El principal economista del Banco Mundial, Joseph Stiglitz, quien realizó críticas públicas al Fondo Monetario Internacional (FMI) por su manejo de la crisis financiera asiática de 1998, dejará su cargo el mes próximo.
Stiglitz es llamado "Caballero Joe" por sus colegas, a causa de sus modales y su sonrisa contagiosa. Ingresó al banco en febrero de 1997, luego de una carrera como académico y de desempeñarse como presidente del consejo de asesores económicos del presidente estadounidense Bill Clinton.
Ahora planea volver a la investigación y la enseñanza, pero aceptó seguir como consejero especial del presidente del banco, James Wolfensohn, y encabezará una comisión para elegir a su sucesor, según informó el Banco Mundial el miércoles, al anunciar que dejaría su cargo.
Dos de sus antecesores en el banco fueron Stanley Fischer, hoy primer videdirector gerente del FMI, y Lawrence Summers, actual secretario del Departamento del Tesoro (Ministerio de Hacienda) estadounidense. Stiglitz tuvo problemas con ambos.
El economista afirmó que el FMI actuaba en forma indiscriminada y errónea al insistir en que los países afectados por turbulencias económicas, y en especial los que fueron llamados "tigres" asiáticos, aplicaran políticas deflacionarias.
"Estas son crisis de confianza. Esos países no deben ser empujados hacia una severa recesión. Hay que atacar las causas de la crisis, en vez de tomar medidas que agravarán más difícil manejarla", declaró acerca de la crisis asiática de enero de 1998.
Stiglitz defendió el desempeño de los gobiernos asiáticos en materia fiscal, mientras el FMI les reclamaba que aumentaran las tasas de interés y aplicaran recortes presupuestarios.
"Casi todos los economistas estadounidenses rechazan el criterio de mantener el equilibrio presupuestario durante una recesión en nuestro país. ¿Por qué debemos ignorar eso cuando brindamos asesoría a otras naciones?", apuntó.
Stiglitz se ganó el aprecio de muchos extranjeros y de algunos disidentes dentro del banco por sus ataques contra el FMI y, por extensión, contra el llamado "Consenso de Washington" sobre liberalización económica e integración del mercado mundial, liderado por el Departamento del Tesoro.
Esas críticas públicas le causaron tensiones con Wolfensohn, quien también suele ser agresivo en sus declaraciones pero siempre se se mostró cauto al comentar las políticas del FMI y de los accionistas mas fuertes del banco, en especial Estados Unidos.
Altas fuentes del banco dijeron a IPS que el director administrativo del FMI, Michel Camdessus, y otros funcionarios del Fondo exigieron que le acortaran las riendas a Stiglitz, y dos funcionarios aseguraron que Summers, entonces subsecretario del Tesoro, visitó a Wolfensohn y a otros jerarcas del banco para tratar de mejorar el clima.
Stiglitz desapareció entonces de la vista del público. Los llamados telefónicos a su oficina eran respondidos con un cortés "No se encuentra". Otro vicepresidente del banco, interrogado acerca de la suerte del jefe de economistas, dijo bromeando: "Lo maniatamos y lo encerramos en una celda aislada"
Pero el banco no podía mantener en el ostracismo por mucho tiempo a su principal economista, quien además cuenta con importantes contactos políticos. Stiglitz reapareció y dijo que sus comentarios habían sido formulados "en la tradición socrática de nutrir el debate".
Las hostilidades recrudecieron en septiembre de 1998, cuando en el documento sobre "Perspectivas Económicas Globales" del banco se criticó la exigencia a países asiáticos afectados por la crisis de que elevaran las tasas de interés y adoptaran medidas de austeridad, aunque no se dijo que esas demandas habían sido planteadas por el FMI.
"Uno se pregunta a quién se está protegiendo con el aumento de las tasas. Se protege a firmas que jugaron con los mercados monetarios, y el precio es pagado por empleados que perderán su trabajo"", dijo Stiglitz al difundir ese informe.
Los hechos obligaron a aminorar las exigencias iniciales y reconocer que los países asiáticos debían soportar un mayor déficit, pero la línea dura adoptada al comienzo provocó una contracción severa de la economía, profundizó la crisis y agregó el "riesgo sustancial" de una recesión global, afirmó el banco.
"Quienes arguyen que la política monetaria debió haber sido aliviada en lugar de restringida (inmediatamente después de la crisis asiática) están fumando algo que no es totalmente legal", replicó el principal economista del FMI, Michael Mussa.
Stiglitz declaró a su vez que la política de enfrentar la crisis con un aumento de las tasas de interés era "mala psicología y peor economía".
A pesar de esas escaramuzas a lo largo de la Calle 19, que separa las sedes del Banco Mundial y del FMI, en la parte baja de Washington, las agencias trabajaron juntas para reunir más de 100.000 millones de dólares destinados a préstamos de emergencia para los países afectados por la crisis.
Ese esfuerzo no logró impedir que 40 por ciento de la economía mundial cayera en la recesión.
"Tras la crisis, el banco trató de distanciarse del FMI, pero antes había impulsado, desde los años 80 las mismas medidas equivocadas que el Fondo, incluyendo la desregulación de los mercados financieros que llevó a la inestabilidad", dijo la escritora y analista Catherine Caufield.
"Joe tiene una mente extraordinaria. Lo vamos a extrañar mucho, pero seguiremos adelante con la tarea iniciada hace cinco años de transformar el negocio del desarrollo. Durante los tres años en que Joe estuvo con nosotros, contribuyó enormemente a ese esfuerzo", declaró Wolfensohn. (FIN/IPS/tra-en/aa/ego/if ip/99)