Un grupo de personalidades judías presentó al juez español Baltasar Garzón documentos y testimonios según los cuales la última dictadura militar en Argentina (1976-1983) tuvo un claro sesgo antisemita en su acción represiva.
El grupo estuvo integrado, entre otros, por el rabino Daniel Goldman, el periodista Herman Schiller y Matilde Mellibovsky, de la Asociación Madres de Mayo-Línea Fundadora, de Argentina.
También prestaron testimonio Luis Jaimovich, presidente del Comité Israelí de Familiares Desaparecidos en Argentina, y Edward Kaufman, director ejecutivo del Instituto Harry S. Truman, de la Universidad Hebrea de Israel.
Uno de los documentos presentados indica que los desaparecidos de origen judío por la represión en Argentina fueron 1.296, 12,42 por ciento del total, en tanto la población judía representa solo 0,98 por ciento del total de habitantes del país.
Sobre la base de ese dato, los comparecientes estimaron que la represión contra la comunidad judía fue al menos diez veces mayor que la que sufrieron el resto de los argentinos.
Todos los comparecientes señalaron en una posterior rueda de prensa que, si bien su denuncia hace hincapié en la represión antisemita, se trata de un testimonio contra todo el terrorismo, las torturas y el genocidio cometido contra la sociedad argentina, sin distinción de religiones o etnias.
"Todos fuimos víctimas", puntualizó Mellibovsky.
La activista dijo también que se presentaron al juez pruebas que ratifican la existencia de la Operación Cóndor, como se conoció a la coordinación de los aparatos represivos de las dictaduras del Cono Sur.
Entre esas pruebas figuran los testimonios sobre la desaparición de tres hijos de René Epelbaum, uno de ellos secuestrado en Buenos Aires y los otros dos en Montevideo, sin que se haya vuelto a tener noticias de ellos.
Otro testimonio es el de la detenida Ana María Careaga, quien declaró que "el trato hacia los judíos era impresionante". "Cuando a veces nos sacaban para golpearnos, elegían a los judíos por el sólo hecho de serlo", agregó.
Blanca Becher, quien estuvo presa en la cárcel de Olmos, en la ciudad argentina de La Plata, declaró en un testimonio entregado a Garzón que cada vez que terminaban de torturarla por las mañanas le decían que volverían a hacerlo por la tarde, ya que era judía. "Y muchas veces volvieron", añadió.
El grupo aportó también el testimonio de la familia Dyszel, que en 1984, caída ya la dictadura en Argentina, publicó un anuncio en los periódicos buscando a su hijo desaparecido en 1977.
Recibió una respuesta anónima. "Judío hijo de puta: Yo soy uno de los que mató al mierda de tu hijo y a la puta de tu nuera. Son dos judíos sionistas menos en el mundo. ¡Si vos supieras dónde lo enterramos! Te morirías, judío puto", decía.
Mellibovsky atribuyó el antisemitismo de la dictadura argentina a antecedentes que se remontan al fin de la segunda guerra mundial, cuando criminales de guerra de la Alemania nazi se refugiaron en ese país, al que llegaron con pasaportes del Vaticano y de Estados Unidos, afirmó.
El grupo señaló que hubo un tratamiento en especial agravado contra detenidos y secuestrados de origen judío y que se registraron muchos casos en los cuales los represores manifestaron expresamente su voluntad de exterminar a esas víctimas por su origen.
También detectaron varios casos en que la única causa esgrimida para la detención y tortura era la condición de judío y sionista de la víctima, así como la existencia de manifestaciones de ideología nazi y antisemita entre los represores y una sistemática persecución a los judíos.
El grupo dejó expresa su opinión de que el episodio genocida antisemita en la Argentina constituyó la matanza masiva de judíos más importante desde la segunda guerra mundial.
Mellibovsky expresó que en esta época de la globalización hay que utilizar sus aspectos positivos y uno de estos es la mundialización de la lucha por la justicia y de la conciencia por los derechos humanos.
La causa que instruye el juez Garzón, añadió, es una contribución necesaria para que se haga justicia. (FIN/IPS/af/mj/hd ip/99