El gobierno, juntas vecinales y organizaciones sociales de Perú llevan adelante con éxito un programa de lucha contra las pandillas juveniles, uno de los principales problemas de seguridad que afrontan las ciudades.
Lima, con siete millones de habitantes, es considerada una ciudad de violencia media en América Latina, según un estudio realizado por el Banco Mundial en 14 países.
El informe ubica a Bogotá, Sao Paulo, Río de Janeiro, México y Caracas como las ciudades más violentas de la región, mientras que Buenos Aires, San José, Santiago, Asunción y Montevideo aparecen como las más pacíficas.
Sin embargo, la capital peruana corre el riesgo de alcanzar altos grados de violencia tras el incremento del fenómeno de las pandillas juveniles, que en algunos casos se sitúa en el umbral de la delincuencia común.
Los grupos de simpatizantes de equipos de fútbol, conocidos como "barras bravas", incurren cada vez con más frecuencia en asaltos y rapiñas.
Una encuesta realizada por el Instituto Nacional de Estadística e Informática reveló que 73 por ciento de los limeños considera que la falta de seguridad pública es el segundo problema social más grave de la ciudad, detrás del desempleo.
Otro sondeo del instituto privado Apoyo señala que en 1998 ocurrieron en Lima 1.330.000 asaltos, lo cual equivale a más de dos ataques por minuto.
Cásar Ortiz, presidente de la no gubernamental Asociación Pro Seguridad Ciudadana, comentó que el aumento de las penas para los delitos violentos decretado en 1998 y la represión policial han logrado reducir la acción de los grandes grupos criminales.
"Los decretos frenaron a las bandas de gran calibre, pero no a los ladronzuelos ni a las pandillas juveniles", afirmó Ortiz.
Según estadísticas del Ministerio del Interior, 30 por ciento de los robos ocurren en las calles y en su mayor parte los agresores fueron jóvenes de entre 16 y 25 años. También revela que en 93 por ciento de los casos los delitos son protagonizados por hombres.
Ante el incremento de la violencia en las ciudades, un grupo de sociólogos demandó la adopción de programas menos punitivos y de asimilación social, luego de rechazar la propuesta de varios parlamentarios de encargar a tribunales militares el juzgamiento de los pandilleros.
La iniciativa de los sociólogos fue recogida por los ministerios de Interior y de Promoción de la Mujer y Desarrollo Humano (Promudeh) y por entidades municipales, parroquiales y no gubernamentales.
El sociólogo Aldo Panfichi indicó que en la violencia juvenil e infantil hay que distinguir dos tipos de origen que establecen características diferenciadas de organización y requieren manejos sociales diferentes.
"Los pirañitas, son los niños que viven en las calles, en grupos de protección recíproca, que se dedican al hurto a través del arrebato y a veces con amenaza de armas blancas. Son desamparados y sus edades oscilan entre ocho y 14 años", explicó Panfichi.
"Su vida callejera los dota de un acentuado individualismo y búsqueda de libertad, las jerarquías internas de los grupos son poco estables y los chicos necesitan vivir agrupados pero suelen cambiar de grupos", agregó.
Panfichi indicó que, en razón de ello, se les debe inducir a hogares abiertos, donde reciban abrigo y alimento, pero no reclusión".
En cambio, "las pandillas están constituidas por jóvenes que tienen hogares, aunque generalmente poco estables, y en el que el padre es un valor ausente. Tienen en común un territorio (barrio), carecen de proyectos, pero se sienten familia y se mueven en grupos".
Por otro lado están "las barras bravas, que son pandillas cuyo eje de lealtad es el fútbol. Organizan su tiempo, tienen misión, una pasión común, se sienten parte de un proyecto mayor, tienen jerarquías y compiten por el control de los grupos", describió.
El Ministerio del Interior promovió la creación de Juntas Vecinales de Protección a la Comunidad, que en su primer año de actuación en Lima han colaborado en la identificación de 384 pandillas de conducta violenta en la zona central y los barrios periféricos.
La actuación de estas Juntas Vecinales, a las que se suman los conductores de 15 empresas de radio taxis, se coordina con el llamado Sistema de Teledenuncias, a su vez vinculado con los automóviles y motocicletas de la policía.
Los miembros de las juntas vecinales formadas en los barrios reciben un curso denominado vecino vigilante y una guía de organización y procedimientos.
En el barrio El Agustino, un cerro en el que habitan algunos de los grupos juveniles más violentos, se comenzó ha tomar contacto con los líderes de las pandillas para implementar programas de incorporación social positiva.
Competencias deportivas y cursos de computación o de artesanías son algunos de los planes pilotos que se comenzaron a desarrollar con los jóvenes de la zona.
Otro programa de rehabilitación de adolescentes fue iniciado por el Promudeh, que ha permitido rehabilitar el año pasado 240 pandilleros de ambos sexos.
La rehabilitación juvenil se desarrolla paralelamente a otro programa destinado a madres adolescentes, por el cual se creó un grupo de teatro que escenifica temas de salud reproductiva, educación sexual y prevención contra las drogas.
Una de estas experiencias se viene desarrollando en el barrio La Victoria, donde 70 miembros de la barra brava "Barraca rebelde", del club Alianza Lima, están organizando un comedor infantil para pequeños simpatizantes de ese equipo de fútbol. (FIN/IPS/al/dm/pr hd/00