Kirgistán es un ejemplo de la forma en que las repúblicas ex soviéticas, aunque independientes desde hace seis años, siguen siendo moldeadas por los hechos en Rusia.
El 23 de marzo, el presidente ruso, Boris Yeltsin, desplazó al primer ministro Viktor Chernomyrdin y sus colegas del gabinete. Al día siguiente, temiendo un destino similar en manos del presidente de Kirgistán, Askar Akayev, el primer ministro Apas Jumagulov presentó su renuncia.
Jumagulov, de 64 años, citó su edad como motivo de su renuncia. Pero los analistas conocen la insatisfacción del presidente con el ritmo de la reforma económica bajo el liderazgo de Jumagulov.
Resulta interesante que la justificación pública ofrecida por Yeltsin por su abrupta acción contra Chernomyrdin fue la misma, la lentitud en la implementación de las reformas. En Moscú y Bishek, los cambios políticos fueron acompañados de acusaciones de corrupción.
Analistas en Bishkek destacaron que Jumagulov decidió retirarse en vísperas de una sesión parlamentaria en la que podría ser acusado por un escándalo sobre venta de oro al exterior.
El oro es el primer recurso mineral en Kirgistán, el que, a diferencia de sus vecinos cercanos, no tiene petróleo ni gas. Las minas son propiedad estatal.
El escándalo reciente involucra a una corporación local que el año pasado tuvo el derecho de comprar el oro extraído en la principal mina estatal y venderlo al exterior.
El público reaccionó con indignación cuando se descubrió que la firma no pagaba impuestos a sus ganancias, suficientes apra cubrir el presupuesto anual del país.
Los parlamentarios no lograron la oportunidad de cuestionar a Jumagulov sobre el tema. Pero su sucesor, Kubanichbek Jumakiyev, ex jefe de Estado, sólo subrayó la necesidad de seguir adelante con la liberalización económica y el fortalecimiento de las relaciones con Moscú.
La constitución autoriza al presidente a determinar las directivas de gobierno y a designar a sus miembros en consulta con el primer ministro. Pero Akayev dio la luz verde a Jumaliyev.
Como resultado, en el nuevo gobierno que emergió el 4 de abril, dos viceprimeros ministros perdieron su puesto. "En los próximos dos años, quiero dar nuevo aliento a las reformas", dijo Akayev a los medios locales.
En la práctica esto significa el derecho a comprar y vender tierras, mayor privatización en el sector minero, de energía y telecomunicaciones, y la introduccción de la privatización en sistemas de pensiones y seguros.
Entre las repúblicas de Asia central, Kirgistán tiene buenos antecedentes al pasar de una economía central a una de mercado, y fue la única que completó la transición siguiendo las bases del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial.
Kirgistán es un territorio montañoso de 198.000 kilómetros cuadrados, con China y Kazajstán al este y el norte, y Uzbekistán y Tajikistán al oeste y el sur.
Pero esta pequeña nación de 4,5 millones de habitantes ha logrado más de 1.000 millones de dólares en créditos internacionales. A fin de este año espera reunir otros 250 millones de dólares en eurobonos.
Según Insu Kim, representante del Fondo Monetario Internacional en Bishek, 1998 será el tercer año consecutivo de crecimiento del producto interno bruto (PIB) del país, esta año estimado entre seis y siete por ciento, una cifra que Rusia envidiaría.
Parte de la razón radica en las políticas de Akayev, graduado en física nuclear en el Instituto de Ciencias Exactas y Optica de San Petesburgo, quien llegó a altos puestos de gobierno en 1989, bajo el gobierno del líder soviético Mijaíl Gorbachev, cuando fue electo miembro del Congreso de Deputados del Pueblo de la Unión Soviética.
En 1996, Akayev logró que un referendo amendara la constitución de 1993 para obtener mayor autoridad a expensas del parlamento.
En un sentido, una vez más Akayev emulaba a su colega ruso, Yeltsin, quien, tras su confrontacióon con el parlamento en octubre de 1993, se atribuyó poderes incrementados. (FIN/IPS/tra-en/dh/rj/lp/ip/98