/Ciudades de América Latina/ CUBA: El PNUD ayuda a cambiar la esencia de un viejo barrio

La vida en San Isidro, uno de los barrios más pobres de la capital de Cuba, cambió de golpe hace dos meses con la instalación de un salón polivalente de recreación y estudios, en un almacén abandonado del puerto.

Personas de todas edades, desde las más pequeñas hasta las de la tercera edad, encuentran ahora un espacio para actividades de distintas disciplinas, en un proyecto conjunto de las autoridades de La Habana y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

"Es la primera vez que tenemos algo así en el barrio. Cuando llegaba de trabajar no tenía otra cosa que hacer que cocinar o ver la televisión, en cambio ahora practico gimnasia aeróbica", dice Milagros Díaz, una mujer de 41 años y natural de San Isidro.

Díaz, ingeniera en computación en una empresa estatal, asegura que desde la apertura del salón "me siento rejuvenecida y vivo mucho más tranquila".

"Tengo dos hijos varones que terminan sus clases en la escuela dos horas antes de que yo llegue del trabajo. Antes se iban a vagabundear con los amigos, pero ahora concurren a las clases de judo en salón", explica.

Situado en el parte sur de La Habana Vieja, declarada Patrimonio de la Humanidad en 1982 por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, el barrio es considerado uno de los "peores" de la capital cubana.

Aunque la vida ha cambiado en las últimas décadas, San Isidro no se ha podido librar de la imagen marginal que lo acompaña desde que en 1902 el gobernador Leonard Wood ordenara que todas las prostitutas de ciudad se concentraran en esa zona.

San Isidro también es conocido como el barrio de Alberto Yarini, el más famoso proxeneta que ha tenido Cuba, cuya muerte violenta lo convirtió en personaje de muchas historias de ficción, investigaciones periodísticas, obras teatrales y hasta películas.

Más allá de la fama, la zona fue un asentamiento de artesanos, albañiles, trabajadores del puerto y de los astilleros, cuya pobreza contribuyó a que sus antiguas y modestas viviendas no fueran modificadas desde las primeras décadas de este siglo.

El héroe nacional de Cuba, José Martí, nació en 1853 y vivió varios años en una de esas casa, por lo cual los responsables del salón le pusieron, precisamente, el nombre de la madre del poeta y luchador independentista, Leonor Pérez.

"Yo no he ido al salón polivalente, pero hasta que la abrieron sólo teníamos la Casa Natal de Martí y la sala de conciertos de la Iglesia de Paula, que está cerrada por reparaciones", dice Rául Prieto, un artesano que trabaja por cuenta propia.

En el salón pueden practicar deportes más de 3.000 niños de La Habana Vieja, dan clases de educación física dos escuelas primarias de la zona y terapeutas especializados orientan ejercicios a ancianos.

Este es sólo uno de los 23 proyectos que tiene en fase de ejecución en el casco histórico habanero el Programa de Desarrollo Humano local (PDHL), coordinado por el PNUD y con la contribución de donantes.

El PDHL surgió de la Cumbre Mundial para el Desarrollo Social, realizada en Copenhague en marzo de 1995, a raíz de la disposición del gobierno de Italia de entregar fondos al PNUD para la realización de proyectos de desarrollo humano.

Giovanni Camilleri, asesor técnico principal del PDHL, asegura que en Cuba el programa "se propone apoyar los esfuerzos nacionales para prevenir la pobreza y para mantener y mejorar los logros sociales y la equidad alcanzados".

"La Habana Vieja, donde ya se encontraban en marcha importantes programas de rehabilitación patrimonial y humana, fue un escenario propicio para nuestra inserción", afirmó el funcionario de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

La acción del PDHL se sumó a un programa de rehabilitación integral del barrio de San Isidro, emprendido en 1997 por la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana con la participación de los vecinos.

Según el último censo de población realizado en La Habana Vieja, en 1996 vivían en San Isidro 3.965 personas, 40 por ciento de las cuales carecía de servicio de agua potable por tuberías.

En el barrio hay 244 edificaciones, de ellas 78 están en buen estado, 93 tienen un deterioro considerado medio y 73 exhiben un alto nivel de deterioro. El 52,8 por ciento de las viviendas son casas donde viven varias familias con un solo baño.

El programa de la Oficina del Historiador tiene entre sus principales objetivos la restauración de las viviendas, con los recursos del Estado y la participación de sus habitantes.

La idea es "convertir el barrio en una comunidad que pueda por sí misma satisfacer las aspiraciones familiares y colectivas y que actúe en coordinación con las autoridades locales para lograr nuevos servicios", afirma Katia Cárdenas.

Cárdenas, especialista de publicidad en el casco histórico, explica que se trata de "fomentar nuevas costumbres en esta zona históricamente subestimada" y transformarla "hasta consolidar su estructura social".

Por su parte, los proyectos del PDHL promueven el desarrollo económico local, la creación de empleos, la integración de grupos vulnerables, la protección del ambiente, el desarrollo de servicios públicos y su sostenibilidad, la educación y la salud.

Para su realización, se cuenta con el apoyo de unas 40 ciudades de la región italiana de Toscana, entre ellas Florencia, Siena, Livorno, Arezzo y Viareggio.

De Viareggio llegaron los fondos para el salón recreativo y de estudios y para otros proyectos que incluyen el procesamiento de desechos sólidos, la distribución del agua potable y la introducción de medicina natural y homeopática en los servicios de salud comunitarios.

Entre 1975 y 1995 el PNUD participó en 150 proyectos con Cuba y aportó fondos por más de 54 millones de dólares.

Aquí vemos "como el sistema de la ONU puede cumplir su verdadera misión", opinó el historiador de La Habana Eusebio Leal sobre la apertura del salón en San Isidro.

Defensor de que la restauración del patrimonio tiene que ir acompañada de mejores condiciones de vida para sus habitantes, Leal afirmó que acciones como ésta ayudan a resolver uno de los grandes problemas contemporáneos: el tiempo libre y la salud de las personas. (FIN/IPS/da/dm/pr/99

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