El conejo posee un importante potencial para aliviar el hambre y proporcionar un modesto ingreso a las empobrecidas familias rurales de todo el mundo, según cree la FAO.
Unos 800 millones de personas están subalimentadas y la pobreza cubre varias regiones del mundo. Los expertos en producción alimenticia afirman que la cría "casera" de conejos se adapta especialmente a los pequeños productores, a los que ofrece posibilidades de ingresos y de mejoramiento de su dieta.
"Los pequeños criaderos de conejos son la respuesta perfecta para la demanda actual de proyectos de desarrollo sustentable", afirmó R. D. Branckaert, de la FAO (Organización para la Alimentación y la Agricultura de las Naciones Unidas).
La FAO ha apoyado y desarrollado, junto con gobiernos y organizaciones no gubernamentales, proyectos de producción de carne de conejo en Congo, Egipto, Ghana, Guinea-Bissau, Guinea Ecuatorial, Haití, México, Ruanda y Santo Tomé y Príncipe.
Para fomentar la producción y el consumo en el Mediterráneo, la FAO respalda la creación de un Observatorio Internacional para la Cría de Conejos en esa área.
También participan del proyecto la Asociación Mundial de Estudios Científicos sobre conejos y su filial en Italia, el Centro Internacional de Estudios de Agronomía del Mediterráneo y la Asociación Italiana de Productores de Conejos.
Los conejos presentan características específicas que los hacen únicos entre los pequeños animales de cría para alimentación y comercio, según Branckaert.
En primer lugar, su carne es altamente nutritiva, jugosa y tierna, con un bajo tenor graso y de colesterol, rica en proteínas y en ciertas vitaminas y minerales. Y los conejos se adaptan fácilmente a distintos entornos;
Así mismo, los costos de inversión y mano de obra para su cría son bajos, y la tarea puede estar a cargo de los miembros más vulnerables de la familia. Son fáciles de transportar y de comercializar en base a su carne, pelaje y piel.
También son altamente productivos, gracias a una gestación y lactancia cortas, y muy prolíficos, dado que la hembra tiene hasta 40 crías al año, frente a 0,8 y 1,4 para el ganado vacuno y las ovejas, respectivamente.
Sin embargo, hay limitaciones para la cría de esos animales, como se señaló en "El Conejo: Cría, Salud y Reproducción", un libro publicado por la FAO.
En efecto, la cría y el manejo exigen capacitación especial y enfermedades súbitas pueden acabar con la inversión realizada. Y, sobre todo, algunas tradiciones ancestrales mitifican al conejo y hacen de su carne un tabú.
Por ejemplo, la producción en el mundo árabe es casi nula, excepto en Egipto y los países del Magreb, pese a que el Corán no prohibe la carne de conejo. La prohibición rige efectivamente entre los judíos y en ciertas sectas hindúes.
Su consumo es aceptado por la mayoría de los japoneses, aunque una vieja ley prohibía consumir carne de animales de cuatro patas. Cuando en 1350 un comerciante holandés introdujo en Japón la carne de conejo, la ofreció como pollo.
Los británicos asocian la carne de conejo con las épocas de escasez de alimentos de la Segunda Guerra Mundial y por tanto, en general la desdeñan, según se consigna en libro de la FAO.
El volumen cita los resultados de una encuesta que evidencia que 30 por ciento de los granjeros creen que las razones sociales, religiosas o de otra índole impedirán un mayor desarrollo del conejo como fuente de alimentación.
"El consumo de la carne de conejo puede aumentar entre grupos humanos habituados a diferentes tipos de carne". Por ejemplo, en Africa subsahariana", señaló la FAO.
Las personas de dieta monótona tendrán dificultades para aceptar este nuevo producto. Pero el ejemplo de México, donde fue aceptado, pese a tratarse de una sociedad de dieta tradicional dieta de maíz y frijoles, parece indicar que una campaña bien planificada puede cambiar hábitos alimentarios, destacó la organización.
Para algunos la carne de conejo es un plato delicado. Da lugar al codiciado "lapin a la provençale", en Francia, y al "coniglio alla cacciatore", en Italia, y es de alto consumo por habitante en el Mediterráneo. En Malta, el promedio es de 8,89 kilos al año, en Italia, 5,71, en Chipre 4,37 y en Francia, 2,76 kilos.
Italia encabeza la producción mundial de carne de conejo, con 300.000 toneladas anuales, seguida por la antigua Unión Soviética, con 250.000, y Francia, con 150.000 toneladas, en un total mundial registrado de 1,5 millones de toneladas.
China es el mayor exportador mundial, aunque se desconoce su producción. Como beneficio accesorio, los conejos ofrecen a los productores pieles para la industria de la vestimenta y materia prima para las empresas textiles.
El conejo ingresó en la historia en el año 1.000 antes de Cristo, cuando fue hallado por los fenicios en el sur de Europa y el norte de Africa. Los romanos lo utilizaron como animal de juegos y, más tarde, los monjes cristianos lo usaron de alimento en Cuaresma.
En Francia, el consumo de carne de conejo se convirtió en la Edad Media en derecho exclusivo de los señores feudales. La cría comenzó en Europa en el siglo XVI, y fue luego introducido en Australia y Nueva Zelanda, a través de la expansión colonial.
Desde entonces, la presencia del conejo se ha extendido al resto del mundo. Su cría y consumo masivo podría ser una respuesta de bajo costo al hambre, la subalimentación y la pobreza rural.
"El potencial está allí", afirmó Branckaert, de la FAO. "Necesita una mayor difusión. Y que se convenza a la gente. El conejo presenta a los granjeros pobres la oportunidad de obtener proteínas e ingresos con una inversión mínima". (FIN/IPS/tra- en/ht/mk/mv-ff/dv/98)
(*) Jefe de prensa de la FAO