La valorización del papel de la familia como unidad básica de convivencia y nuevas políticas de Estado para que la asuman como un sistema en el que se aprenden los fundamentos de la vida en sociedad es la propuesta de fin de siglo del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF).
"Estamos llegando a fines del siglo XX con el convencimiento de que la estructura básica para vivir en sociedad es la familia, no importa de qué tipo sea ésta o qué particularidades tenga en cada país", dijo a IPS Marta Maurás, directora Regional saliente de UNICEF para América Latina y el Caribe.
Marurás, de nacionalidad chilena, estuvo al frente de la seccional latinoamericana del organismo desde 1992, período en el que la región hizo la transición de la llamada década perdida de los años 80, a la actual de planes de ajuste, apertura e internacionalización de la economía.
"Ahora se percibe un cierto retorno del péndulo", comentó al señalar que en algunos países y sectores sociales se empieza a tomar cierta distancia de las políticas de ajuste, drásticas y de choque, que fueron el signo relevante a comienzos de los años 90.
Y es en eso que ella llama "el retorno del péndulo" donde UNICEF empalma su propuesta de revalorizar la familia como un núcleo integrador en el que los niños empiezan a formarse en valores y comportamientos como democracia y solidaridad.
"La tolerancia, el respeto hacia los otros y la eliminación del autoritarismo, con comportamientos consultivos, se aprende en el ámbito doméstico", dijo Maurás.
Pero así como no se debe entender a la familia como una suma de individuos -niños, mujeres, hombres, ancianos- tampoco se puede ver a la sociedad como una suma de familias. Hay una relación bidireccional, explicó.
Por eso, UNICEF cree que no se puede minimizar el rol del Estado como regulador.
"El Estado es el que tiene la obligación de asegurar la equidad. De ahí que a los reformadores del Estado se les esté complicando la vida", dice Maurás al reflexionar sobre la complejidad de reducir los aparatos gubernamentales de manera esquemática.
Las reformas, dijo, deben tener una correspondencia en leyes y normas que regulen y garanticen asuntos vitales como la relación entre la escuela y la comunidad.
Habrá que llegar a resolver, desde el Estado, pequeñas grandes cosas como que los padres puedan llevar a sus hijos a una jornada de vacunación en el puesto de salud, con todo lo que ello implica de concertación entre centros de trabajo, escuelas, etc., dijo la experta.
"Para que la familia cumpla su función básica y sea lo que (el sociólogo chileno) Humberto Maturana llama el lugar social del amor, se necesita que los estados, a través de políticas públicas, la asuman como un sistema y no una sumatoria de individuos", afirmó.
Maurás invito a no culpabilizar a la familia como el origen de los desajustes sociales.
"Es la sociedad la que está en crisis y no la familia", dijo a fines de junio con ocasión de la presentación del libro "Regreso a casa. La familia y las políticas públicas", de la colección Cuadernos de Debate de UNICEF, del que es coautora con la bióloga Cecilia Kaluf.
La obra es un estudio comparado de casos de Colombia, Chile y Jamaica, países con manifiesta preocupación y documentación sobre la familia, en los que, sin embargo, las políticas no conllevan una visión global e integral del tema.
En cuanto a las particularidades nacionales, Maurás señaló que en Chile, por ejemplo, donde las políticas y los programas de Estado son modernos, persisten atrasos socioculturales como que no hay divorcio.
Allí, añadió, apenas se empieza a discutir acerca de la ley de filiación sobre hijos legítimos y no legítimos, escollos que ya han superado muchos otros países.
En tanto, en Jamaica -y en general en la zona del Caribe de habla inglesa- un rasgo sobresaliente es el predominio de la mujer como eje articulador de la familia y la desaparición del hombre con papeles protagónicos.
La preocupación por el desdibujamiento de la figura masculina en lo doméstico ha inducido a propiciar experiencias con niños y niñas pequeñas donde se recupere la figura y el rol social y familiar del hombre.
Para el caso colombiano, los factores de violencia política y desplazmiento forzado del campo a los centros urbanos -resultado del conflicto armado- y los abismales desajustes sociales, inciden en altos índices de violencia intrafamiliar.
En Colombia hay 1,5 millones de desplazados internos.
En conjunto en América Latina, la primera causa de mortalidad infantil es la violencia, desde la política hasta la cotidiana causada por accidentes automovilísticos.
El experto peruano Aaron Leichtig, coordinador en la regional de UNICEF de un trabajo interinstitucional cuyo objetivo es "repensar interdisciplinariamente el problema de la violencia infantil", dijo que ésta es la primera causa de mortalidad infantil en el continente, en el rango de cinco a 14 años.
"Al problema de la violencia como causa de mortalidad infantil, no le hemos dado un tratamiento científico equiparable al que se le da a un epidemia de viruela", dijo Leichtig.
El experto dijo que en 1993 el lamentable primer lugar en violencia como causa de mortalidad de los niños y niñas lo tenía Brasil junto con México, Perú y Colombia, pero que hoy el fenómeno es generalizado.
Para Maurás, junto con el retorno a una mirada integradora hacia la familia, la concertación entre estados, organismos multilaterales, agencias de cooperación, autoridades locales y la sociedad civil en general debe buscar revertir esta crisis que afecta a los menores.
Pero no sólo hay que señalar lo crítico, también se han registrado logros notables, dijo la socióloga y responsable de la regional de UNICEF durante los últimos seis años. Al principio de la década, la mortalidad infantil era de 51 por cada mil nacidos vivos y ahora es de 35 por cada mil.
La malnutrición disminuyó del 13 por ciento al siete por ciento en niños menores de cinco años y la matrícula escolar primaria en Améerica Latina ha aumentado del 57 al 90 por ciento. "Ahora hay que pensar en que las reformas educativas se centren no sólo en la cobertura sino en la calidad", afirmó.
"Está probado que no basta con proporcionar servicios básicos sino que tiene que haber una sociedad que funcione de tal manera que haya empleo para hombres y mujeres, igualitariamente y que haya justicia. Por eso nuestras preocupaciones centrales a fin de siglo son la familia y la violencia", precisó Maurás. (FIN/IPS/mig/ag/pr/98