La 53 reunión anual de directores del Banco Mundial y el FMI esta semana en esta capital es una oportunidad para que los países del Sur eleven sus voces y exijan que el capitalismo de libre mercado deje de presentar altos riesgos para sus economías.
Es muy difícil que los países en desarrollo se hagan escuchar, "excepto en una crisis", declaró Yilmaz Akyuz, economista de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD).
Pero tras un año de gran turbulencia económica, incluso algunos funcionarios en esta capital perdieron el entusiasmo por el "consenso de Washington", la visión imperante sobre el mercado libre, y la "arquitectura financiera internacional", o las reglas e instituciones que son la base de la economía mundial.
Decenas de millones de personas se quedaron sin empleo y cayeron en la pobreza en países asiáticos que hasta hace poco eran considerados milagros económicos por el Banco Mundial, pero no por UNCTAD, que advirtió sobre la debilidad inherente de las finanzas mundiales y los nuevos "tigres" asiáticos.
Sólo en Indonesia, los ahorros de las familias perdieron más de 80 por ciento de su valor en el lapso de un año, lo que significó volver a la misma situación de pobreza que padecía el país hace 30 años.
Los mercados asiáticos se derrumbaron y arrastraron junto a sí a los precios de los productos de consumo, que se encuentran en su valor más bajo de los últimos 20 años. Esta situación afectó a zonas lejanas como América Latina, debido a la fuga de capitales de los asustados inversores.
En principio, los inversores abandonaron los "mercados emergentes" en búsqueda de "calidad" en la bolsa de Nueva York, pero trajeron consigo su nerviosismo y afectaron incluso a las acciones más fuertes, como Coca Cola y otros refugios tradicionales.
Los 3.500 millones de dólares que se utilizaron la semana pasada para rescatar al fondo de capitales Long Term Capital Management (LTCM) reforzaron la idea de que el mercado financiero y los bancos estadounidenses no son invulnerables a la crisis.
LTCM es un fondo de capitales de Nueva York que toma prestado miles de millones de dólares de bancos, compañías y fondos de pensión para especular con monedas de todo el mundo.
Pero hasta ahora, Washington, sede del "consenso" neoliberal, del Fondo Monetario Internacional (FMI) y de otros arquitectos financieros del sistema internacional, se inclina por culpar de la crisis a las víctimas.
Según la versión oficial de los acontecimientos, la crisis financiera se desató en Tailandia en julio de 1997 y se extendió a las economías vecinas y más lejos aun porque esos países carecían de sistemas financieros fuertes, bien regulados y "transparentes".
Según esta opinión, sostenida por el Tesoro de Estados Unidos, el FMI y prestigiosos centros de investigación de este país, la apertura de los mercados de capital propuesta por el "consenso" quizá se deba realizar más gradualmente.
Este gradualismo daría a los arquitectos financieros mayor tiempo para reforzar las bases institucionales del sistema, eliminar la corrupción, hacer que los gobiernos y las compañías sean "transparentes" para los inversores extranjeros y asegurarse que los jugadores financieros cuenten con prudentes reservas de capital en caso de crisis.
Incluso analistas cercanos al sistema financiero consideran que esas propuestas no representan ninguna novedad. El ex presidente de la Reserva Federal estadounidense Paul Volcker las consideró una "redecoración de interiores".
Erik Peterson, vicepresidente del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales de Washington, dijo que "más bien son como una limpieza de la casa".
Washington podría recurrir al Sur en desarrollo para obtener ideas sobre reformas más estructurales, opinó Jeffrey Sachs, director del Instituto Harvard para el Desarrollo Internacional.
"Las voces de los países en desarrollo por lo general se desechan en el mundo", dijo Sachs, quien fue criticado en el pasado por las radicales políticas económicas que recomendó en Rusia inmediatamente después de la disolución del bloque soviético.
"No se consideran creíbles. Pero los países en desarrollo dicen que 'la estrategia actual no está completa, no funciona, y no nos ayuda a desarrollarnos' ", aseguró.
Esa disconformidad quedó reflejada, aunque levemente, en las declaraciones del Grupo de 24 (G-24) países accionistas del FMI procedentes del mundo en desarrollo.
Los estados del G-24 se oponen a incluir la liberalización de los mercados de capital de los miembros como uno de los principios básicos del estatuto del FMI.
Pero su oposición fue silenciada. Los estados del G-24 tienen pocos votos en el FMI, señalaron funcionarios y analistas del Sur en desarrollo, y no es probable que se arriesguen porque dependen de préstamos preferenciales para pagar su deuda externa y mantener sus gobiernos en funcionamiento.
La crisis actual brinda la oportunidad para que los gobiernos del Sur se unan. Tan importante, pero también más difícil a corto plazo, sería que estos estados superen su desconfianza mutua y forjen vínculos con las organizaciones no gubernamentales.
"Los intereses del Sur son variados y debemos reconocerlo. En el ámbito comercial, por ejemplo, existen distintos intereses. Pero en el financiero, hay más en común. Por lo general, los países en desarrollo no son inversores, son receptores del capital financiero internacional", dijo Akyuz, de UNCTAD. (FIN/IPS/tra- en/aa/mk/aq/if/98