URUGUAY: Industria del vino se internacionaliza

Convertida en una de las actividades más pujantes de la economía en Uruguay, la industria del vino comenzó a recibir inversiones de grandes grupos europeos del sector.

El acuerdo de cooperación más reciente fue el que suscribieron la bodega nacional Cerros de San Juan, que controla 15 por ciento del mercado local, con la filial argentina de la francesa Moet et Chandon.

Con anterioridad, en este mismo año, otras dos firmas vitivinícolas uruguayas habían establecido empresas mixtas con sendas compañias europeas.

Juan Carrau se alió con la española Freixenet, líder mundial de cava (la variedad catalana del champagne francés) para producir vinos finos destinados en su mayor parte a la exportación, mientras Castillo Viejo lo hizo con la firma francesa Jean Lessourges.

En ambos casos la inversión rondó los tres millones de dólares.

El año pasado, Establecimientos Joanicó había llegado a un acuerdo de cooperación industrial con Chateau Pape Clément de Francia para producir vinos de alta calidad.

En virtud de la asociación de Cerros de San Juan con Chandon surgirá una nueva firma, Bodega Chandon Uruguay S.A., que producirá una nueva línea de vinos finos y la distribuirá primero en este país y luego en Argentina, al tiempo que comercializará en Uruguay los productos de Chandon Argentina y Moet y Chandon.

La bodega uruguaya continuará con su producción actual de manera indepenidente.

Cerros de San Juan tiene 75 hectáreas de viñedos en el departamento de Colonia, al oeste de Montevideo, y elabora unas 720.000 botellas de variedades finas. Sus principales mercados son Brasil, Alemania, Suiza, Gran Bretaña, Austria y Estados Unidos.

Según Ramiro Otaño, director comercial de Bodega Chandon de Argentina, el proyecto con la firma uruguaya se enmarca en la expansión de la filial en la zona del Mercosur, que comparten los dos países rioplatenses, Brasil y Paraguay, y al cual está asociado Chile, otro gran productor de vinos de la región.

En los próximos cuatro años, Chandon Argentina planea invertir cerca de 30 millones de dólares en la ampliación de su capacidad de bodega, la compra de tierras y la incorporación de tecnología en toda la región, señaló Otaño.

La industria vitivinícola uruguaya es más que centenaria, pero adquirió reconocimiento internacional y capacidad exportadora en los años 90, tras un proceso de reconversión apoyado por el Estado a través del Instituto Nacional de Vitivinicultura (Inavi).

En 1978, el experto francés Denis Boubais, al término de una visita a varios establecimientos de este país, había sentenciado a muerte a la industria uruguaya del sector. "Los viñedos uruguayos son un desastre", comentó.

Veinte años después, el país desarrolla con éxito una variedad de vino tinto, el tannat, que sólo se produce en Uruguay y en una pequeña región de Francia, por la cual ha logrado varios premios en ferias internacionales de todo el mundo.

El propio experto francés ha modificado su opinión. "La vitivinicultura uruguaya ha cambiado mucho en los últimos años", constató tras una nueva visita en 1993.

"Las nuevas plantaciones establecidas con material importado de Francia libre de virosis y con variedades nobles pueden ser consideradas entre las mejores del mundo y auguran un gran futuro a la industria", agregó.

En el primer semestre de 1999, el país exportó unos 1,2 millones de litros de vinos, frente a sólo 4.200 en 1988, 115.000 en 1992, y más que las ventas al extranjero registradas en el año pasado, que ya estaban en crecimiento de 141 por ciento respecto a las de 1997.

La reconversión de la industria vitivinícola uruguaya fue posible gracias a las subvenciones que recibió del Inavi desde los primeros años de esta década, en vistas de la adaptación de la producción nacional a la nueva realidad de la integración del país en el Mercosur.

Ese instituto está integrado por representantes de tres ministerios y por delegados de los viticultores, las cooperativas vitivinícolas y las bodegas.

"La acción del Inavi es un buen ejemplo del papel que puede cumplir el Estado en el apoyo a los procesos productivos en conjunción con el sector privado", comentó Francisco Zunino, enólogo e integrante del organismo.

"La disyuntiva que tenían los productores nacionales entonces era adaptarse o morir. Debíán también definir estrategias claras", afirmó Daniel Pisano, uno de los responsable de las Bodegas Pisano, una de las más importantes del país.

"Se eligió sacrificar la cantidad y priorizar la calidad y el desarrollo de nuevas cepas. Los vinos tintos finos fue la opción hacia la que los principales productores se encaminaron gracias a las ventajas comparativas con que cuenta Uruguay respecto, por ejemplo, de Argentina y Chile", agregó.

Pisano indicó que "el hecho de estar sobre el océano Atlántico, en presencia de grandes masas de agua dulce, asemeja las condiciones reinantes en Uruguay a las que imperan en la zona francesa de Burdeos, lo que hace que los vinos uruguayos de alta calidad se parezcan a algunos de los franceses".

Pisano destacó que los vinos chilenos y argentinos "son similares a los californianos y australianos, mientras los uruguayos tienen aromas más frutados, similares a los europeos".

El desarrollo de la variedad tannat fue la meta hacia la que se encaminaron los principales productores nacionales, con el objetivo de lograr un "sello uruguayo, un tipo de vino que fuera identificado en el mundo con este país".

Las características del tannat uruguayo son distintas a las del tannat francés, por el diferente tipo de uva que se produce.

"Allí los vinos tienen más cuerpo, pueden ser consumidos cinco años después, mientras los tannat uruguayos se consumen como vinos jóvenes sin problema alguno", afirmó Pisano.

El mejoramiento de las vides, apuntando a la producción de vinos de una sola cepa -a diferencia de los europeos, que suelen mezclar variedades-, la inversión en tecnología y la mira puesta en la calidad "dio identidad a los vinos uruguayos", dijo a su vez Francisco Zunino.

El proceso de reconversión desarrollado sobre todo en los años 90 supuso la desaparición de numerosas pequeñas bodegas y la fusión de otras, una tendencia que, según señala el técnico del Inavi, va a incrementarse en el futuro inmediato.

Hoy, Uruguay exporta algo menos del dos por ciento de su producción vinícola, pero llega al 20 por ciento en lo que respecta a los vinos finos. Unas 50.000 personas viven de esta industria. (FIN/IPS/dg/ag/if/99

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