YUGOSLAVIA: Muerte y resurreción en guerra

El Papa Juan Pablo II intentó sin éxito abrir un espacio de tregua y negociación para Yugoslavia en Semana Santa, aprovechando las diferencias de calendario entre católicos romanos y ortodoxos.

La tregua habría dado una semana, entre la fecha católica romana y la ortodoxa (11 de abril), para una negociación diplomática que detuviera tanto los bombardeos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) como la limpieza étnica desatada en la provincia serbia de Kosovo.

La tregua habría permitido además a los creyentes celebrar sus ritos sin la amenaza de bombardeos, incendios y deportaciones.

Pero el Papa fracasó, como han fracasado hasta ahora todos los intentos de detener la escalada bélica iniciada el 24 de marzo y que ha originado una ola de destrucción, muerte y persecuciones sin que se perciba una salida política.

Como en los tiempos bíblicos, la suerte de las personas todavía parece estar a merced de quienes controlan las armas y el poder, con o sin leyes de su parte.

El presidente yugoslavo, Slobodan Milosevic, se reunió este jueves en Belgrado con el ministro de Relaciones Exteriores del Vaticano, arzobispo Louis Tauron, quien le llevó un mensaje papal con la propuesta de tregua.

Milosevic no alcanzó a reaccionar, pues el presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, y el secretario general de la OTAN, Javier Solana, rechazaron inmediatamente la iniciativa vaticana.

Clinton dijo que los bombardeos continuarían, porque Belgrado podría aprovechar ese período para finalizar la ofensiva antialbanesa desatada en Kosovo desde el inicio de los ataques aéreos.

"Cada día nuevo de bombardeos aleja la solución y aumenta el riesgo de una regionalización del conflicto", dijo el secretario general del Consejo Mundial de Iglesias (CMI), Konrad Raiser, en una carta al secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (OTAN), Kofi Annan.

El CMI representa a 338 confesiones cristianas de más de cien países, con excepción de la Iglesia Católica.

Raiser pide a Annan -el gran ausente de la crisis- retomar la iniciativa política y diplomática de la ONU para frenar la escalada de violencia protagonizada por las fuerzas de la OTAN y del gobierno yugoslavo.

Los patriarcas de todas las sedes de la Iglesia Ortodoxa han rechazado la ofensiva lanzada por la OTAN y se han sumado a los esfuerzos diplomáticos del Vaticano.

Ambas iglesias se definen católicas y tienen idénticos orígenes. Su separación proviene de la división del imperio romano en el año 330, cuando el emperador Constantino, convertido al cristianismo, trasladó la sede del imperio de Roma a Constantinopla (Bizancio).

El cristianismo se organizó entonces en cinco sedes o patriarcados, de las cuales Roma era la principal, pero no ejercía atribuciones de jurisdicción universal, que fueron adoptadas en el 800, cuando a través de Carlomagno se refundó el imperio romano de occidente.

Desde su base de Constantinopla, la Iglesia Ortodoxa evangelizó la zona de los Balcanes y las regiones eslavas, con la excepción de Polonia y gran parte de Croacia, donde hasta hoy existe una mayoría de católicos romanos.

Hasta nuestros días, los ortodoxos acusan a la Iglesia de Roma de usurpación de poderes y de haber establecido una estructura antidemocrática allí donde existía un mecanismo colectivo.

El poder de la Iglesia de Roma se consolidó durante la dominación de Constantinopla y los Balcanes por el imperio otomano, que estableció el Islam, aunque sin desatar represiones masivas contra los cristianos, también considerados hijos de Dios.

Amplias porciones de la población balcánica adoptaron la religión islámica durante los cuatro siglos de dominación turca (hasta 1919), en especial Albania, mientras la mayor parte de los serbios se mantuvo fiel al patriarcado ortodoxo de Serbia, establecido en 1346.

La minoría musulmana de Bosnia representa la parte de la población serbia que se convirtió al islamismo.

En la segunda guerra mundial, los serbios constituyeron el nudo del ejército guerrillero de Josip Broz Tito -un croata- que puso en jaque a 800.000 soldados alemanes y logró la liberación de Yugoslavia sin intervención directa extranjera.

Basado en ese precedente, Tito estableció entonces un régimen comunista independiente de la Unión Soviética, formado por seis repúblicas: Serbia, Croacia, Eslovenia, Macedonia, Montenegro y Bosnia-Herzegovina.

Aunque muchos estiman que el régimen de Tito suprimió artificialmente las diferencias étnicas y religiosas, éstas pasaron a constituir un ingrediente explosivo sólo a partir de 1990, cuando el país sufrió un acelerado empobrecimiento.

Debido a que los católicos ortodoxos utilizan el antiguo calendario Juliano para establecer la Semana Santa, la fecha nunca coincide con la conmemoracion de los católicos romanos, que utilizan el calendario moderno, o Gregoriano.

La Semana Santa, o Pascua, se determina combinando el equinoccio de invierno y las fases de la Luna. Según las reglas del Primer Sínodo Ecuménico (año 325), la Pascua corresponde al domingo siguiente a la primera Luna llena después del equinoccio invernal.

Pero mientras para el calendario moderno el equinoccio de invierno ocurre el 21 de marzo, en el antiguo -que era el usado en el Sínodo de 325- tiene lugar 13 días después, el 3 de abril.

El respeto que a veces los gobernantes tienen por las creencias de otros pueblos -aun en guerra-, hicieron creer a Juan Pablo II que una tregua en fecha sagrada era debida y posible, ganando una semana preciosa para la paz.

Se equivocó el Papa, cuyo origen eslavo alguien se ocupó en estos días de recordar. En esta Pascua habrá en Yugoslavia guerra para todos: musulmanes, católicos ortodoxos, católicos romanos, protestantes, coptos, armenios o ateos. (FIN/IPS/ak/ag/ip-cr/99

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