PERU: La cocaína ya no vuela, navega

Los narcotraficantes peruanos abrieron una nueva ruta para el comercio ilegal de cocaína, que es transportada ahora en barco, tras los éxitos conseguidos por la policía en la represión del contrabando por vía aérea.

El descubrimiento de casi dos toneladas y media de cocaína escondidas en un contenedor de pescado congelado, que iba ser embarcado en el puerto de Callao con destino a España, confirmó la versión de que 60 por ciento del contrabando de drogas desde Perú utiliza ahora la vía marítima.

En el contenedor que debía transportar 700 cajas de pescado se encontraron 92 paquetes de clorohidrato de cocaína, que pesaban en total 2.310 kilos.

En el mercado europeo cada kilo puede ser vendido en 70.000 dólares.

Este es el tercer cargamento por su volumen interceptado hasta ahora por la policía peruana antidrogas.

El mayor volumen fue decomisado en septiembre de 1995, cuando las autoridades fueron avisadas por un agente en La Paz de la agencia antidrogas estadounidense (DEA) de que un avión de la Fuerza Aérea boliviana que haría una escala técnica en Lima transportaba 4.173 kilos de cocaína.

El segundo gran embarque clandestino de drogas fue descubierto en enero del mismo año, cuando la policía encontró 3.400 kilos de cocaína en un deposito en Piura, en la costa norte de Perú, que iban a ser despachados al exterior distintas rutas.

En 1995 y 1996 los grupos narcotraficantes peruanos, aún dependientes de sus socios colombianos, comenzaron a buscar otras rutas para 1.100.00 kilos de pasta básica de cocaína producidas ilegalmente en el país, porque la interdicción aérea dificultaba el embarque desde los aeropuertos clandestinos en la selva.

Mediante equipos de radares proporcionados por el gobierno de Estados Unidos, la Fuerza Aérea fue haciendo cada vez más difícil y costosa una vía por la que antes se embarcaba hacia Colombia un promedio de casi cuatro toneladas diarias, en pequeñas avionetas y desde distintos puntos.

Numerosas avionetas fueron abatidas, y el éxito de la represión aérea del narcotráfico llevó a que los delincuentes ensayaran rutas fluviales (por los ríos de la selva, hacia Colombia o Brasil) y surgieran nuevas plantaciones de coca en las selvas colombianas, para sustituir a los proveedores peruanos.

Otros efectos importantes fueron la baja de precios de la hoja de coca y la consiguiente reducción (en 60 por ciento entre 1996 y 1998) de la superficie sembrada.

Las bandas peruanas, que trabajaban acopiando pasta básica para los colombianos, debieron buscar sus propios compradores en México, Estados Unidos y Europa.

Ello propició que las organizaciones locales añadieran valor agregado a sus exportaciones, al realizar en territorio peruano la transformación de la pasta básica en clorohidrato de cocaína, para enfrentar los mayores costos y riesgos del tráfico con un mejor precio del producto en sus mercados finales.

También se incrementó la exportación a través de las líneas aéreas comerciales, mediante "burriers", personas contratadas para conducir escondidas en el cuerpo o equipaje algunos kilos de cocaína, por un par de miles de drogas por cada aventura.

Las organizaciones no gubernamentales que trabajan en la lucha contra el consumo de sustancias adictivas en Perú dieron la voz de alerta sobre otro efecto indirecto del éxito de la interdicción aérea del narcotrafico, el explosivo incremento del consumo en Lima.

Según una fuente del departamento policial de lucha contra el comercio de estupefacientes, las autoridades peruanas estimaban que los narcotraficantes seguirían buscando nuevas rutas para embarques masivos, "porque emplear burriers es como llenar un tonel utilizando un cuentagotas".

La misma fuente aseguró que la proporción de droga exportada ilegalmente por vía marítima seguirá creciendo en la medida en que las mas importantes organizaciones delictivas resuelvan los problemas de infraestructura correspondientes.

Desde 1995, los narcotraficantes comenzaron a ensayar la ruta marítima, mediante alijos relativamente pequeños, de 10 a 40 kilos de pasta básica.

En 1996 fue descubierto un cargamento de 61 kilos de clorohidrato en un contenedor devuelto desde Rotterdam, Holanda, porque el pescado y los mariscos que lo acompañaban se malograron.

Ese mismo año se descubrieron 62 kilos de clorhidrato en el piso de un contenedor que llevaba café a Nueva York y en 1997 se encontraron 20 toneladas de marihuana que iba a ser cargado de esparragos y maíz y embarcado a Rusia.

"Lo interesante de ese decomiso es que la marihuana procedía de Buena Ventura, Colombia, y hacía suponer que las bandas de ese páis estaban probando las organizaciones de pantalla que habían montado en Perú", comentó la fuente.

El empleo de contenedores facilita el transporte marítimo, pues las grandes cajas metálicas que pueden albergar toda la carga de un camión hacen más rápida y barata la estiba, pero dificultan el control de los embarques, porque la revisión física suele ser mínima.

Según fuentes policiales, los narcotraficantes prefieren esconder sus cargamentos en embarques de pescado y operan los puertos de Paita y Pimentel, en la costa norte, Chimbote y Matarani en la costa sur, así como el Callao.

"Como generalmente los verdaderos dueños de la droga usan testaferros para abrir empresas exportadoras de pescado, los servicios de inteligencia antinarcóticos están detrás de nuevos empresarios, generalmente jóvenes de clase media, que de la noche a la mañana aparecen con grandes signos de riqueza", comentaron. (FIN/IPS/al/dg/ip/99)

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