La fuerte oposición de los consumidores a la importación de alimentos genéticamente modificados complicará la posición de Japón en la III Conferencia Ministerial de la Organización Mundial de Comercio (OMC) que se celebrará la semana próxima en Seattle, Estados Unidos.
Hasta ahora el gobierno expresó su apoyo a que en Seattle se lance una nueva ronda de negociaciones comerciales para la liberalización de los servicios y la agricultura, llamada la "Ronda del Milenio".
"En Seattle, Japón no puede dar un paso atrás en su posición de adalid del libre comercio", observó Mitsushiro Kagami, investigador del Instituto de Economías en Desarrollo, de Tokio, aludiendo a la posición de Japón en la conferencia que comienza el martes 30 y se extenderá hasta el sábado 3 de diciembre.
"Pero al mismo tiempo, el gobierno sabe que no puede ignorar la creciente demanda de los consumidores de restringir las importaciones agrícolas, una situación que no ayudará a Japón en las deliberaciones", apuntó.
Al igual que los consumidores de Europa y de la vecina Corea del Sur, los japoneses están cada vez más preocupados por la cantidad de alimentos modificados genéticamente, o transgénicos, especialmente el maíz y la soja, y sus posibles efectos para el ambiente y la salud humana.
Japón, que es un gran importador de alimentos, adquiere casi todo su maíz y soja de Estados Unidos. Ambos productos son los que contienen más comúnmente materiales transgénicos, especialmente los cultivados en ese país.
No obstante, Tokio vacila en adoptar medidas que se sumen a las críticas de sus políticas comerciales, consideradas demasiado protectoras del mercado local. La restricción al ingreso de alimentos con componentes transgénicos es considerada una traba comercial por las compañías agroindustriales.
En un intento de suavizar la complejidad del tema que afronta, el gobierno presiona para que las negociaciones sobre las normas del comercio agrícola contemplen la "multifuncionalidad".
El concepto vincula el comercio agrícola con la protección del ambiente, y el papel de las comunidades campesinas en los países productores. La adopción de la multifuncionalidad responde a la creciente preocupación sobre la seguridad alimentaria en este país, dijo un funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores.
La fuente señaló que la agricultura no sólo produce alimentos, sino que forma paisajes naturales y mantiene ecosistemas. Por lo tanto, es más que un tema comercial, afirmó.
Para calmar al creciente movimiento contra el ingreso de productos transgénicos, el Ministerio de Agricultura, Bosques y Pesca exigirá que, a partir del 2001, los mismos tengan etiquetas que adviertan de su contenido.
Las etiquetas serán obligatorias cuando los ingredientes transgénicos sean uno de los tres principales del producto y cuando contribuyan al cinco por ciento de su peso.
Pero Australia y Estados Unidos, dos grandes exportadores de productos agrícolas, se oponen vehementemente a la clasificación, y sostienen que la liberalización de la agricultura debe estar incluida en las negociaciones de libre comercio y, por lo tanto, que la cuestión no se debe tratar por separado.
La semana pasada, granjeros japoneses y sudcoreanos presentaron una declaración pidiendo a sus ministros de comercio que respeten las políticas agrícolas de ambos países en las negociaciones en Seattle.
La Unión de Campesinos y Seguridad Alimentaria, una organización de consumidores, dijo que la OMC debe defender el principio de libre comercio, pero con un profundo respeto por las ideas y preocupaciones de la gente común.
"Existe la opinión en Japón de que la OMC es una organización conservadora manejada por funcionarios presionados por ricas corporaciones. Mucha gente está desilusionada con la manera en que marchan las cosas y no confían en la entidad", dijo la vocera Natsuko Kumasawa.
Kumasawa insistió que el debate sobre alimentos transgénicos demostró que los consumidores aún pueden hacer llegar su mensaje, rechazando los productos que no quieren y obligando a "funcionarios estrechos de miras" a reconsiderar sus políticas.
Como están las cosas, los funcionarios estadounidenses no están conformes con la idea de que las exportaciones de sus productos transgénicos a Japón declinen debido a la oposición de los consumidores.
La semana pasada, el secretario estadounidense de Agricultura, Dan Glickman, dijo en una reunión de prensa en Ginebra que mientras la protección de los agricultores es "un legítimo objetivo para cada país, lo que no es legítimo es el uso de ese propósito para mantener programas que distorsionan el comercio".
Las asociaciones de consumidores japoneses, contrarias a la importación de alimentos transgénicos, declararon que el gobierno adoptó la posición correcta en materia de libre comercio.
"Es un paso adelante en nuestra campaña para hacer que la OMC adopte medidas de preservación ambientales y culturales en el debate sobre libre comercio", explicó la activista Tomoko Sakuma, del Foro de Ciudadanos 2000, una organización no gubernamental que estará presente en Seattle.
"Lo que nos agradaría es que Japón sea sincero en sus negociaciones agrícolas y no trate de separar la cuestión sino que incluya al ambiente y la salud en el debate general sobre libre comercio", agregó.
Con esa posición, los activistas pretenden que Tokio no invoque la inquietud sobre el ambiente y la salud sólo cuando sirve a sus propios intereses económicos o de consumo.
Sakuma y otros activistas piden que la OMC incluya la preservación de las comunidades, y la protección de los derechos laborales y culturales en las negociaciones referidas a servicios y rubros industriales.
Sin embargo, eso será difícil para el gobierno, que intenta explicar sus superávit comerciales a sus socios, que lo acusan de poner trabas, como indicaron muchos economistas.
"El gobierno es débil cuando se trata de lograr un arreglo mejor para agricultores de muchos países debido a las exportaciones industriales del país, que siguen siendo altas", dijo un activista, quien agregó que Tokio no quiere perjuicios para sus exportaciones industriales.
En junio, el superávit comercial con Estados Unidos aumentó 18,2 por ciento a 6.330 millones de dólares. Así mismo, Washington demandó a Japón por competencia desleal en sus exportaciones siderúrgicas.
David Aaron, un funcionario comercial de Estados Unidos, dijo que Japón es "el competidor más desleal del mundo".
Otro factor importante que impide a Japón prohibir los alimentos transgénicos es el interés de sus empresas en formar parte de la billonaria industria biotecnológica, una acción respaldada con fondos oficiales.
Con el propósito de seguir el paso de la competencia estadounidense en el negocio de la biotecnología, el gobierno destinó con ese fin 20.000 millones de dólares en los próximos cinco años. (FIN/IPS/tra-en/sk/js/ego/aq/if/99