KURDISTAN: Turquía conspira contra su propio ingreso a la UE

La aspiración de Turquía a ingresar en la Unión Europea (UE) sólo tendrá éxito si este país reconoce los derechos de la minoría kurda y sigue la tendencia a la descentralización que impera en el bloque, advirtieron expertos.

«Este es un problema europeo y concierne a Europa, porque Turquía integra el Consejo de Europa y es firmante de la Convención Europea de Derechos Humanos», expresó Katarina Dalacoura, del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos en Londres.

Ankara continuaba este viernes atacando a independentistas kurdos en el norte de Iraq y reprimiendo manifestaciones en el sudeste de Turquía, mientras las fuerzas de seguridad interrogaban en una prisión de máxima seguridad al líder del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), Abdullah Ocalan.

Dalacoura, experta en cuestiones del Medio Oriente, dijo que la preocupación prioritaria de Europa es asegurar que Ocalan, quien afronta cargos por homicidio y terrorismo en Turquía tras su captura esta semana en Kenia, reciba un proceso justo.

Turquía, un país acusado en reiteradas ocasiones de graves violaciones de derechos humanos, «debe buscar una solución política al problema kurdo», apuntó.

Esa solución debe incluir el reconocimiento de los derechos culturales básicos de más 11 millones de kurdos que residen en Turquía, asi como su libertad de expresión y asociación, sostuvo Dalacoura.

«La concesión de esos derechos no implicaría, en una primera instancia, la autonomía política, que es paso siguiente», agregó.

John Moberly, ex embajador de Gran Bretaña en Irak y Jordania, atribuyó la «cautela» de los países europeos en torno al ingreso de Turquía a la UE al tratamiento que depara Ankara a la población kurda.

El PKK lucha hace unos 15 años por la independencia de territorio kurdo. Se calcula que el conflicto causó unas 31.000 muertes, atribuidas por Turquía a Ocalan.

Unos 25 millones de kurdos están repartidos entre Turquía, Siria, Iraq e Irán. Once millones se encuentran en el sudeste de Turquía, una región de extrema pobreza fronteriza con Iraq. Se trata de la mayor minoría del mundo que carece de estado propio.

Mientras, cada vez son más las iniciativas tendientes a descentralizar el poder de decisión en distintas partes de Europa.

Esa tendencia se refleja, por ejemplo, en el hecho de que Londres admitió la constitución de asambleas nacionales en Gales, Escocia e Irlanda del Norte, y en los gobiernos autónomos con progresivos poderes que tienen en España el País Vasco, Cataluña y Galicia, entre otras regiones.

Las potencias occidentales apremian a Yugoslavia para que implemente la autonomía de la provincia de Kosovo, 90 por ciento de cuya población es albanesa.

Representantes de la diáspora de dos millones de kurdos que viven en Europa reclaman una presión similar sobre Turquía, al tiempo que atribuyen la complacencia del continente hacia Turquía a su carácter de aliado geoestratégico esencial para los intereses occidentales en Medio Oriente.

Otro factor que incide es la «obstinada negativa» de Ankara a aceptar cualquier mediación sobre la cuestión kurda, por considerar que esa posibilidad constituiría una interferencia en sus asuntos internos.

Los simpatizantes en Europa del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), la organización guerrillera que lidera Ocalan, consideran que una autonomía regional en el sudeste de Turquía es la opción más realista ante la comunidad internacional.

«Esa fue la demanda mínima de Ocalan el año pasado en su plan de paz de siete puntos», recordó Estella Schmid, portavoz del Comité de Solidaridad con Kurdistán, con sede en Londres.

«La tendencia mundial corrobora que la idea de constituir una Federación Turca es adecuada. Sin embargo, no veo que esto pueda ocurrir dada la intransigencia del estado turco», dijo Schmid.

La activista consideró que «el principal problema es que Ocalan y el PKK han sido calificados de violentos por Turquía, lo cual la deja sin una organización representativa con la cual negociar».

«De alguna manera, Ocalan fue una fuerza de contención. Ahora, podría desatarse una guerra total en Turquía. Ocalan fue un gran pragmático y demostró su flexibilidad tanto en el terreno político como diplomático», recordó Schmid.

El PKK, fundado en 1978, tiene estrechos lazos con varios grupos de izquierda radical de la mayoría turca que caracterizan la causa kurda de una lucha contra los «colonizadores» turcos.

El PKK libra desde 1984 una intensa y violenta batalla contra tropas turcas, al mismo tiempo que Ankara aumentaba su represión contra la población kurdos. Amnistía Internacional informó que sólo en 1997 la lucha entre los guerrilleros y fuerzas del gobierno ocasionó 6.000 muerte, incluyendo civiles.

Las graves y persistentes violaciones de derechos humanos a manos del gobierno de Turquía, no solo contra los kurdos sino también contra otros opositores políticos, le valió a Ankara críticas incluso de miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), alianza que este país integra.

John Shattuck, alto funcionario del Departamento de Estado (cancillería) de Estados Unidos, expresó en 1994 preocupación por informes «serios» sobre «restricciones a la libertad de expresión, torturas contra presos sin proceso, desmanes contra la población civil y operaciones militares» contra el PKK.

Pero consideraciones políticas y estratégicas llevaron a Occidente a dejar de lado los derechos humanos cuando, por ejemplo, el Parlamento Europeo aprobó en 1995 un tratado aduanero muy ventajoso para Turquía.

La mayoría de los europarlamentarios pensaron que un rechazo del tratado habría alentado el avance del fundamentalismo islámico en Turquía. Pero, a pesar de la aprobación, el proislámico Partido del Bienestar ganó las elecciones de 1995.

«La manera de quitarle de manera definitiva la mecha a esta situación explosiva es que los kurdos sean parte de Turquía pero separada culturalmente, darles las mínimas cosas que demandan, como el derecho de usar su propio idioma y tener su propia educación», opinó John Moberly.

El ex diplomático admitió que «es muy difícil prever lo que Europa hará en el futuro». «La represión contra los kurdos es uno de los factores que impidió que se abran las puertas de la UE para Turquía. Los derechos humanos a los kurdos incidieron», sostuvo.

Moberly dijo también que Europa está limitada por el hecho de que todavía no cuenta con una política exterior y de seguridad unificada.

Estella Schmid reclamó una reunión de emergencia de la UE o una conferencia internacional para discutir la situación kurda, pero esa no es, para Moberly, una demanda realista.

«Cualquier tipo de diálogo patrocinado por Europa recibirá el rechazo absoluto de Turquía, y hay fuertes sentimientos en ese país contra cualquier concesión que parezca destinada a reforzar la identidad kurda», advirtió. (FIN/IPS/tra-en/dds/kb/ego/mj/ip hd/99

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