(Arte y Cultura)

Las personas que al mirar las pinturas de Jackson Pollock sólo ven una serie aleatoria de salpicaduras, chorretes y manchas están disculpadas. A fin de cuentas, eso es lo que el propio artista veía mientras vertía pintura sobre sus enormes lienzos.

El Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA), sin embargo, acaba de asumir la tarea de demostrar que hay un método detrás de las caóticas e intrincadas pinturas de Pollock, que tienen títulos como "Número 13 A, 1948" y "Número 18, 1951".

Pollock hizo experimentos e improvisaciones con formas y colores que no se habían hecho antes, y los resultados, plasmados en sus obras más importantes del final de la década del 40, contribuyeron a definir el expresionismo abstracto.

Eso es lo que intenta demostrar la exposición del MoMA, que se inauguró en noviembre y cerrará sus puertas en febrero.

Las pinturas de Pollock combinan violentas pinceladas gruesas con líneas delicadas. Ello se debe a la técnica anárquica del pintor, que a menudo echaba pintura directamente de la lata sobre enormes lienzos estirados en el piso de su estudio.

Las pinturas de este artista demuestran uno de los principios del expresionismo abstracto, en su combinación de armonía y caos: la espontaneidad del artista ayuda a mostrar verdades emocionales y el mundo de la imaginación inconciente.

La exposición del MoMA llama la atención sobre la cantidad de años de lucha y experimentación que invirtió Pollock para desarrollar su estilo propio.

"No fue sencillo producir un Pollock", dijo el propio artista.

Docenas de pinturas de la década del 30 revelan en esta exposición que, antes de encontrar su estilo propio entre 1947 y 1950, Pollock combinaba elementos totémicos, grotescos y sombríos similares a los que empleaban los muralistas mexicanos José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros.

Pollock asistió, a fines de los años 30, a un taller experimental que impartía Siqueiros. Allí probó salpicar y verter esmalte líquido sobre la tela y obtuvo un resultado de inusual textura y colores muy potentes.

El estadounidense erradicó las técnicas tradicionales de la pintura al ir desarrollando su estilo propio.

A veces agujereaba las latas de pintura y dejaba que el contenido goteara sobre el lienzo, otras pintaba con palitos o vertía la pintura sobre objetos -llaves o alambres, por ejemplo- adheridos a la tela.

Pero tenía también una mirada entrenada para buscar el equilibrio en los colores y las líneas a fin de obtener armonía en obras que, de otro modo, serían amorfas y apocalípticas.

Los curadores de la exposición buscaron un contrapunto musical para las pinturas de Pollock. Para eso contrataron a varios músicos de jazz que desfilaron por el museo ofreciendo conciertos al anochecer.

Editaron incluso un disco compacto de "Jazz de Pollock", con música de Sidney Bechet, Louis Armstrong y otros que muestra la relación existente entre la música improvisada y vivaz de la época del pintor y su propio estilo, en el que predominan la exuberancia y la espontaneidad.

La muestra tiene otros puntos de interés, que favorecen una apreciación más profunda de la obra del pintor.

El museo realizó una réplica en tamaño natural del estudio de Pollock en la localidad de Long Island, que muestra lo pequeño e íntimo del lugar.

También se exhiben a diario videos documentales de Pollock en plena acción o "ataque" de sus lienzos, realizados por Hans Namuth.

Algunos críticos no dejaron de preguntarse, ni siquiera cuando Pollock murió en un accidente automovilístico a los 44 años, si lo que hacía era arte o no.

La exposición es la primera retrospectiva de Pollock que se hace en Estados Unidos en los últimos 30 años, y no sólo responde afirmativamente a la pregunta sino que lo hace con gracia e inteligencia. (FIN/IPS/tra-en/fah/kb/ceb-dg/cr/99

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