El gobierno de Singapur está dispuesto a lanzar una campaña pública cada vez que percibe un problema, por menor que parezca. Cuando advirtió un aumento de las actitudes groseras entre los habitantes de esta ciudad estado, por ejemplo, lanzó una campaña de cortesía.
Pero las campañas de bien público no solo reflejan una actitud de los funcionarios. También ilustra la actitud de dependencia de los ciudadanos respecto del gobierno, del que esperan que intervenga en demasiados aspectos de la vida diaria.
La intención de inculcar la amabilidad a sus 3,5 millones de ciudadanos llevó al gobierno a desplegar en 1997 atractivos anuncios para promover el buen uso del idioma mandarín y letreros contra el hábito de fumar en 1998.
El gobierno prohibió la venta y consumo de goma de mascar cuando se convirtió en un pegajoso problema en los asientos de trenes subterráneos y ómnibus. También estableció multas a quienes arrojan basura, fuman u orinan en los ascensores.
Pero Singapur, considerado un bastión del libre mercado, debería dejar que "la mano invisible" tenga un papel más importante en la solución de los problemas nacionales, afirman los críticos.
Calificado por algunos extranjeros de estado rico con espíritu pobre y famoso por sus ministros que manejan iniciativas oficiales con la eficiencia de un reloj, esta nación parece ser víctima otra vez del denominado "virus de la campaña".
El presidente de la Campaña Nacional de Estilo de Vida Saludable, Tan Kin Lian, atacó este mes los malos modales de los singapurenses cuando comen y su costumbre de derrochar alimentos en banquetes.
"Es preferible el riesgo de subalimentarse. Creo que llegó el momento de comer menos", dijo Tan, al apelar al "buen sentido" de sus conciudadanos y sugerirles que se sirvan menos platillos.
Las alarmantes estadísticas en materia de salud sirvieron para abonar la última cruzada de Tan. El último sondeo nacional reveló que 25 por ciento de los singapurenses muy alto colesterol.
Las campañas del bien público a cargo del Estado son consideradas componentes importantes en la fortaleza de Singapur, pero algunos críticos perciben en ellas un factor perjudicial.
Lo que muchas veces falta en esas campañas públicas es una directa intervención de la ciudadanía, pues la mayoría depende, en cambio, de la voluntad de funcionarios oficiales.
Estas campañas soslayan a menudo los problemas sociales más graves, como la violenta delincuencia juvenil que se puso en evidencia en especial en 1997. Este asunto fue dejado, en gran medida, en manos de la policía y los trabajadores sociales.
El gobierno manifiesta su aspiración a que que la sociedad civil juegue un papel más activo en los asuntos comunitarios, actitud común en otros vecinos del sudeste asiático, desde Tailandia hasta Filipinas.
En agosto de 1997, el primer ministro Gon Chok Tong creó el Comité Singapur 21 para, entre otros objetivos, promover un papel más activo de la población en cuestiones sociales y nacionales.
En menos de dos años, el comité, constituido por 83 personas procedentes de todos los estratos sociales, realizó más de 80 foros y sondeos, y creó un espacio telemático en el que unos 6.000 ciudadanos opinaron sobre los problemas del país.
Algunas de las ideas clave del infomre que elaboró el comité son inculcar a los singapurenses un sentido de compromiso y conciencia cívica. Una de las conclusiones resultó reveladora: "El sector público cree que tiene el monopolio de la sabiduría en la formulación de las políticas nacionales".
Pereo los esfuerzos del gobierno para poner en pie una sociedad civil activa no tuvieron éxito.
"Los singapurenses son bien conocidos por el miedo a perder", se quejó Arthur Puah, un joven experto en tecnología de la información. Las pérdidas temidas se refieren, en general, al dinero en efectivo, el automóvil, la tarjeta de crédito, la vivienda y la carrera profesional. (FIN/IPS/tra-en/ig/js/ego/mj/dv cr/99