La incertidumbre acerca de los precios internacionales del petróleo mantiene en ascuas a las economías de América Latina y pone algunos velos de duda sobre la reactivación prometida para este año.
Esta región, en que conviven grandes exportadores de crudo con importadores netos, aguarda con expectativa las definiciones que sobre la producción mundial adoptará el 27 de marzo en Viena la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).
Venezuela y México están entre los 10 mayores productores mundiales para un mercado que demanda a diario 75 millones de barriles, y aparecen hoy favorecidos por la tendencia al alza de los precios petroleros.
Una bonanza similar llegó para otros exportadores como Argentina, Colombia y Ecuador, mientras Brasil y, más aún, Chile, Uruguay y América Central forman parte del bando de los perjudicados al depender de los suministros importados de crudo.
No obstante esta diversidad, los países latinoamericanos en su conjunto parecen alineados detrás de los afanes de Estados Unidos de aumentar la oferta petrolera para ponerse a resguardo de crisis de escasez o de sobreprecios, que a la larga afectarían a productores y consumidores.
El deseo predominante es que la OPEP restablezca al menos en parte los 2,1 millones diarios de barriles en que redujo los suministros desde marzo de 1999 para defender los precios, que habían caído a 10,55 dólares por barril en diciembre de 1998.
Las reducciones aumentaron a cuatro millones de barriles diarios con los recortes de los productores ajenos a la OPEP, como México, Noruega y Rusia, con lo cual el precio del barril llegó a mediados de febrero a 30 dólares promedio, cota no alcanzada desde la guerra del Golfo de 1991.
La recuperación de los precios sostendrá la expansión de la economía mexicana, una de las de mejor comportamiento en 1999, y generará a Venezuela recursos necesarios para reconstruir las zonas devastadas por las lluvias e inundaciones de diciembre.
Colombia, otra nación con graves problemas económicos derivados de la violencia interna, planificó su presupuesto para este año con un precio del petróleo de 18,6 dólares por barril y tendrá ahora ingresos adicionales que le permitirían aminorar un déficit fiscal cercano a seis por ciento de su producto interno bruto (PIB).
Chile, que importa 95 por ciento del petróleo que consume, prevé para este año un crecimiento del PIB de seis por ciento, pero esa meta se reduciría en un punto si persiste el precio actual en torno a los 28 dólares por barril.
El alza del crudo generó en Chile aumentos de los combustibles, que acarrearon incrementos en los precios del transporte que ponen en duda la meta inflacionaria de 3,5 por ciento para este año. En Argentina también hubo conflictos por los precios de la gasolina.
Brasil, que importa un tercio de su demanda de crudo, está reteniendo un alza de los derivados de petróleo hasta la reunión de la OPEP para impedir un impacto inflacionario, pero los subsidios que ello implica arriesgan, a su vez, sus compromisos de ajuste con el Fondo Monetario Internacional.
Por su parte, el presidente de Costa Rica, Miguel Angel Rodríguez, afirmó que los aumentos del petróleo en 1999 costaron a América Central, importadora neta de crudo, 1.000 millones de dólares y profundizaron la pobreza en esa región.
Rodríguez expresó su total respaldo al secretario de Energía de Estados Unidos, Bill Richardson, por sus gestiones para bajar los precios, que consideró "artificialmente altos" como consecuencia de la "manipulación" de la OPEP.
Once países centroamericanos y caribeños reciben anualmente suministros de 160.000 barriles de petróleo con facilidades de pago de México y Venezuela, según el Pacto de San José, que el presidente venezolano, Hugo Chávez, planteó ampliar a Cuba.
La propuesta no prosperó por oposición de México, pero el día 17 Venezuela firmó un protocolo de entendimiento con La Habana de asociación en el área petrolera, que favorecerá a la isla que otrora dependía de los suministros de crudo de la hoy desaparecida Unión Soviética.
México y Venezuela, que llevan la voz cantante en América Latina en materia petrolera, consideran que una escalada mayor de los precios afectaría la recuperación económica de la región y sería a la larga un mal negocio para ellos mismos.
La economía latinoamericana, que se estancó en 1999 por efectos de la crisis financiera internacional, debería crecer este año en torno de 3,5 por ciento, una de las reactivaciones más espectaculares del mundo.
Una crisis de sobreprecios del petróleo, con efectos en todo el planeta y particularmente en Estados Unidos, Europa y Japón, las "locomotoras" de la recuperación internacional, no es un buen pronóstico para los países latinoamericanos, ya sean exportadores o importadores de crudo.
Las autoridades mexicanas explicaron bien ese temor al prevenir sobre el efecto bumerán que puede darse si la OPEP insiste en reducir los suministros para mantener las cotizaciones del barril de petróleo en sus actuales niveles.
En medios económicos de la región se estima que la organización de productores no está en condiciones de extremar sus recursos de cuotas de producción en las nuevas condiciones en que opera el mercado mundial.
El diario chileno El Mercurio recordó en un editorial que el escenario actual es muy diferente al de las crisis energética de 1973-1974, a raíz de los cambios en la demanda de petróleo tanto por planes de ahorro como de sustitución de fuentes.
En la década de los años 90, el consumo de petróleo creció a un ritmo anual de solo uno por ciento, mientras se multiplicaron en el mundo, y sobre todo en América Latina, inversiones en el área de los hidrocarburos orientadas más a la explotación del gas natural que de crudo. (FIN/IPS/ggr/dm/if en/00