Los años en los que el sindicalismo en México era monolítico y oficialista quedaron enterrados, quizá para siempre. Hoy está dividido, debilitado y reconoce públicamente que teme un desborde de sus bases.
Afectadas por las crisis económicas y los retrocesos electorales del gobernante Partido Revolucionario Institucional (PRI), las centrales obreras cambian y sus bases se empobrecen, mientras algunos dirigentes parecen congelados en el tiempo y disfrutan de una opulencia que sorprende.
Este 1 de Mayo, el Congreso del Trabajo (CT), ligado al PRI, convocó a sus miembros más fieles a una concentración en la principal plaza pública de la capital mexicana y exhortó a no usar la ocasión para criticar al gobierno.
En los últimos tres años, el CT suspendió la tradicional marcha del Día del Trabajo para evitar que sus afiliados, calculados en más de dos millones, protestaran por la crisis económica y desairaran al presidente, que en otras épocas acostumbraba pronunciar un discurso al terminar el desfile.
Ahora, cuando el PRI ya no es mayoría en la Cámara de Diputados y la oposición controla el gubierno en varios estados, la cúpula dirigente optó por una concentración pública limitada, bajo estrictas medidas de seguridad.
El protagonismo del próximo 1 de Mayo aspira a conquistarlo la opositora Unión Nacional de Trabajadores (UNT), fundado a fines de 1997.
La nueva organización, que aún lucha por lograr consenso entre sus diversas corrientes -comunistas, socialdemócratas y hasta miembros críticos del PRI-, promete expresar con orden las aspiraciones de la mayoría de los trabajadores y acabar con el corporativismo.
Desde la llegada del PRI al poder en 1929, nunca se realizó en México una huelga general. En la última década, los sindicatos y la organizaciones campesinas oficialistas firmaron pactos periódicos con el gobierno para mantener las políticas económicas.
Tras la muerte de Fidel Velázquez, líder del sindicalismo oficial durante más de medio siglo, en junio de 1997, la firma de pactos fue reemplazada por un acuerdo declarativo, sin compromisos reales.
"Debido a los últimos cambios políticos, la economía de mercado, el retroceso general de los sindicatos y la desconfianza de los trabajdores, ni el CT ni la UNT tienen poder real", dijo a IPS Gabriela Bensusán, investigadora de la Universidad Nacional Autónoma Metropolitana.
La experta prevé que el proceso del sindicalismo mexicano durará varios años. Mientras tanto, los trabajadores seguirán intentando luchar en forma individual en cada empresa por reivindicaciones.
Sólo en el primer bimestre de este año, las autoridades registraron 579 emplazamientos a huelga en diversas empresas privadas y públicas. Varios estudios indican que los ingresos de los trabajadores disminuyeron en términos reales en más de 30 por ciento durante los últimos tres años.
Pero la crisis no pareció influir a los líderes del sindicalismo oficialista.
Para Leonardo Rodríguez, presidente de la Confederación de Trabajadores de México, principal brazo del CT, el sindicalismo oficial no tiene problemas y la situación de sus afiliados es relativamete buena.
Investigaciones periodísticas realizadas los últimos meses indican que Rodríguez y otros dirigentes viven en lujosas casas en barrios residenciales de la capital, tienen abultadas cuentas bancarias y se movilizan en lujosos automóviles último modelo.
Víctor Flores, dirigente de los trabajadores ferroviarios, uno de los sectores más golpeados debido a la reciente privatización con una consiguiente ola de despidos, tiene un patrimonio estimado en más de 500.000 dólares, según las investigaciones.
Netzahualcóyotl de la Vega, líder del sindicato de trabajadores de la Industria de Radio y Televisión, es dueño de un edificio valorado en 1,5 millones de dólares.
"No porque seamos obreros tenemos menos derecho a tener algún dinero producto de nuestro trabajo", comentó el presidente de la Confederación de Trabajadores. (FIN/IPS/dc/ag/lb/98
