 asiste todos los miércoles a la manifestación que los jubilados realizan frente al Congreso en reclamo de una pensión mínima de 450 dólares al mes, menos que un salario de subsistencia.

La marcha se ha vuelto parte del paisaje y por eso es cada vez menos efectiva y más una suerte de terapia grupal. Varias decenas de jubilados y pensionados con pancartas leen sus discursos, cantan consignas, conversan entre ellos y se van, casi siempre a pie, para no gastar en transporte.

Norma Plaa, la más aguerrida entre los dirigentes del movimiento, capaz de tomar del cuello a un ministro o de colgarse de las rejas del parlamento, murió hace tres años de cáncer, el mismo mal que transformó en mártir a Eva Perón cuando tenía sólo 32 años.

El miércoles se celebra el Día Internacional de la Mujer.

En Argentina, con una población de 35 millones de habitantes, hay casi cinco millones mayores de 60 años. Los demógrafos consideran que se trata de una población envejecida, porque cada vez se registra una mayor expectativa de vida y un menor número de nacimientos por mujer.

Hay casi 15 millones de personas activas y 3,2 millones de jubilados y pensionados.

Entre estos últimos, los primeros trabajaron y aportaron al sistema de retiro, y los segundos reciben una pensión por los aportes de su cónyugue fallecido.

El resto de los ancianos y ancianas -casi dos millones- no tiene ingresos propios y son los que viven en condiciones de extrema pobreza.

Entre jubilados y pensionados son mayoría las mujeres, que además viven en promedio tres años más que el hombre. Pero si se observa particularmente el número de pensionados, allí su presencia es masiva: 1,2 millones de las 1,3 millones de pensiones mensuales pagadas en 1999.

De acuerdo a estadísticas oficiales, la mayoría de las pensionadas tiene más de 70 años y viven solas, un hecho que agrava su situación en los casos en que el monto percibido es el mínimo, de 150 dólares al mes.

Es que los montos son muy bajos en todos los casos, pero la peor situación la llevan las pensionadas, que en su época activa trabajaron en su casa y criaron a los hijos. El 65 por ciento de las jubilaciones no supera los 300 dólares al mes, mientras que 87 por ciento de las pensiones no llega a ese monto.

Un estudio de la Secretaría de la Tercera Edad reveló en 1999 que 85 por ciento de los jubilados y pensionados en general no logran cubrir una canasta básica de subsistencia, que para dos mayores de 65 años con vivienda propia, sin automóvil ni teléfono, se estima en 578 dólares.

Pero el fenómeno de las pensiones, el más crítico dentro del universo de las ancianas, está relacionado con un determinado modelo de vida activa.

La presidenta de la Comisión de Previsión de la Cámara de Diputados, Maria América González, dijo a IPS que las mujeres trabajaron en forma tan discontinua por la maternidad y otros asuntos vinculados a lo doméstico, que hoy no se pueden jubilar y sólo reciben pensiones muy bajas.

"La mujer que no puede vivir con una pensión, sale a buscar empleo en forma desesperada y consigue, pero se trata de puestos muy precarios en los que todos sus derechos son vulnerados, aceptan cualquier empleo, cobran menos, no se respetan jerarquías", indicó.

La parlamentaria recordó que "todas las conquistas sociales que se habían logrado en las últimas décadas para empezar a equiparar la situación laboral de las mujeres con la del hombre, hoy han retrocedido por la necesidad".

Amalia Wyczykier, una jubilada de 61 años que cobra 320 dólares al mes, vive con su hermana de 55 que está desocupada, busca empleo, pero la edad la margina del mercado laboral, y tiene a cargo a su madre, de 90 años, que es pensionada y percibe 222 dólares mensuales.

Entre las tres, no llegan al mínimo de subsistencia para dos personas mayores, y tienen que recurrir a la caja de alimentos que entrega mensualmente la prestadora social de servicios para jubilados y pensionados.

"Yo puedo tomar un té y listo, pero los medicamentos de mi madre son carísimos", comentó Wyczykier.

La historia de su familia se parece a la de millones de argentinos. Su padre era un inmigrante que llegó de Polonia en 1930 y su madre arribó dos años después. "No tenían nada, pero progresaron y tuvieron una tienda en la que trabajabamos todos, mi madre, mi padre, mi hermana y yo", dijo.

El negocio fue cerrado hace algunos años, tras haber sido saqueado por delincuentes, y ya no volvió a abrir. Su padre, que siempre le decía a su esposa que no necesitaba hacer aportes a la seguridad social, murió a los 83 años, y ahora el resto de la familia, todas mujeres, hace malabares para sobrevivir.

"Mi padre murió confiando en que esto se iba a arreglar, decía que en los años 30 también las cosas estaban mal, había ollas populares en las esquinas para los que no tenían empleo y la gente migraba en busca de algún empleo para sobrevivir, pero yo veo que los años pasan y esto está cada vez peor", afirmó.

González recordó que los 40 y 50 "fueron una época de gloria para la mujer" porque en pocos años se consiguieron conquistas formidables, pero ahora, con un desempleo de más de 14 por ciento, "sus derechos se vulneran más fácilmente".

Marta Martínez tiene 73 años y es jubilada. Después de criar seis hijos comenzó a trabajar afuera y en pocos años consiguió un puesto gerencial en una tienda. Se retiró hace dos años y con su marido jubilado, de 82, y un hijo que padece ezquizofrenia crónica, no suma el total que necesita.

Pensó distinas cosas para hacer y finalmente se ofreció para trabajar los fines de semana en una inmobiliaria, mostrando casas y apartamentos. "Las chicas jóvenes no quieren ese trabajo porque se paga poco y tienen que sacrificar sábados y domingos", dijo a IPS Martínez.

Por esa tarea recibe sólo 20 dólares por tarde y como resultó una persona confiable, este año le ofrecieron cubrir otro puesto por 15 días. Se trataba de una suplencia en la oficina, de lunes a viernes, todo el día, por la que le ofrecieron 200 dólares.

Cuando Martínez estaba en actividad ganaba el equivalente a 2.500 dólares mensuales por ese horario, pero ahora los 200 le resultan una ayuda extra imprescindible.

Martínez pertenece a la generación de Eva Perón, pero lejos de los beneficios prometidos entonces -vacaciones, licencias por maternidad, sueldos extra y jubilación asegurada para hombres y mujeres- hoy debe enfrentar una realidad más difícil que la que vivió su madre inmigrante a principios del siglo XX. (FIN/IPS/mv/ag/dv/00

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