/BOLETIN-DD HH/ BRASIL: Una década de lucha por la vida de portadores del VIH

Un grupo de portadores del virus de inmunodeficiencia humana (VIH), causa del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida), se unieron hace 10 años en Porto Alegre, en el sur de Brasil, para reclamar que se respete el derecho a la vida.

Las dificultades para obtener medicamentos y asistencia médica hizo nacer el Grupo de Apoyo y Prevención al Sida (GAPA), organización no gubernamental (ONG) que hoy reúne no solo a portadores de VIH, sino también a amigos suyos, médicos y religiosos.

La epidemia de sida, que comenzó bajo el estigma de "peste gay" (homosexual), causó el surgimiento de numerosas ONG dedicadas a la defensa de los derechos de los grupos más afectados por el mal.

Al mismo tiempo, se fortaleció el movimiento homosexual brasileño, compuesto de organizaciones como Somos, de Sao Paulo, fundado en 1978, y el Grupo Gay de Bahía (GGB), nacido en 1980.

"Tuvimos que luchar no solo contra la homofobia, sino también para impulsar una política de prevención, tanto en la población amenazada como entre los jóvenes bisexuales que reprimían sus tendencias homoeróticas", señaló el profesor de Antropología Luiz Mott, de 52 años, presidente del GGB.

Una década de sida no fué suficiente, sin embargo, para sepultar el prejuicio. El estigma persiste, así como también la violencia y los asesinatos de homosexuales y travestis, a los que se acusa de transmitir la enfermedad.

El boletín del GGB del mes de marzo indicó, al abordar la situación de los derechos humanos en 1998, que cada tres días un homosexual es brutalmente asesinado en Brasil, víctima de la homofobia.

Amnistía Internacional, el Departamento de Estado (cancillería) estadounidense y la Asociación Internacional de Gays y Lésbicas han calificado a Brasil en distintos informes como campeón mundial de asesinatos de homosexuales y travestis, junto con Irán, Iraq, Sudán y Zimbabwe .

"Nunca hubo una campaña nacional en Brasil dirigida de forma específica a los homosexuales", se lamentó Mott, quien atribuyó tal ausencia en parte al recelo del Ministerio de Salud en que se aumente la agresividad contra la población estigmatizada, y también por la dificultad para tratar un asunto considerado tabú.

El dirigente del GGB reclamó mayor rapidez y severidad en la policía y la justicia para investigar y castigar esos crímenes, educación sexual en las escuelas para eliminar prejuicios y mayor atención a las comunidades homosexuales para reducir riesgos.

El grupo propone incluir en todos los documentos oficiales y programas de derechos humanos la defensa de la libre orientación sexual y de los derechos ciudadanos de los homosexuales, junto con los de las minorías discriminadas.

Sin eso, "la epidemia declinará, por la cura o por el tratamiento, pero los homosexuales seguirán asociados a la enfermedad, pese a toda la información disponible".

Ese temor tiene su confirmación en "la prohibición a que los homosexuales donen sangre en los hospitales de Porto Alegre con el argumento de que se busca un mayor control", evaluó Celio Golin, secretario general del grupo local Nuances.

Entre las mujeres afectadas por el VIH, la lucha es similar. Un estudio de la Delegación Regional del Trabajo, en el estado de Río Grande del Sur del que Porto Alegre es la capital, reveló que las portadoras del VIH son más discriminadas que los hombres en los lugares de trabajo.

La Delegación creó el año pasado la Central de Asistencia al Trabajador Viviendo con Sida para ayudarlo a obtener o mantener su empleo. Los datos indican que 53 por ciento de los que buscan trabajo son mujeres.

El GAPA y otras ONG contribuyeron con muchos avances. "Hace diez años los portadores buscaban el anonimato. Hoy luchan por sus derechos civiles y constitucionales", explicó Gerson Winkler, fundador del GAPA y con VIH hace 13 años.

Ya no se acepta la muerte en vida de los seropositivos como en el pasado, añadió Winkler.

Pero los nuevos tratamientos desarrollados por la ciencia desnudaron otro problema en Brasil.

"Ahora los portadores no mueren por falta de medicamentos, sino porque no tienen acceso a la asistencia. Las clínicas no los atienden o el sistema de salud no está capacitado para lograr la continuidad del tratamiento, complejo por la necesidad de tomar más de 20 píldoras al dia", señaló Winkler.

La expansión de la epidemia en la población más pobre es causa y consecuencia de ese proceso, según Winkler, también asesor de la Comisión de Derechos Humanos de la Asamblea Legislativa de Río Grande del Sur.

La discusión sobre el sida se hizo trivial. Por eso, el desafío es reavivar el asunto con nuevas estrategias. Los portadores de VIH deben participar en la elaboración de políticas públicas de prevención y asistencia", concluyó. (FIN/IPS/mo/mj/hd he/99

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